Ya se lo expliqué hace tres años, y me reitero: para saber lo que es el Salon du livre et de la presse jeunesse Seine-Saint-Denis (o lo que todo el mundo por aquí conoce como la feria o el salón de Montreuil), hay que ir a verlo, porque contado suena a cuento de hadas, a imaginaciones mías, a está exagerando, ya será menos, se ha pasado tres pueblos, o cualquier otra expresión al uso. Pero no. Vayan, vayan un año y lo verán. Si les gusta el libro infantil, si les gusta la ilustración, incluso si les gusta el cómic, no hay nada, al menos dentro de nuestras fronteras y que yo conozca, que se le parezca. Quizá la feria del libro de Madrid, o el salón del cómic de Barcelona, le den un aire, pero la gracia, por supuesto, está en que cada evento es único, y el hecho de que Montreuil esté única y exclusivamente centrado en el libro infantil/ilustrado, y que tenga lugar en un país como Francia, donde el medio tiene una consideración bastante mejor de la que tiene en nuestro país, le da su toque particular.
Todo lo que pueda contarles, de hecho, ya se lo conté hace tres años. Un pabellón ferial con dos plantas de stands y librerías, más una tercera, más reducida, dedicada a una exposición temática (este año el tema era la aventura). El libro como centro total y absoluto del recinto (por si se les ocurre pensar en el salón del cómic, no: sí que hay una sección dedicada al audiovisual, y también una dedicada al libro electrónico, pero eran una gota en el océano de libros que inundan el espacio). Los grandes stands, espectaculares: Rouergue, Seuil, Albin Michel, La joie de lire, Thierry Magnier, Palette, Casterman, Sarbacane, Rue du monde, Autrement, Didier Jeunesse. Las librerías, para pasar horas: la de las pepitas, la de la aventura, la de cómic, la de arte. Y, repartidas por todo el recinto, los incontables pequeños (o no tan pequeños) stands: MeMo, Hélium, La Maison est en carton, Notari, L'atelier du poisson soluble, Le baron perché, la librería belga o el stand de editores asociados. Cada paso, cientos de libros. Cada paso, cientos de posibilidades.
Y he ahí el drama de Montreuil: es demasiado. Demasiado para concentrarlo en dos días. Para digerirlo, para poder disfrutarlo, para no arrepentirte, para salir de allí sin la sensación de que se te ha escapado algo importante. Hay que ir con una disposición que yo, todavía, no he sido capaz de conseguir. Hay que ir sabiendo que corres ese riesgo, y asumiéndolo alegremente. Hay que ir sabiendo que vas a encontrar 50 libros que te llevarías a casa, pero que solo vas a poder llevarte 10. Hay que ir sabiendo que, como mínimo, se te van a quedar 5, 10 o 15 libros allí que te morirías (te mo ri rí as) por llevarte a casa, pero que no puede ser, por la maleta, por el espacio, por el dinero, porque no puede ser bueno (porque nada sin moderación es bueno...)
No me imagino pasando por esto cada año, como hacen mis compañeras de esta segunda escapada mía.
Sí, el placer es indescriptible... sí, los libros que sí que se han venido conmigo son perfectos... pero yo me cortocircuito muy rápido y en seguida me agobio de tener que tomar una decisión (tú-te-vas-y-tú-te-que-das), así que con una vez cada tres años creo que tengo suficiente...
Y dicho esto... ¿les apetece ver fotos?
[Consejo práctico: haciendo click encima de las presentaciones podrán verlas a mayor tamaño y al ritmo que más les guste y no el que dicta el pase automático de Picasa.]
Primero, un pequeño especial sobre una librería que visitamos el primer día, La sardine a lire. Venía muy recomendada (por Stel·la y por las chicas de SD), y la verdad que llegar a París, soltar las cosas en el hotel, e irnos corriendo para darnos la primera zambullida entre libros nos sentó de maravilla. Es una tiendecita pequeña y coqueta, muy bien aprovechada, y en la que se respira un ambiente muy agradable. Había por allí libreras contando cuentos a posibles clientas, un escaparate navideño a medio montar, un rincón de cómics pequeño pero delicioso, y un montón de gadgets (postales, juegos, disfraces, muñecos...) para rodear a los niños de magia y creatividad a todas horas. Pudo haber sido mi perdición, pero me contuve... y ya vi dos de los libros que me hubiera gustado traerme pero al final se quedaron en París.
Viernes y sábado los dedicamos íntegramente al salón. Dos días es lo mínimo. No me imagino yendo con menos tiempo para dedicarle al salón: los stands, los autores y la exposición. Sería inabarcable y la sensación de frustración todavía mayor, así que si repito, solo será si puedo organizarlo igual que este año: saliendo el jueves y volviendo el domingo.
