Revista Opinión

Montoro, Sánchez Camacho y el undécimo mandamiento: "No odiarás a tus políticos"

Publicado el 23 mayo 2014 por Franky
Sucedió el miercoles 21 de mayo en Cataluña, tierra desafecta que desea independizarse. La presidenta del PP en Cataluña, Alicia Sánchez Camacho, estaba junto al ministro de Economía, Cristóbal Montoro, cuando un grupo ha atacado el vehículo oficial en el que viajaban. El dispositivo de propaganda del gobierno se ha puesto inmediatamente en marcha con escasa fortuna, pues ha calificado el acto de "Ataque a la democracia" y a los atacantes como "Antisistemas". «El ministro Montoro y yo hemos pasado miedo de que se rompiera algún cristal, estábamos indefensos. Nos han lanzado botellas, piedras y han dado patadas al coche», ha asegurado Sánchez Camacho. La política catalana ha culpado también a la policía catalana que debía garantizar su seguridad y ha prometido que exigirá responsabilidades.

El episodio es una manifestación mas de la crispación que se vive en la España que los políticos han malgobernado, arruinado y convertido en una tierra injusta, desigual y dominada por la corrupción, el desempleo, la pobreza, la arrogancia de los poderosos y el abuso de poder.

Vapulear y agredir a representantes públicos podría considerarse, ciertamente, un "ataque a la democracia", pero en todo caso un ataque menor que el que perpetran a diario los ministros y altos cargos de los grandes partidos y de los gobiernos, que convierten el país en una tierra infectada donde campean por sus fueros los ladrones, los saqueadores, la injusticia, el abuso de poder y la corrupción mas infecta. Eso si que es un verdadero y terrible "ataque a la democracia".

Corre el rumor en las redes sociales de que los ministros muy católicos y practicantes del gobierno de Rajoy van a pedir al Papa Francisco que agregue un nuevo mandamiento de la Ley de Dios para cumpliento exclusivo de los españoles. Se trataría del undécimo y sería el de "No odiarás a tus políticos", un intento dersesperado por frenar el rechazo a la clase política española, ya convertido en odio, como quedó demostrado recientemente cuando muchos españoles, por desgracia demasiados, aplaudieron vergonzosamente el asesinato de una política del PP, la presidenta de la Diputación Provincial de León.

La situación de España es tan grave que los políticos han sido despojados ya por el pueblo de cualquier resquicio de legitimidad. Una democracia no puede ser gobernada por gente a la que la mayoría de los ciudadanos odian. Ocultarlo e ignorarlo puede que les permita continuar en el poder, pero a cambio de dañar el sistema y de que el problema se torne cada día mas terrible y escalofriante.

Los grandes partidos políticos españoles han fracasado, pero sus dirigentes, atiborrados de poder, impunidad y privilegios, después de haber transformado la democracia en una oligocracia sin controles, frenos o contrapesos, se niegan a reconocer su inmenso fracaso, a pesar de que se refleja en las encuestas, en el día a día y, muy pronto, también en las urnas, donde por lo menos dos de cada tres españoles les dará la espalda adhiriéndose a la abstención, al voto en blanco, al voto nulo de protesta o apoyando a pequeñas formaciones para arrebatar dinero, poder y escaños a esos partidos culpables de la ruina, el desprestigio y la putrefacción de España.

Los ministros socialistas y peperos confían, quizás, en que la Iglesia, como ha ocurrido muchas veces en el pasado, venga a ayudarles y diga a los creyentes que Dios prohíbe odiar a los políticos, aunque esos políticos te aplasten, te arruinen con impuestos abusivos y hayan construido en tu entorno una sociedad injusta, triste, desesperada y sin valores. Sin embargo, la solución no está en el "No odiarás a tus políticos", sino en que ellos se marchen y el sistema sea reseteado y rediseñado para que no acoja en la cúspide a saqueadores, abusadores y manadas de políticos profesionales, arrogantes, egoístas, torpes y habituados tanto a anteponer sus propios intereses al bien común como a aplastar a los ciudadanos y ordeñar hasta el infinito la ya escuálida teta del Estado.



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