Revista Comunicación

Monteseirín y la Sevilla del nacionalcatolicismo

Publicado el 26 diciembre 2010 por Jackdaniels

Dice Alfredo Sánchez Monteseirín en una entrevista que publica hoy Diario de Sevilla.

“En todos estos años hemos tenido el rechazo de ciertos sectores, pero contamos con las simpatías de los sectores más dinámicos, sociales, culturales, económicos y hasta de las tradiciones de Sevilla. Es cierto que nos critican en núcleos conservadores, con aires predemocráticos y del nacionalcatolicismo, que no tienen nada que ver con los tiempos que vivimos. Como se dice, hay gente pa tó. Si se presenta un libro sobre el candidato del PP acude mucha gente, pero igual no hubieran ido tantos a un acto político.”

No le falta razón. Se refiere a esa Sevilla estancada que, en palabras de Carlos Marmol, “esta presa de su propio mito” obsesionada por detener un tiempo inaprensible desde una mentalidad caduca y huera.

Una Sevilla cateta y pacata, que se instaló en un espacio anacrónico y de falsa sevillanía que pretende imponer a quienes en ella habitan como el único posible para que funcionen las cosas. Un modelo según el cual la ciudad es permanentemente una imagen en sepia donde nunca aparecen los barrios periféricos y en la que el sevillano apenas es una sombra alargada de los de siempre, de sus únicos dueños, que gozan el privilegio exclusivo de su disfrute eterno.

Monteseirín la quiso combatir con ideas y proyectos, que está muy bien, pero se equivocó a la hora de definir la estrategia de la batalla. Porque el Alcalde ha fallado en lo sustancial; no ha sabido entregar la ciudad a sus verdaderos dueños, todos los sevillanos, para que la defendieran de las avalanchas del inmovilismo. Ha pretendido ser él el único defensor de la fortaleza y llevarse toda la gloria de una victoria memorable, dejando al margen a las fuerzas más vivas de la ciudad. Es lo que suele ocurrir cuando el ego se impone a lo que dicta el sentido común.

El resultado no ha podido ser más lamentable. La Sevilla negra tiene hoy tanta fuerza como antaño y quienes estaban llamados a parapetarse en la universalidad de la ciudad y defenderla a ultranza están más desmoralizados que nunca. Porque batallas como éstas nunca se ganan sólo desde los despachos embutidos en complejos planos de proyectos gigantescos, sino que se hace a pie de calle, con toda la fuerza de la ciudadanía detrás.


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