Revista Opinión

Morad: “Cuando empecé a cantar, no tenía cuenta corriente y los bancos no me querían abrírmela”.

Publicado el 24 febrero 2022 por Santiagomiro
Morad: “Cuando empecé a cantar, no tenía cuenta corriente y los bancos no me querían abrírmela”.Morad: “Cuando empecé a cantar, no tenía cuenta corriente y los bancos no me querían abrírmela”.

En “Lo de Évole” de La Sexta, Jordi entrevistó a Morat, el rapero de 22 años en su barrio de La Florida, quien denunció los prejuicios que sufrió: “Los bancos no me dejaban abrir una cuenta para meter el dinero”. Está claro que Morad se distancia notablemente de los artistas prefabricados que muchas veces surgen de las discográficas. Nacido en Barcelona y criado en el conflictivo barrio de La Florida, en L'hospitalet de Llobregat, Morad (El Khattouti El Horami) descubrió el camino de la música y se convirtió en un referente para muchos de sus seguidores. Hoy los tiene a millones en las redes sociales.

“Tuve millones de visitas muy rápido –recordaba aludiendo a la primera canción que colgó en Youtube–, pero yo no vi el dinero. De pronto, a los 19 años, me llamaron de Sony y me ofrecieron 60.000 euros por firmar con ellos para dos álbumes. Pero no firmé porque yo sabía que ese dinero lo podía hacer yo solo. Mi música no está en discos físicos porque yo no quiero. Cobro de internet y gano más que un jugador de fútbol de Primera. Puedo hacer más de un millón de euros al año”, confesó. “Lo malo fue cuando empecé a ganar y no tenía dónde guardar la pasta. Porque no tenía cuenta corriente y, cuando empecé a cantar, los bancos no me dejaban abrir una cuenta”. Así, tras una peregrinación por varias sucursales con prejuicios, fue su madre la que tuvo que interceder para lograr una cuenta bancaria que ahora rebosa de ceros.

“Mi madre sí que sufrió el racismo de verdad, pero nunca se enfadó. Decía que eso era normal. Hay gente que odia unas cosas y otros, otras. Yo no lo sufrí mientras vivía en el barrio, pero cuando me cambiaron de colegio y me llevaron a los Jesuitas, sí. Teníamos un grupo de Facebook y un chaval empezó a meterse conmigo. Cuando le respondí empezaron los insultos racistas. Mono, moro de mierda… Le dije no volviera a meterse contra mi religión, pero el siguió. Así que le di un puñetazo y me echaron del colegio. Me puse a llorar cuando se lo di porque no me gustaba ver llorar al chaval”.

“Antes no tenía para entrar en las tiendas y tenía que robar las prendas. Ahora pago todos los meses a Hacienda. Y pago bien. Y me parece bueno porque siento que estoy contribuyendo. No he cotizado nunca en mi vida y para una vez que puedo cotizar el máximo, me encanta”, afirmaba un artista que tiene pendientes aún varias causas con la Justicia de sus años mozos. “No tengo miedo a que me metan en la cárcel, aseguraba “Avisé a la comisaría de aquí de que no quería llegar a ese punto de tener que cantar 'Cataluña, fuck mossos d'esquadra'. Dejar de tratarme mal porque voy a hacer que te cantes eso, les decía. Y eso no es ilegal, no estoy diciendo nada. ¿Qué hago si el policía es corrupto, si aquí nos tratan mal? Tengo que cantarlo”, manifestaba. Con raíces marroquíes, Morad asegura que el racismo es un mal endémico en la actual sociedad. “Yo soy español y marroquí pero no han querido verme español en ningún lado”.

El cantante recordó su humilde infancia y cómo vivía con ocho familiares en un piso de 50 metros cuadrados. A pesar de todo, fue una de las mejores etapas de su vida, hasta que le metieron en un centro de menores del que siempre se fugaba porque quería estar con su madre. Una cárcel de menores que recuerda como “el mismo sistema de adultos, menos pena, pero igual. De hecho, reconoce que “cuando salí, me convertí en malo“, una época de la que se arrepiente y “pediría perdón mil veces a las personas que robé, pero que me ha convertido en lo que soy”. Morad es un artista que compite en escuchas y relevancia con gente como Aitana y con Rosalía, con la diferencia de que él tiene aún tres causas pendientes. De hecho, reconoce que gasta casi 100.000 euros en abogados para su equipo. Una cantidad inabarcable para la mayoría de personas pero que el actual Morad sí se puede permitir.

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