Revista Opinión

Montenegro, de la antigua Yugoslavia a la Unión Europea

Publicado el 18 julio 2019 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Montenegro ocupa un enclave estratégico y privilegiado dentro de los Balcanes, con un territorio que proporciona acceso al mar al suroeste y una orografía abrupta que ha complicado durante siglos el dominio de la superficie que ocupa el país. A lo largo del primer milenio después de Cristo, fueron muchos los pueblos que pelearon por asentarse en esta demarcación geográfica, desde las tribus ilirias a los romanos, pasando por otros grupos nómadas. El declive del Imperio romano, sin embargo, abrió las puertas a las tribus eslavas, que se asentaron en el territorio que bordea el mar Adriático alrededor del siglo VII. Se calcula que su cristianización tuvo lugar dos siglos más tarde, cuando emergieron los Estados medievales de Travunia, Doclea y Rascia —Estados vasallos de Bizancio—, que ocuparían parte del territorio actual de Montenegro.

La influencia exterior no sólo provino del Imperio bizantino, sino también de Venecia, Dalmacia y, en especial, de Serbia, que terminó por tomar el control de estos principados a principios del siglo XIII. Bajo el vasallaje serbio, la gran mayoría de la población adoptó la fe ortodoxa y el territorio de Montenegro pasó a denominarse oficialmente como Principado de Zeta, aunque pronto se empezaría a conocer como Montenegro. El dominio del territorio pasó por las manos de diversas dinastías serbias, como la Nemanjić, hasta la llegada del Imperio otomano a la región en el siglo XV. A diferencia de Bosnia, Albania o Kosovo, Montenegro padeció una ocupación otomana mucho más suave: los clanes montenegrinos dificultaron que se tomara un control absoluto de la región. 

Parte del territorio de Montenegro pasaría, además, por el control de Venecia e incluso por períodos de independencia de facto hasta la retirada otomana definitiva de la región a principios del siglo XX. Y es que se estima que la resistencia montenegrina a la Sublime Puerta —como también se conoce al Imperio otomano— contribuyó a crear un estereotipo de los montenegrinos como luchadores heroicos y valerosos que supieron defender la libertad de su pueblo en tiempos convulsos. La victoria de Montenegro en la batalla de Grahovac en 1858, en la que las fuerzas eslavas derrotaron a las turcas, ayudó a consolidar este cliché y forzó a las grandes potencias del momento a considerar la independencia de Montenegro durante las negociaciones del Tratado de San Stefano en 1878. 

Montenegro, de la antigua Yugoslavia a la Unión Europea
Extensión de Montenegro entre el siglo XVIII y la actualidad. Fuente: Пакко

Una independencia convulsa 

Bajo el liderazgo del Príncipe Nicolás, Montenegro —junto con Rumanía y Serbia— consiguió finalmente la emancipación del Imperio otomano con el Tratado de Berlín en julio de 1878. El país balcánico no solo triunfó en sus deseos de independencia y reconocimiento internacional, sino que además logró duplicar su territorio y ocupar zonas con población albanesa —al sur del país—, y serbia y bosniaca —al este—. Aunque las tensiones con la población albanesa se acentuaron durante este periodo, las décadas siguientes fueron relativamente pacíficas, algo que contribuyó a la estabilidad y prosperidad del país. El Principado de Montenegro, sin embargo, estuvo liderado con mano de hierro por el Príncipe Nicolás, que en 1905 promulgó la Constitución de Montenegro y cinco años más tarde elevó el título del país al de Reino, autoproclamándose Nicolás I.

El periodo de paz se rompió finalmente en 1912, cuando Nicolás I, envalentonado, declaró —junto con Bulgaria, Grecia y Serbia— la guerra al Imperio otomano y dio comienzo a las guerras de los Balcanes, que se prolongaron hasta el verano de 1913. Montenegro saldría, de nuevo, vencedor de la contienda, ya que extendió su territorio al este y obtuvo gran parte del Sandžak y del noroeste de la actual Kosovo, expulsando a la Sublime Puerta de la región. La alianza con Grecia y Serbia se prolongó hasta la Primera Guerra Mundial, en la que Montenegro combatió del lado de los Aliados contra las Potencias Centrales. Aunque el país mantuvo su independencia y no sufrió el mismo número de víctimas que otros países balcánicos, quedó dividido en dos bloques: los Blancos, que defendían la integración de Montenegro en el Reino de Serbia, y los Verdes, que abogaban por un Estado independiente o una república federal dentro de Yugoslavia. Finalmente, los primeros saldrían vencedores de la disputa e integrarían Montenegro en el Reino de Serbia a finales de 1918, para más tarde formar parte del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, popularmente conocido como Yugoslavia.

