Revista Cultura y Ocio
No sé qué haría sin Thelonius Monk. Tampoco a veces sé qué hago con él. Es un pianista que no entiendo. No cuento con que algún pianista deba ser entendido. A veces me dejo llevar y llego donde no alcanzo cuando me obstino en razonar lo que me va diciendo. El jazz es un biombo tras el que esconderse. Creo que fue Cortázar quien lo dejó escrito. Quizá en El perseguidor, la historia impostada de Charlie Parker. Hacía unos días me propuse escribir algo sobre Monk. De hecho hice un escrito. Está en el editor del blog, pero me pareció muy clásico. Contaba cosas sobre lo que hizo y lo desamparados que estábamos los que lo admirábamos. No es cierto nada de eso. Nadie se muere del todo. Se mueren si los abraza el olvido, pero de vez en cuando pongo Misterioso o Straight no chaser, dos de los discos que tenía en vinilo y luego hice mutar en CD. No sé si son los mejores, los que se nombran en las antologías. No llego tan lejos. Lo que sí sucede es que cada vez que los pongo me parecen nuevos. Como si acabara de conocer al señor Monk. Eso es lo que decía sobre no saber nada de jazz o sobre no entender nada de jazz. No hace falta saber, no hace falta entender. Las palabras, las que tanto amo y a las que tanto debo, no me sirven para expresar nada de lo que me hace sentir Round midnight. Esa pieza, esa por sí sola, contiene la esencia del jazz. O bien podría haber dejado escrito que a mi entender, en lo que yo alcanzo, esa pieza (Round midnight) contiene la esencia del jazz. Además leí su biografía (no sé, una de ellas) y era un tipo curioso. Las evidencias habituales: introspección, narcóticos, una sensibilidad dañina. A gente como a Monk los mata lo sensibles que pueden llegar a ser.