Hay montañas más solas que otras, o que si hablaran se sentirían solas. Bien porque apenas se dejan advertir, no figuran en los folletos informativos y guías de turismo, o fueron testigos de algún suceso escabroso que las condenaron a la mala fama. El caso es que estas montañas, inadvertidas y poco transitadas, a quien las pisa le hacen sentir especial, en cierto modo, aventurero y explorador; frente a aquellas otras usadas por el turisteo como objeto de exhibición, cuya razón de ser consiste principalmente en alcanzar la meta donde hacerse la fotografía de los domingos.
Sí, estas otras, las solitarias, hacen que descubras los cielos y sus paisajes por primera vez, devolviéndote la niñez en la que los ríos no eran todavía ríos ni la hierba todavía hierba.
Merendero de Cotefablo- Pelopín - A Monchoya