Revista Cine
La Irlanda de principios de la década de los noventa es el marco histórico en el que se desarrolla Moone Boy, sitcom creada por Chris O'Dowd, uno de mis actores favoritos. Fue uno de los protagonistas de la siempre añorada The IT Crows, sorprendió como William Rackham en The Crimson Petal and the White, y apareció en dos películas que siempre recomendaré: The Boat That Rocked y Frequently Asked Questions About Time Travel. A través de la serie descompone sus recuerdos infantiles para crear una comedia amable con toques costumbristas y surrealistas, combinación que combina con pasmosa facilidad sin que resulte extraño que el pequeño protagonista, Martin Moone - trasunto del propio O'Dowd - hable con su amigo imaginario -interpretado por O'Dowd -. La serie, que ya ha sido renovada para una segunda temporada de seis capítulos, se emite por Sky1.
Martin Moone (David Rawle) vive en el seno de una familia católica de clase media; Debra (Deirdre O'Kane) es la madre y Liam (Peter McDonald) el padre. Martin es el pequeño y vive acosado, hostigado, y sobrepasado por sus tres hermanas mayores: Trisha (Aoife Duffin), Fidelma (Clare Monnelly) y Sinead (Sarah White). Todos ellos personajes muy secundarios dibujados con apenas dos o tres pinceladas. Es el pequeño Martin y su amigo imaginario Sean Murphy los que llevan todo el peso de la historia; aún así los padres se lucen como saboteadores de sus vástagos en el último capítulo de la temporada.
En conjunto Moone Boy es una serie tierna con toques humorístico, unos más marcados que otros, que nos muestra como era la Irlanda de aquellos tiempos a través de los ojos de un impresionable e imaginativo niños de 12 años. 1990 queda muy atrás, ese mundo ha desaparecido pero O'Dowd vuelve a su infancia con nostalgia y el cariño aunque también magnificando hechos y distorsionando acontecimientos porque la vivencia infantil no es igual a la adulta y porque el tiempo - si hay cariño de por medio - endulza y transforma cualquier recuerdo. Las hermanas son crueles, los padres se ven superados por las circunstancias y se mueven entre dos polos opuestos desde la sobreprotección a la desidia.
La ciudad de Boyle es un microcosmos con particularidades únicas como los padres que no pueden controlar a los hooligans que tienen por hijos, la campaña que montan las madres por Mary Robinson o el rico, lascivo y extraño hombre rico del pueblo.
Yo me crié en un pequeño pueblo y reconozco muchas de las historias y retos infantiles a los que se hacen referencia en la serie. Por desgracia yo no tenía un amigo imaginario cantarín y barbudo que me sirviese de consejero, apoyo y válvula de escape. Boyle, Irlanda, es uno de esos pueblos que sin llegar a la categoría de Cicely, Alaska, tiene el suficiente encanto y mala hostia como para hacer un alto en el camino y disfrutar de las vistas.