Revista Humor
Esos locos bajitos que algunos hemos decidido educar, querer y ver crecer, no suelen tener la culpa de nada de aquello que nos amarga en ciertos momentos la existencia.
Por eso, y porque la procesión ha de ir por dentro, intentamos que si nos cae alguna lágrima crean que es debido a una pestaña rebelde, si nos enojamos que piensen que es por algún tema laboral, y si parecemos absortos que se deba sencillamente a una jaqueca inoportuna.
Con esa máxima salí esta mañana gélida con esa mochila que tengo por hija, y una vez en el coche empecé a cantar y coreografiar una de sus canciones preferidas, intentando que viera en mí a una madre divertida, alocada, jovial y con un despertar envidiable. Así me mostré de dicharachera y cantarina, estupenda y jocosa, hasta la entrada de la escuela.
Y fue allí mismo, ante su pandilla de amigos, cuando mientras abría la puerta y me miraba con cara de sapo, me dijo muy seriamente:
- Vas a arruinar mi reputación.
(andayqueledenaloslocosbajitos)