Revista Opinión

Montesquieu está muerto

Publicado el 16 febrero 2015 por Polikracia @polikracia

La separación de poderes se define como la “ordenación y distribución de las funciones del Estado, en la cual la titularidad de cada una de ellas es confiada a un órgano u organismo público distinto”. Se considera como una de los requisitos indispensables a cumplir de todos los Estados de Derecho y, cuando no es así, se utilizan rápidamente términos como ‘dictadura’ o ‘régimen de opresión’. El problema que vemos en la sociedad es que, hoy en día, la separación de poderes no existe como tal en ningún país. Me doy cuenta de que esto pueda contradecirse con la opinión popular, pero permítanme argumentárselo.

Para simplificarlo, vamos a coger los tres poderes clásicos de Montesquieu: el poder legislativo, el poder ejecutivo y el poder judicial. El poder legislativo es, hablando llanamente, el poder de hacer las leyes, del cual se encarga el gobierno. El ejecutivo es el que lleva nuestro omnipotente rey, Felipe VI, que es el de ejecutar las leyes hechas por el gobierno y, finalmente, el poder judicial, desempeñado por los jueces, es el que administra la justicia en una sociedad.

Hasta aquí todo bien ¿verdad? Todo correcto. Parece ser que los tres poderes son independientes entre sí, distribuidos entre organismos totalmente separados entre ellos. Pero indaguemos más. Empezando por lo más fácil: la monarquía en España.

La palabra monarquía proviene de dos palabras griegas: “monos”, que significa uno, y “arkein”, que significa poder. La ironía es clara: el único organismo de poder cuyo nombre sugiere que es omnipotente es, en nuestro país, el organismo con menos poder efectivo. La figura del rey como jefe de estado es eso: una mera figura. El ‘poder’ ejecutivo en nuestro país es una ilusión, una sombra de lo que debe ser por las limitaciones que se le ha puesto. El jefe de Estado debe ser neutral ante todo, pero se ha llevado hasta el punto de la hipérbole, donde el ejecutivo no puede hacer nada por miedo a perder esta neutralidad. La función del rey de España se ha limitado a buscar relaciones con otros países, lo cual es muy útil, pero se ha perdido el sentido de lo que es inherente al cargo.

Dado a que vamos a dejar lo mejor para el final, el siguiente asunto a tratar es el de la aparente independencia del poder judicial. Gracias a políticos como Albert Rivera, de Ciutadans (no, no lo voy a llamar ciudadanos, pero esa es una discusión para otro momento), muchísima gente se ha dado cuenta de que el poder judicial no es todo lo independiente de lo que aparenta, y ahora vamos a discutir por qué.

Desde el año 1985, los doce vocales del poder judicial (los 12 vocales jueces) son elegidos por el Parlamento español, mostrando la absoluta politización del poder judicial. Alfonso Guerra, celebérrimo diputado del ilustrísimo Partido Socialista Obrero Español (nótese el tono irónico), dijo que Montesquieu estaba muerto, y hay que decir que nunca un político español ha estado más acertado en su análisis de la situación.

Es ahora, queridos lectores, donde viene lo bueno. ¿Qué puedo decir del poder legislativo que no se ha dicho ya? El legislativo es el organismo político donde más corrupción y tráfico de influencias hay. Esto no quiere decir que los otros organismos están exentos de estos dos problemas (lo confirman los duques de Palma), pero la dimensión a la que operan los políticos es infinitamente superior.

El poder legislativo es el poder que menos se ve afectado por los otros poderes citados por Montesquieu, pero esto no significa que sea un poder independiente. Las instancias más claras donde vemos algo de influencia de otros poderes es, por ejemplo, la manera en la cual se aprobó la ley de abdicación del ex rey de España, Juan Carlos de Borbón. Esto le puede parecer escandaloso a algunos, pero esto es casi ínfimo cuando lo comparamos con la influencia de un cuarto poder que el Barón de Montesquieu se dejó: el poder económico.

La familia Pujol y Luis Bárcenas son quizás los casos más célebres de la influencia que tiene el poder económico sobre el legislativo en España. Para el que esté viviendo en una cueva y no se haya enterado: Jordi Pujol, ex presidente de la Generalitat de Cataluña tiene una fortuna de miles de millones de euros (sí, he dicho miles de millones) procedentes del cobro de comisiones de contratos concedidos a empresas varias, y Luis Bárcenas reveló una contabilidad B del Partido Popular, mostrando una financiación presuntamente ilegal.

Tras ver estas cosas yo, como ciudadano, me indigno. Me indigno porque aún se considera que hay una separación de poderes cuando todos sabemos que es una mera ilusión, algo que se dice para que la clase gobernante pueda dar cara a la ciudadanía. Si Montesquieu estuviera vivo ahora, creedme cuando digo que no habrían tres poderes. Hay un poder, queridos lectores, y se llama el dinero. Los otros tres son simplemente herramientas que se utilizan para que las élites económicas puedan ejercer su poder de manera total y devastadora.

Cuando Guerra dijo que Montesquieu estaba muerto, ni siquiera él mismo sabía lo acertado que estaba. Montesquieu está muerto, las élites económicas han desfigurado sus teorías. Montesquieu está muerto, y nadie hace nada para restaurar su legado. Montesquieu está muerto y, mientras el ser humano sea codicioso y egoísta, no hay nada que podamos hacer para mejorar nuestra situación.


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