Sobra decir, y lo verán por algunas de las fotos, la alegría que da también encontrarse allí con libros de aquí. El abuelo de Marta Altés, el miedo de Pere Vilà y Sergio Mora, el ratoncito Pérez de Herreros y Lópiz, un par de Nesquens, los stands de Mamut y Milimbo, las 160 diferencias de Martí y Salomó...
Qué les voy a decir del plantel de autores presente en las sesiones de firmas del salón... Te das cuenta de la mucha influencia que tiene el mercado francés (si para bien o para mal, ya dependerá de quien juzgue) sobre nuestras lecturas, especialmente en lo referente a cómic, libro infantil e ilustración. Si hace tres años fueron Beatrice Alemagna, Hervé Tullet, Roberto Innocenti o Tom Schamp, este año han sido Kveta Pacovska, Germano Zullo y Albertine, Kitty Crowther o José Parrondo, entre otros... muchos otros!
... y todavía nos dio tiempo de dar un paseo por París, y encontrar libros y lectores en algunos rincones de la ciudad.
Hay que ser fuerte para vivir Montreuil.
O quizá que no les pierda tanto la posesión del objeto como a mí.
Después, cuesta recuperarse.
Cuesta volver a casa.
Pero ahí están Barbara Fiore y Thule y Kalandraka y sinPretensiones y Los Cuatro azules y nuestras Astiberri y Sins Entido y... saldremos adelante.
Y si de vez en cuando me tengo que escapar a Abracadabra y perderme en los estantes de importación francesa... pues me escapo.
Y sobreviviré hasta Montreuil 2015.
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Post scriptum para curiosos: la lista de la compra.
- La tête ailleurs, de Marie Dorléans (Le Baron Perché).
- Contes à la carte, de Jean-François Barbier (Thierry Magnier).
- Encore un quart d'heure, de Camille Chevrillon, Françoise Lison-Leroy y Colette Nys-Mazure (Esperluète).
- Les gratte-ciel, de Germano Zullo y Albertine (La Joie de Lire).
- ABC Tam Tam, de Gianpaolo Pagni (MeMo).
- L'horizon Facétieux, de Juliette Binet (Gallimard).
- Ré-créatures, de Cruschiform (Gallimard).
- L'invitation, de Kveta Pacovska (Les Grandes Personnes).
Y la lista de los que esta vez no pudo ser.
- Mon ami, de Gaëtan Dorémus (Rouergue).
- De temps en temps, de Anne Herbauts (Esperluète).
- Il était un arbre, de Émilie Vast (MeMo).
- Le collectionneur, de Serge Bloch (Bayard).
- Les lettres de l'ourse, de Gauthier David y Marie Caudry (Autrement).
- Nappe comme neige, de Marion Fayolle (Notari).
- Le colis rouge, de Clotilde Perrin (Rue du Monde).
- Rêveur des cartes, de Martin Jarrie (Gallimart).
- L'homme en pièces, de Marion Fayolle (Michel Lagarde).
- Le petit Gibert illustré, de Bruno Gibert (Albin Michel).
- Un jour un ami, de Chiara Carrer (La Joie de Lire).
- Quelques-unes des choses qu'il faudrait tout de même que je fasse, de Georges Perec y Bruno Gibert (Autrement).
- Mette et les cygnes sauvages, de Muriel Bloch y Sandra Dufour (Thierry Magnier).
- Catalogue des adieux, de Marina Mander y Beppe Giacobbe (Rouergue).
Sobre estos libros, solo dos cosillas, estrechamente relacionadas.
Una, que muchos de ellos no los compré porque mi nivel de francés no me hubiera permitido disfrutarlos como debería (el caso de Les lettres de l'ourse, Rêveur des cartes y Le petit Gibert illustré). Estos son los que me dolieron menos...
Y dos, señores editores: ¿no se animarían ustedes a publicar por aquí alguno de estos títulos?
Y sí, ahora sí, para terminar (si han llegado hasta aquí es como para darles un premio; si quieren seguimos en los comentarios), lo de ese último libro de la lista, el "catálogo de adioses", que casi acaba conmigo: ya le había echado el ojo hace tres años, la primera vez que visité la feria, y esta vez me pasó desapercibido hasta que ya estaba con un pie fuera del salón y no podía gastarme ni un euro más sin sentir un remordimiento de conciencia tal que, si me lo hubiera comprado, todavía hoy me lo miraría con cara de pena. Por mis muertos, que la próxima vez que pise Montreuil será el primer libro que vaya a buscar y si lo encuentro... a la tercera no se me va a escapar, de eso pueden estar seguros.