Revista Insólito
Cuando uno piensa en la ciudad de Monterrey primero que nada piensa en el Cerro de la Silla, en el cabrito al pastor y en la Macroplaza. Pero esta ciudad tiene mucho más para dar, no solo para el turismo común que se enfoca en lugares comerciales o de negocios, esta ciudad tiene mucho más que dar, algo muy rico, son sus leyendas antiguas y modernas, para todos hay.
Algunos piensan que solo son cuentos de miedo que narran los grandes para asustar a los niños, pero los que vivimos nuestra adolescencia en los 1980´s, sin las comodidades del internet ni las redes sociales, cuando solo pocos sabíamos que era la sana diversión con los videojuegos de 8 bits, no como los de ahora con los que se llegan a “enviciarse” con su realidad virtual y touch integrado.
En los años pasados relatos de misterios era la mejor compañía durante la noche a la luz de las velas o una lámpara de petróleo (quinqué). Un relato de “aparecidos” o “espantos” era lo ideal para esos momentos, y más cuando por las noches de tormenta ocurrían apagones en la ciudad. No había nada mejor en esos momentos, o al menos nada más entretenido, y más si lo acompañábamos de un buen chocolate y una pieza de pan dulce.
En aquellos años, al menos para algunos, no era tan famosa la leyenda de la Casa de Aramberri, mucho menos la Casa de los Tubos. Pero a nuestros oídos llegaban otro tipo de relatos más cercanos a nosotros. La supuesta aparición del “hombre pájaro” o “El pajarote” fue algo totalmente insólito para muchos habitantes de la zona sur de Monterrey, pues de la leyenda se surgieron los reportes noticiosos de sus avistamientos. Relatos que se siguen dando en colonias aledañas al Cerro de la Silla, pero ahora en el municipio de Guadalupe.
Muchos recordamos la gran tragedia que ocasionó el huracán Gilberto en la ciudad, y los cientos de vidas que arrebató, muchas más que las que indicaban las cifras oficiales. En fechas posteriores a este acontecimiento, algunos rescatistas de protección civil y oficiales de policía me llegaron a contar que algunos de ellos han visto caminar por el cauce casi seco del Río Santa Catarina, a personajes de aspecto fantasmal caminando sin rumbo, como perdidos, como si buscaran algo, pero que si uno intenta seguirlos desaparecen antes de llegar a los matorrales que abundan en el ancho canal de este río.
Algunos cuentan que se trata de los “fantasmas” de las personas que murieron arrastradas por la corriente aquella fatídica noche de septiembre de 1988, que todavía buscan como llegar a sus hogares de donde salieron, para nunca regresar.
Otras de las leyendas, algunas no muy conocidas, son las variadas historias de apariciones fantasmales en las casas del Barrio Antiguo de Monterrey, pero pocos saben que en una de tantas casas fue encontrada la osamenta de una mujer emparedada, la cual hasta salió en las noticias su hallazgo; según cuentan los habitantes de esa casa, se aparecía por la noches en el interior de su casa, y que incluso fue ese mismo fantasma el que reveló a una mujer que visitó ese lugar donde se encontraba sepultada esa pobre víctima de un mal amor.
Al hablar de fantasmas, a muchos les viene a la mente las anécdotas de las supuestas apariciones de “La planchada”, esa enfermera fantasmal, que según se dice, se aparece por las noches en varios importantes hospitales de la ciudad para atender y cuidar a los pacientes que se encuentran internados en estos nosocomios. Hay relatos de personas que aseguran haber recibido sus medicina de mano de dicha enfermera de apariencia muy elegante y bien arreglada, hasta quienes aseguran que fueron inyectados por las propias manos de la enigmática enfermera, algo que, supuestamente, ya no sorprende tanto a las enfermeras que trabajan en los turnos nocturnos de estos hospitales.
No falta la famoso relato del taxista que recoge a una mujer vestida de negro en calles del centro de la ciudad, la cual pide que la lleven al Panteón Dolores, quien luego de bajar del vehículo paga su pasaje normalmente, pero al irse alejando rumbo al panteón su imagen se vuelve de aspecto espectral, y ante la mirada atónita del chofer, traspasa los barrotes de la reja como si nada estuviera ahí, pero antes de ingresar a lo más profundo del cementerio, voltea a mirar al taxi, pero su rostro ya no es el de una mujer normal, es el de una pálida calavera.
Hay muchas leyendas más, pero hace falta espacio y tiempo para tantas que hay, y que valdría la pena abordarlas una por una, para compartirlas con las nuevas generaciones, que se pierden en el ciberespacio sin darse cuenta del tesoro de leyendas urbanas que esta ciudad tiene. Sin ir más lejos la ciudad de las montañas, es también una ciudad de leyendas.
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