Revista Insólito

Monstruos marinos

Publicado el 13 mayo 2014 por Torrens

Aunque los tiburones más peligrosos van sobre dos patas, se pasan la mayor parte del tiempo en tierra firme y navegan por la economía y los negocios, en el mar también hay tiburones monstruosos como el que pescaron el Domingo 11 en el Cap de Creus, en la Costa Brava Norte cerca de la frontera francesa, que podéis ver en la siguiente foto.

ZORRO 1
 
ZORRO 2

El dibujo corresponde al tipo de tiburón, un tiburón zorro, que se caracteriza por una larga aleta caudal, la cola del zorro, vamos.

De jovencito, es decir el siglo pasado, una de mis aficiones era el buceo, con escafandra o sin ella, afición que combinada con los viajes me permitió navegar por tres paraísos del buceo: La costa californiana, el Caribe y El Golfo (de Omán).

En los tres lugares son posibles encuentros con tiburones y en los tres las recomendaciones eran las mismas, de las que la más importante era efectuar la entrada y salida del agua de la forma más breve posible. La razón es que el tiburón no se guía por la vista porque su visión no es ninguna maravilla, pero si lo hace por su línea lateral. Todos los peces tienen una línea lateral que va de cabeza a cola por el centro de ambos lados, paralela a su espina, que en algunas especies es visible a simple vista y que constituye su equipo de radar. Mediante esta línea lateral reciben ondas de lo que en tierra firme llamaríamos sonidos, y les permite identificar el origen y características de lo que las causa. Los tiburones serán cegatos, pero tienen las mejores líneas laterales de los siete mares y encima el “ruido” que más les motiva es el de un pescado con problemas, al que atacan de inmediato. El ruido o chapoteo que hace un buceador nadando en superficie y al entrar y salir del agua es parecido al de un pescado con problemas y por eso, y aunque parezca extraño, en un mar con tiburones el lugar más seguro dentro del agua es a varios metros de profundidad. Curiosamente, en el Caribe y el Golfo había otra coincidencia: a los buceadores locales no les asustaban nada los tiburones pero no dejaban de advertirnos sobre ni tan solo pensar en tocar las espinas de peces inmóviles y multicolores y en no apoyarnos mucho sobre las rocas por el pez Piedra, porque la picadura de este y de alguno de los peces multicolores a veces no permite ni tan solo llegar vivo a la superficie.

En California tuve tres encuentros con tiburones. Las inmersiones siempre las hacíamos fondeando la barca justo fuera de un bosque de Kelp (Sargazo) y buceábamos por el Kelp, que era casi como hacerlo por un bosque en tierra firme porque al tener burbujas en sus hojas el Kelp se mantiene totalmente erecto, y precisamente por esto se enreda en las hélices de los que no se enteran y los cruzan en barco. En una de estas fantásticas inmersiones, cuando yo estaba como Caperucita paseando por el bosque, de golpe, justo debajo de mi, alzo el vuelo un Tiburón Angel que a mí me pareció inmenso. El Angel es un tiburón inofensivo, con cierto parecido a una Raya, pero de entrada solo vi la aleta dorsal y una cola de tiburón y hasta que no lo identifiqué el susto me hizo soltar más burbujas que un submarino tocado y hundido. En otra ocasión regresaba con un compañero al barco fondeado unos 10 metros fuera del bosque de Kelp. El procedimiento estándar es nadar hasta el ancla y subir por su cuerda porque esto permite un mejor control del ritmo de subida, pero justo cuando íbamos a salir del bosque entre nosotros y el ancla pasaron dos tiburones “White Tip” (así llamados porque tienen una mancha blanca en la punta de la aleta) de regular tamaño. Lo normal es que cuando uno llega a la barca se saque primero la escafandra, después las aletas y los pesos y los suba al barco antes de usar la escalera. Aquel día subí por la escalera con el equipo completo, y si subiendo me hubiese liado con una red habría subido con red y todo. Por último en otra ocasión saliendo de una inmersión con todos ya en el barco y al ir a levar el ancla pasó justo al lado del barco y tan cerca que casi hubiésemos podido tocar su aleta con la mano, un inmenso Tiburón Martillo de unos tres metros de largo, que si hubiese cruzado diez minutos antes habríamos pasado un mal rato, porque es uno de los tiburones más agresivos que existen.

En el Caribe mi experiencia con tiburones fue en tierra. Durante un tiempo estuve viajando con regularidad a Ciudad de México, en ocasiones en estancias de varias semanas, y algunos de los fines de semana que me tocó estar allí, con un par de amigos tomábamos un avión a Mérida o Cancún para ir a bucear, pero en una de las ocasiones, en Cancún, el domingo no pudimos salir por causa del mal tiempo, y estuvimos en el club de buceo pasando el rato antes de ir al aeropuerto. En el club tenían varias mandíbulas de tiburón impresionantes y nos las pasábamos por la cabeza como si la estuviésemos metiendo en la boca del tiburón, pero al sacar la cabeza de una de las mandíbulas uno de mis amigos rozó con ella el lóbulo de su oreja izquierda. Antes de ir al aeropuerto tuvimos que pasar por un dispensario para que desinfectasen y curasen los dos cortes en la oreja que la dentadura del tiburón le había causado.

