La visita del Mont Saint Michel hacía tiempo que ocupaba un lugar destacado en la eterna lista de lugares pendientes y el pasado mes de mayo decidimos escaparnos unos días a la Bretaña francesa con el principal objetivo de visitar, por fin, el pueblo-abadía.
De hecho, el Mont Saint Michel pertenece a la Baja Normandía, justo en el límite que separa esta región de la Bretaña. Al río Couesnon que marcaba la frontera entre los Ducados de Bretaña y Normandía, se le antojó cambiar su curso en el siglo XV, regalando el Mont Saint Michel a los normandos.Un río caprichoso cuyo curso irregular ha generado el dicho:
En la tapa de esta caja de caramelos se muestra como desde entonces ha sido un motivo de disputa entre los habitantes fronterizos de ambas regiones.
Se trata de un lugar muy visitado, no sólo de Normandía sino de todo el país, con 3.2 millones de visitantes cada año. Si tenemos en cuenta que en el pueblo viven alrededor de 50 habitantes, ya vemos que se trata de una atracción turística encaminada a complacer – o no – a los miles de turistas que cruzan la Puerta del Rey.
Puerta del Rey
El motivo de su fama diría que es una mezcla entre su situación privilegiada y la singularidad del lugar, con la impresionante abadía que corona el monte Tomba.El fenómeno de las mareas ha aumentado su popularidad ya que durante siglos, el Mont Saint Michel se convertía en una isla cuando subía la marea,característica que le dio un carácter de fortaleza inexpugnable que potenció las leyendas entorno del lugar.Desde el año 1879 ya no es así, puesto que la isla, de casi un kilómetro de circunferencia y ochenta metros de altura, quedó unida a la bahía por un dique insumergible de dos kilómetros.
El monte es la abadía y la abadía es el monte. La primera iglesia se construyó en el año 709 cuando el obispo Aubert de Avaranches quiso complacer los deseos del arcángel San Miguel que durante cuatro días le hablaba en sueños indicándole que construyera una iglesia si quería que Dios tuviera compasión de aquellos pobres mortales.La tarea no fue fácil, en su construcción se perdieron muchas vidas y muchos barcos fueron tragados por la furia del mar cuando llevaban los grandes bloques de piedra desde diferentes islas del Canal de la Mancha y de otros puntos de la Bretaña. Jugaba a su favor que el monte Tomba era un gran bloque de granito lo que daría unos buenos cimientos a la iglesia.
A finales del siglo X ya había un monasterio y una abadía carolingia alrededor de la cual había crecido un pequeño pueblo. El sucesor del obispo Aubert, el abad Hildeberto, hizo construir una nueva iglesia sobre la anterior, Nôtre Dame sous Terre. A lo largo de los siglos se fueron añadiendo edificaciones, y hoy se puede ver una mezcla de diferentes estilos arquitectónicos.La vertical construcción destaca desde lejos, incluso desde varios kilómetros.
Silueta del Mont Saint Michel desde la Plage de Port Mer (Cancale)
A lo lejos, siempre presente el Mont Saint Michel
Independientemente de su importancia como lugar de peregrinaciones, por su posición estratégica, el Mont Saint Michel fue testigo de las luchas entre los duques normandos para obtener el trono. Se construyó una primera muralla alrededor de la abadía, lo que hoy es la Grand Rue.
Grand Rue
En el siglo XIV y como consecuencia de la Guerra de los Cien Años que enfrentó franceses e ingleses, se construyó una auténtica fortificación militar con todos los elementos necesarios para asegurar la subsistencia de la población. Los ingleses no lograron penetrar sus murallas y esto la convirtió en un símbolo para los franceses. Llegaron épocas de decadencia y durante la Revolución francesa y etapa napoleónica, sirvió de cárcel. En 1862 empieza su restauración para convertirlo de nuevo en un gran atractivo para peregrinos y posteriormente para recibir en masa a los turistas.
Llegamos por la tarde, con la idea de visitar su interior amurallado y ver la subida de la marea. El tiempo no acompañaba, un día oscuro y aunque la lluvia era débil soplaba el viento.
El tiempo de perros característico de estas regiones del norte de Francia y que los normandos y bretones se toman con sentido del humor tal como está dibujado en esta otra caja de caramelos (me llevé una colección de cajitas porqué todos los dibujos eran muy divertidos).
Dejamos el coche en el gran aparcamiento (12.5€ y gratuito si se entra después de las 7pm) y un autobús (incluido en el precio del parking) nos acercó a los pies del Monte Saint Michel.La primera imagen no fue tal como había imaginado y mi lucha para sostener el paraguas contra el viento impedía que pudiera disfrutar del esperado momento.
Caminamos los escasos metros que hay desde la parada de autobús hasta la entrada, por la pasarela construida sobre el terreno pantanoso que forma el estuario de la desembocadura del río Couesnon. Con la marea baja el monte está rodeado por una gran extensión de lodo, sobre el que paseaban unos optimistas japoneses a quienes el mal tiempo no les truncó sus planes.Nosotros seguimos hasta la Puerta del Rey y justo cruzarla ya me di cuenta que el interior de Mont Saint Michel tampoco era como había imaginado. Gente amontonada en la estrecha Grand Rue donde sólo faltaban los paraguas para acabar de complicar el asunto.Tiendas sin ninguna gracia ni encanto, lo que me extrañó ya que considero que en general los franceses tienen buen gusto para ese tipo de merchandising. Restaurantes caros con menús turísticos muy limitados. En fin, no le encontré demasiado atractivo, me recordó un poco a Carcassone. La primera vez que visité Carcassone me pareció un lugar único, la segunda, había evolucionado bastante a peor y la tercera …. no sé, creo que fue la última.
Rodeamos el Mont Saint Michel por la muralla para ver la subida de la marea desde diferentes posiciones. Es importante consultar la página web (aquí) si se quiere ver el fenómeno ya que no sucede cada día. Pocas semanas antes había tenido lugar la espectacular “marea del siglo”, no quiero imaginar cómo estaría aquello de gente.
La subida del agua no fue “como un caballo a galope” tal como había leído en algún artículo. Fue subiendo lentamente y el fango limoso se fue cubriendo casi sin darnos cuenta hasta que el monte quedó rodeado de agua a excepción del dique que lo une a tierra firme.
La abadía siempre es el destino, independientemente del camino seguido todos llevan hasta ella. Llegamos pocos minutos antes del cierre y sólo dejaron entrar a un grupo numeroso de chinos que iban con un guía.Pensamos en volver al día siguiente por la mañana a primera hora para visitarla sin prisas.
Seguimos paseando, pero si uno no es de mirar tiendas, la visita del pueblo requiere poco tiempo. Cambiamos los planes iniciales de cenar en Mont Saint Michel porqué no nos apetecía quedarnos allí más rato. Acabamos en Saint Marcan, en el restaurante Le Bistrot du Télégraphe, muy cerca del B&B donde estábamos alojados.
Iglesia parroquial de San Pedro y cementerio
Al día siguiente el tiempo mejoró y volvimos a Mont St Michel pero intentamos buscarlo desde otra perspectiva. Así que lo disfrutamos desde fuera y desde la distancia con unas imágenes preciosas, enmarcadas por campos de colza, ovejas pastando y caminos solitarios…. Mejor de lejos, mejor por fuera.
Decidimos no ir a visitar la abadía, no nos apetecía volver a torear con las multitudes. Las últimas imágenes del Mont St Michel son las que quiero que permanezcan en mi memoria, aunque pienso volver. No sé cuando, pero volveré.