La inclusión de Montenegro dentro de Yugoslavia estuvo marcada no solo por la mala situación económica de la región y las luchas de poder entre croatas y serbios, sino también por las disputas entre los Blancos y los Verdes, pues estos últimos no habían abandonado la idea de un Montenegro independiente. Sea como fuere, el estallido de la Segunda Guerra Mundial puso fin al primer intento de crear una Yugoslavia multicultural y abrió las puertas de la región a la Alemania nazi y a la Italia fascista de Mussolini. Sería esta última la encargada de ocupar Montenegro en 1941. De manera similar a otras repúblicas yugoslavas, Montenegro sufrió en carne y hueso una guerra civil entre dos facciones políticamente opuestas, pero que tenían como objetivo la restauración de Yugoslavia: los partisanos yugoslavos, liderados por Tito, y el ejército chetnik, acaudillado por Draža Mihajlović, e integrado, entre otros grupos, por montenegrinos blancos.

El fin de la IIGM en los Balcanes llevaría a Josip Broz Tito al frente de Yugoslavia, y con él llegaron años de estabilidad y bonanza económica a la región. El líder yugoslavo premió el apoyo del pueblo montenegrino durante la contienda y estableció Montenegro como una de las seis repúblicas de Yugoslavia. Además, la capital histórica del país, Cetiña, fue sustituida por Podgorica, que rápidamente adquirió el nombre de Titogrado en honor al líder yugoslavo. En un intento por emplear en su favor el auge de los nacionalismos entre los distintos pueblos que constituyeron Yugoslavia, el mariscal fortaleció la identidad montenegrina y abogó por su diferenciación de la serbia, acercándose así a los postulados de los Verdes. La actitud de Tito influyó en el censo de 1948, en el que un 90% de la población se declaró montenegrina, mientras que la serbia (1,7%) y la albanesa (15,5%) quedaron como minorías. 

Montenegro, de la antigua Yugoslavia a la Unión Europea
Evolución de la economía yugoslava en la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI. Se aprecia una gran subida hasta 1980 y una fuerte bajada en 1990, con la desfragmentación de Yugoslavia. Fuente: Andrés Rodríguez-Posé

Para ampliar: “La Yugoslavia de Josip Broz Tito”, Pol Vila en El Orden Mundial, 2018

Durante el periodo yugoslavo Montenegro creció sustancialmente gracias, entre otras razones, al sector turístico, que se desarrolló en la costa del Adriático en torno a la bahía de Kotor. Aunque la república gozó de una muy buena situación económica, los críticos del régimen de Tito fueron perseguidos y encarcelados. Milovan Đilas, oriundo de Montenegro y mano derecha de Tito durante los primeros años del régimen, fue el disidente que alcanzó mayor notoriedad al ser expulsado del partido y encarcelado en 1956. El periodo de luces y sombras de la época socialista terminó por oscurecerse con la crisis económica de 1980 y el auge de los movimientos nacionalistas una década más tarde. En la actualidad, el paso de los años ha terminado por disipar las sombras y generar un cierto grado de nostalgia por la ex-Yugoslavia.  

El fín de Yugoslavia y el nuevo siglo 

La desintegración violenta de la Federación a partir de 1990 se llevó por delante el lema de hermandad y unidad proclamado por la Yugoslavia socialista. Aunque Montenegro tuvo un papel limitado durante las guerras yugoslavas, acabó por apoyar —política y militarmente— a la Serbia nacionalista de Milošević. Entre otros, el bombardeo de la ciudad croata de Dubrovnik a finales de 1991, dirigido desde Montenegro por el Ejército Popular Yugoslavo, alcanzó gran notoriedad. Y es que la nueva clase política de Montenegro —liderada por el sucesor de la Liga de Comunistas, el Partido Socialista (PSDM)— era partidaria de evitar la fragmentación de Yugoslavia, y por ello decidió ponerse del lado de Milošević. 

