Casi al mismo tiempo se conoció un nuevo dato sobre su máster: algunas de las notas habían sido manipuladas después de haberse cerrado las actas, algo incluso claramente más grave que matricularse fuera de plazo o no ir a clase en un máster de tipo presencial. Fue entonce y parece que a instancias de Pedro Sánchez, cuando se produjo el primer signo externo de apoyo a Montón. El número dos del PSOE, José Luis Ábalos, y la portavoz, Adriana Lastra, salieron a la palestra en defensa de la ministra, mientras en el seno del partido aumentaba el clamor para que se la dejara caer. Haciendo caso omiso a esa demanda, Sánchez completó la faena con una defensa de la labor de Montón en Sanidad, evitando en todo momento referirse a las irregularidades del máster. De repente y en menos de un minuto, Sánchez indultó políticamente al líder del PP, Pablo Casado, enredado también en un máster más que dudoso y sobre el que pesa la posibilidad de ser investigado por el Supremo en relación con este asunto.
Foto: Las Provincias
Apenas después llegó la traca final cuando se supo que Carmen Montón también plagió buena parte de su trabajo de fin de máster, ese que los periodistas le pedían que les dejara ver y ella se negaba en redondo. Acabó aquí su resistencia - bien es verdad que ha demostrado tener mucha menos que Cristina Cifuentes - y presentó su dimisión. Eso sí, no hubo en esa comparecencia sin preguntas ni una palabra para reconocer que se benefició indebidamente de un trato de favor por parte de la Universidad Rey Juan Carlos; lo que no faltaron en cambio fueron muchos ditirambos para Pedro Sánchez por el apoyo recibido.
Puestos a repartir responsabilidades políticas es difícil decidir por dónde comenzar y quién se lleva la peor parte. Montón debió haber dimitido el mismo lunes por la mañana si no iba a ser capaz de contrarrestar de manera convincente la información sobre su máster. Al aferrarse al cargo obligó al partido y al presidente a salir en su defensa para luego dejarlos, literalmente, con el culo al aire. Sánchez ha quedado retratado de nuevo como un presidente falto de la determinación necesaria para tomar decisiones difíciles en situaciones como esta. En eso no se ha diferenciado en absoluto de lo que ante este tipo de escenarios hacia Rajoy: callar mientras podía y cuando no le quedaba más remedio que hablar, defender a su gente contra viento y marea y hasta contra las evidencias.
Aún peor resulta el hecho de que el presidente ha demostrado con claridad que estaba dispuesto a salvar de la quema a Montón, aunque eso convirtiera en filfa su discurso regenerador y liberara de paso de responsabilidades políticas a Casado. Ahora, quienes sostienen que Montón y Sánchez han actuado de manera ejemplar, piden la dimisión del presidente del PP. Tal vez debería dimitir, pero olvidan quienes lo piden con tanta convicción que durante dos días con sus cuarenta y ocho horas, Pedro Sánchez y el PSOE han dado muestras de que confiar en que serán fieles a sus promesas de la oposición dependerá en última instancia de que haya o no de por medio alguien de los nuestros.