Pues sí, o Cristóbal Montoro lo aclara con todo lujo de detalles o tendré que empezar a creer que los independentistas catalanes pagaron el 1-0 con el dinero de una rifa. Eso o tiene razón la Guardia Civil cuando asegura que al menos 1,9 millones de euros eran de usted y míos. La última montorada negando que el referéndum ilegal se pagara con dinero público está teniendo un efecto demoledor y lo que te rondaré. Al Gobierno lo ha dejado a los pies de los caballos, sobre todo después de que se celebrara el referéndum que siempre prometió que nunca tendría lugar porque los independentistas no podrían pagarlo. Pues lo hicieron y, al parecer, también lo pagaron con dinero público, según la Guardia Civil. ¿Cómo? Eso es lo que tendrá que explicar Montoro ante la opinión pública y al juez Pablo Llarena.
La investigación que dirige el magistrado del Supremo ha quedado también desautorizada por las manifestaciones de Montoro, abiertamente opuestas a los resultados de la investigación policial. Y por supuesto, ha dado un nuevo balón de oxígeno a los independentistas que ahora podrán alegar ante los jueces alemanes que Puigdenmont no sólo no cometió rebelión sino que tampoco empleó el dinero de todos los españoles en una consulta ilegal. Vamos, lo que viene siendo un santo varón con todas las bendiciones oficiales incluida la de Montoro.
Que una semana después de sus declaraciones Montoro siga siendo ministro de Hacienda forma parte de las más arraigadas costumbres políticas españolas. No hay más que fijarse en el responsable de su nombramiento, que también debió haberse ido a casa hace años, y ahí sigue obviando la corrupción en su partido y con ganas además de repetir. Lo que sí me va pareciendo no urgente sino urgentísimo es que Montoro me explique este milagro de los panes y los peces independentistas: resulta que no podían ni oler un euro público porque Hacienda tenía las cuentas intervenidas y bajo llave pero así y todo hicieron brotar 1,9 millones de euros de la nada. Es exactamente el mismo milagro que el de las urnas chinas para el referéndum.
Entonces, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría y Montoro también prometieron que nunca se celebraría la consulta porque no habría urnas en las que votar, pero los independentistas se las agenciaron para que las hubieran dejando al Gobierno en evidencia. Prefiero no imaginar que la estrategia de Montoro ante el feo asunto del dinero público para el referéndum es la de negar la mayor por mucho que la Guardia Civil diga lo contrario. Las dudas, no obstante, sobre la eficacia de la vigilancia y el control del dinero que gastó la Generalitat aumentan a medida que pasan los días sin que el ministro se explique. Porque si ha sido engañado o burlado por los dirigentes secesionistas - que es lo que empiezo a sospechar - debe reconocerlo cuanto antes y a continuación abandonar el Gobierno sin perder un minuto. Especialmente alguien como Montoro, tan aficionado a dar lecciones a todo el mundo de ética y eficacia en el gasto público y tan poco partidario de recibirlas.