Para ampliar: “Desintegración y guerras de secesión en Yugoslavia”, Marcos Ferreira en El Orden Mundial, 2015

La pareja política de Momir Bulatović y Milo Đukanović —que lideraron Montenegro desde 1990 y 1991, respectivamente—, se encargó de organizar el referéndum de 1992 sobre la permanencia de Montenegro en Yugoslavia. La respuesta de la ciudadanía fue rotunda: el 96% votó a favor de continuar en Yugoslavia, aunque la abstención alcanzó el 34%, principalmente albaneses, bosniacos y croatas. Los críticos del nuevo régimen, sin embargo, reprocharon las irregularidades del plebiscito y es que a pesar de la apertura democrática y el nuevo multipartidismo establecido en 1990, el sistema político heredado de la época socialista mantuvo ciertos aspectos autoritarios

A partir de finales de 1996, con una crisis económica que se prolongaba en Montenegro —y en el resto de las antiguas repúblicas yugoslavas— como resultado de las sanciones de la comunidad internacional, se empezó a abrir una brecha en el apoyo a Milošević dentro del PSDM. Bulatović era partidario de apoyar al caudillo serbio y de continuar en la República Federal de Yugoslavia —que desde 1992 estaba formada por Serbia y Montenegro—, mientras que Đukanović abogaba por iniciar una apertura hacia Occidente, e incluso empezó a plantear la salida de Montenegro de la República Federal. Esta divergencia de opiniones llevó a Bulatović a formar un nuevo partido y enfrentarse a Đukanović en las elecciones presidenciales de 1997. Unos resultados muy ajustados dieron como vencedor a Đukanović, que tomó las riendas del país y se convirtió en un ferviente opositor de los postulados nacionalistas de Milošević. 

El inicio del conflicto kosovar en 1998 significó un punto de inflexión para la viabilidad del nuevo Gobierno montenegrino. Las críticas a Milošević por las reiteradas violaciones de derechos humanos en la antigua provincia serbia deterioraron drásticamente las ya pobres relaciones con Belgrado e incluso se llegó a temer por una posible guerra civil entre los valedores del caudillo serbio y los defensores de un Montenegro independiente y “europeo”. La intervención de la OTAN en Serbia, Kosovo y, en menor medida, en Montenegro en 1999 y el derrocamiento de Milošević en octubre del 2000 desarticularon una posible agresión serbia y diluyeron un potencial enfrentamiento civil. Sin Milošević en el poder, Đukanović se convirtió en el líder omnipotente de Montenegro con un objetivo claro: la independencia. En el 2000 dio un paso adelante y pidió perdón a los ciudadanos croatas por los bombardeos de Dubrovnik, una acción importante para el proceso de reconciliación en los Balcanes. Poco después, en 2002, Montenegro introdujo el euro de forma unilateral y lo lleva usando desde entonces.

Aunque la división de la Yugoslavia federal parecía inevitable por los deseos de Đukanović y de su partido de formar un Estado independiente, hubo que esperar seis años más, ya que la Unión Europea y Estados Unidos temían alimentar la inestabilidad en la región. Después de largas negociaciones entre el Alto Representante de la UE, Javier Solana, y representantes de Serbia y Montenegro, en 2002 se llegó a un acuerdo para la creación de una nueva federación con un nuevo nombre, Serbia y Montenegro, aunque en los medios locales se le conocía también como Solania, en referencia al Alto Representante de la UE. Tras casi ochenta años, el nombre de Yugoslavia desaparecía finalmente del mapa. 

El acuerdo, sin embargo, tenía una cláusula de escisión, que permitía a cada república iniciar procesos de independencia tres años después de la entrada en vigor de la nueva Carta constitucional —febrero de 2003—. Así, las relaciones entre Serbia y Montenegro durante los siguientes tres años no fueron fáciles: Montenegro buscaba una mayor integración en el proyecto europeo, pero la falta de cooperación serbia con el Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia era un lastre importante en el acercamiento a Bruselas. Para evitar estos obstáculos, Montenegro decidió organizar un referéndum de independencia.  

Montenegro, de la antigua Yugoslavia a la Unión Europea
Celebración de la independencia de Montenegro en las calles de Cetiña (2006). Fuente: Marko M.