Sin salir del Caribe, en la Isla Larga en Venezuela hay un islote rocoso con un buque de transporte hundido de manera peculiar, embarrancado de popa y con la proa hundida con la cubierta a unos 8 metros de profundidad. No es que el Capitán del buque se hubiese pasado con el Ron, sino que en los últimos días del la II guerra mundial, cuando el Ejército Rojo ya estaba a las puertas de Berlín, Venezuela declaró la guerra al III Reich, los prácticos de sus puertos sacaron los buques alemanes a alta mar para hundirlos, y un práctico de Puerto Cabello hundió un buque alemán de manera harto original en Isla Larga. La inmersión es fantástica porque permite pasearse por un barco hundido sin necesidad de bajar a profundidades respetables que aumentan considerablemente los riesgos, y encima en nuestro caso, cuando ya nos acercábamos a la proa vimos un Banco de Salpa de considerables dimensiones. La Salpa es un pez de unos 20-25 cms. de largo, de color amarillo con rayas longitudinales que para algunos son verdes y para otros azules. En cuanto nos acercamos, el Banco al completo dio la vuelta al otro lado de la proa y los perdimos de vista, pero con mucho acierto el guía del grupo, en vez de seguirlos nos hizo ascender, atravesar la cubierta y aparecer al otro lado del buque justo encima del Banco, que al detectar de nuevo nuestra presencia repitieron la operación a la inversa regresando al otro lado de la proa, pero nosotros también repetimos nuestra operación a la inversa, y durante un rato estuvimos practicando este juego hasta que las Salpas demostraron que son peces pero no tontas y se largaron del barco todas a una y a toda velocidad.

En el Golfo también tuve una experiencia curiosa, aunque sin tiburones. A la vuelta de una excursión de buceo que había salido de Bahrain el guía nos dijo que nos iba a mostrar algo muy curioso, y en un punto de cuya localización no tengo ni idea en medio del mar y a mucha distancia de la costa sacó vasos de plástico, los llenó con agua de mar y nos la dio a beber. El agua era dulce y perfectamente potable. Al parecer se trata de la desembocadura de un rio subterráneo a poca profundidad en el Golfo, que tiene tanto caudal y tanta fuerza que el agua dulce desplaza a la salada, hasta el extremo que hay barcos que se suministran de ella, aunque el guía nos dijo que tal suministro estaba prohibido sin explicarnos porqué.

En el lugar que más he buceado, en la Costa Brava central, una vez ayudé a un amigo aficionado a la fotografía submarina a lograr la foto de un congrio que me dijo tenía su cueva justo debajo del faro de San Sebastián en Llafranch, a unos 18 metros de profundidad. Una vez en la boca de la cueva me estabilicé y apunté con el foco de luz el punto donde saldría el congrio listo para encenderlo en cuanto saliese. Mi amigo se preparó con la cámara, sacó su cuchillo y empezó a golpear con él la roca para hacer salir al congrio, cosa que consiguió casi de inmediato, pero tuvimos que volver a empezar y repetir toda la operación desde el principio. Cuando salió el bicho, entre su tamaño y el aumento de las gafas de inmersión, vi una cabeza mayor que la mía con una gran boca repleta de dientes y lo mandé todo a paseo, aunque no perdí el foco porque como todo en buceo lo llevaba atado a la muñeca.

También en Llafranch fui testigo de algo extraordinario, que aunque no me ocurrió a mi vale la pena contarlo. Los bogavantes cambian el caparazón varias veces a lo largo de su vida. Cuando les toca cambiarlo se van hasta el fondo de su guarida, normalmente una pequeña cueva en la roca, allí se desprenden de su viejo caparazón y no se mueven hasta que su cuerpo haya segregado uno nuevo que les proteja, cosa que ocurre en poco más de un día. En la primera mitad de los años 70 y en los Ullastres, un macizo rocoso a unas 3 millas de la costa frente a Llafranch, cuyo pico está entre 8 y 12 metros de profundidad y que es un paraíso para el buceador y por eso en verano hay siempre un tráfico submarino muy considerable, a un bogavante no muy grande o bien se le olvidó irse a la guarida o no pudo evitar perder el caparazón fuera de ella, pero tuvo suerte y no fue inmediatamente devorado por todos los peces y otros bichos de alrededor porque mi amigo Xavi lo agarró, pero su suerte no duró demasiado porque Xavi se lo llevo a su casa, puso agua a hervir en una olla, y aquel día su mujer y él comieron bogavante con tenedor y cuchillo y sin necesidad de cascanueces porque no había caparazón que romper. A los pocos días Rudi, el Taucher Führer alemán que me enseñó a bucear, muy bien por cierto, me dijo que era algo rarísimo, pero que a veces podía pillarse a langostas y bogavantes cambiando de caparazón en mar abierto. No me hizo ningún favor aclarándolo porque desde entonces siempre que me encontraba con algún crustáceo apetecible me quedaba un buen rato mirándolo, pero nunca pasó nada.

Y hasta aquí mis aventuras submarinas, con o sin tiburones. El resto fueron fantásticas y maravillosas inmersiones, pero sin nada especial que contar, aparte el espectacular fondo del mar que no puede describirse porque se ha de ver en directo.


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