Independencia y Europa en el punto de mira

El 21 de mayo de 2006, con un 55,5% a favor de la independencia, y a diferencia del referéndum de 1992, Montenegro se convirtió en un Estado independiente —y por ende también Serbia—. La victoria tuvo lugar con un margen muy pequeño, ya que la UE había situado el umbral para validar el plebiscito en el 55%. El resultado dejaría un Montenegro con una población dividida en dos grandes bloques: los defensores de la independencia, que incluían la población montenegrina (45%) y la minoría bosniaca y albanesa (8,6% y 5%, respectivamente), y los detractores de ésta, representados por la población serbia de Montenegro (29%)

Montenegro, de la antigua Yugoslavia a la Unión Europea
Composición étnica de Montenegro (2003). La población montenegrina se asienta alrededor de Podgorica y la antigua capital, Cetiña, mientras que la serbia habita zonas menos pobladas en el noreste del país. Existe, también, una presencia importante de albaneses y bosniacos al suroeste y este del país respectivamente. Fuente: Wikimedia

La identificación personal como serbio o montenegrino —poblaciones con un idioma casi idéntico y la misma religión, la ortodoxa— ha sido una cuestión de elección propia durante años, más basada en aspectos políticos e individuales que culturales. Así pues, la población serbia de Montenegro, en general, compartía la visión nacionalista de la era Milošević. La defensa del papel serbio en las guerras yugoslavas, así como la política anti-UE y anti-OTAN, son características también predominantes. Por otro lado, la población montenegrina esgrime que su idioma es diferente al serbio y que su historia y cultura les convierte en una comunidad o grupo nacional diferente. Para estos, el futuro de Montenegro no cabe sino dentro de la UE. Desde 1997, el país ha estado dirigido por este segundo grupo. 

En octubre de 2008 se proclamó una nueva Constitución, donde por vez primera el idioma montenegrino apareció como lengua oficial, aunque el serbio quedaría también reconocido como cooficial. De nuevo con el PSDM en el poder, la entrada en la Unión Europea y la OTAN se convirtieron en el objetivo principal del nuevo Gobierno del país ya independiente. En 2009 los ciudadanos montenegrinos obtuvieron la liberalización de visados para el área Schengen, y a finales de 2010 el Consejo Europeo otorgó a Montenegro el estatus de país candidato. Nueve años más tarde, sin embargo, Podgorica sigue sin haber obtenido un puesto dentro del club europeo. Aunque se le considera como el país candidato con más posibilidades —ha abierto 32 de los 35 capítulos de negociaciones para el acceso a la UE—, los rompecabezas que afectan al núcleo de la Unión, así como la corrupción institucional y el declive de la libertad de prensa —con Đukanović aún en el poder tras casi treinta años—, han ralentizado su membresía a la UE.

Montenegro, de la antigua Yugoslavia a la Unión Europea
Proceso de ampliación de la Unión Europea. Los Balcanes Occidentales, en gris, con Montenegro a la cabeza, permanecen en la cola de entrada a la UE. 

Para ampliar: “La ampliación de la UE en los Balcanes Occidentales”, Pol Vila en El Orden Mundial, 2019

El futuro de la política exterior de Montenegro podría decidirse en los próximos cinco años. La nueva Comisión, formada tras las elecciones europeas de mayo de 2019, no sólo tendrá que lidiar con los problemas endógenos del país y el decreciente interés de los Estados miembros por ampliar la UE, sino que además tendrá que hacer frente a la creciente influencia de otras potencias mundiales en Montenegro y la región balcánica en general. Estas influencias ya no solo provienen de Rusia —que presuntamente participó en un intento fallido de golpe de Estado en octubre de 2016 tras el acceso de Montenegro a la OTAN para desestabilizar y debilitar el país—, sino también de China, que con su nueva Ruta de la Seda apuesta por facilitar la construcción de infraestructuras, pero con unas garantías muy opacas, que podrían acabar por endeudar al pequeño país balcánico. En definitiva, Montenegro se encuentra en una encrucijada política, entre el deseo de entrar en el club europeo, que no llega a materializarse, y la influencia exterior de otras potencias, que, aunque no parecen ser la primera opción, podrían cobrar importancia si Bruselas da la espalda a Montenegro en los próximos años.

Para ampliar: “Rusia en los Balcanes Occidentales: un retorno previsible”, Pol Vila en El Orden Mundial, 2019

Montenegro, de la antigua Yugoslavia a la Unión Europea fue publicado en El Orden Mundial - EOM.


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