Título: MoraviaAutor: Marcelo Luján Editorial: El Aleph Año de publicación: 2012Páginas: 171ISBN: 9788415325192
Descubrí al argentino Marcelo Luján hace un año, cuando la editorial Baile del Sol me envió su libro Arder en el invierno. No conocía la obra ni mucho menos el autor, pero eso no impidió que disfrutase muchísimo con una lectura que me sorprendió y me fascinó. A lo largo de este año he mantenido el contacto con Marcelo por email y hace un mes se puso nuevamente en contacto conmigo para enviarme su nuevo libro, una novela titulada Moravia. Nada que ver con los relatos que conforman Arder en el invierno. Son dos obras totalmente distintas, pero igual de intensas, sorprendentes, fascinantes e hipnóticas.
Moravia nos traslada a la Argentina de 1950 y nos cuenta la historia de Juan Ceferino Kosic, el bandoneonista de una famosa orquesta de Nueva Orleans. Allí vive con su mujer, Lidia Estefanía, y con su hija, la pequeña Sara. Los tres forman una familia unida, feliz. Gozan de una posición social y económica privilegiada debida, principalmente, a la familia de Lidia Estefanía Míclav. Ella y sus padres huyeron de Praga durante la Segunda Guerra Mundial. Pero tienen dinero, amigos, contactos. Por eso Lidia Estefanía y su madre pueden viajar desde Nueva Orleans a París, a Londres. Y eso es lo único que importa. No el pasado.
Ninguno de los dos habla de su pasado con su pareja. Lo evitan. Lo rehuyen. Lo olvidan. O al menos lo intentan. A Juan no le gusta hablar de su familia. De su huida de Argentina, primero a Brasil y luego a Estados Unidos. De su huida de Colonia Buen Respiro, ese pueblo de provincias, del interior, alejado de Buenos Aires, en el que vivía con su madre Anna y su hermana Ofelia. De la pensión que fundaron sus padres, Anna Matriková y Alexander Kosic poco después de llegar a Argentina en 1906 procedentes de su Checoslovaquia natal, huyendo del padre de Anna, violento y alcohólico.
A ninguno de los dos les importa el pasado, únicamente el presente. Están cansados de huir, de viajar. Lidia Estefanía se conforma con ser feliz, con que su familia, su marido y su hija lo sean. No desea nada más, no quiere nada más, no necesita nada más. Por eso apoya incondicionalmente a su marido, incluso cuando no está de acuerdo con él.
Como ahora, cuando los tres recorren en barco y en tren la enorme distancia que separa Nueva Orleans de Rincón del Gaucho, a tan solo seis kilómetros de Colonia Buen Respiro. Ese es el objetivo de Juan, su obsesión, su único deseo. Volver. Volver a su casa, reencontrarse con su madre y con su hermana y demostrarles que ya no es el inútil que ellas recuerdan, el vago, el iluso, el soñador, el pobre, el muerto de hambre.
Ahora es un hombre de cuarenta años casado con una hermosa mujer, padre de una preciosa hija y, sobre todo, un bandeonista famoso, reputado, respetado y rico, muy rico. Muchísimo más de lo que ellas jamás podrán imaginar. Y quiere que ellas lo sepan. Decírselo a la cara, mirarlas a los ojos y restregarles su posición, su presente, su brillante futuro y demostrarles que por fin ha roto ese lastre que le unía con su pasado, con ellas, con la pobreza.
Lleva quince años soñando con ese reencuentro, imaginándolo, planeándolo paso a paso, planificándolo hasta en el más mínimo detalle. Para él es como un juego, como una partida de ajedrez. Sabe perfectamente cuáles van a ser sus movimientos.
Pero lo que no sabe es cuáles van a ser los movimientos de su madre y de su hermana. No sabe cómo van a reaccionar cuando lo vean, ni siquiera sabe si serán capaces de reconocerlo. Porque nadie es capaz de imaginar de qué son capaces una madre y una hermana quince años después.
Precisamente el final de la historia es lo que más me ha sorprendido, lo que más me ha impactado, lo que más me ha fascinado y lo que más me ha seducido. Un final inesperado, imprevisible, sorprendente, inimaginable, pero al mismo tiempo cercano, real, humano, apasionado.
Tan apasionado como el resto de la historia. Una historia lenta y al mismo tiempo intensa, alejada en el tiempo pero cercana en los sentimientos, increíble pero verosímil. Una historia llena de la música de los tangos, del sabor del mate. Una historia cálida y triste, dulce e injusta. Una historia llena de nostalgia y de olvido, de sueños y de fantasmas, de ternura y de rabia, de amor y de odio.
Una historia que más que leer se escucha, entre susurros con acento argentino. Susurros que susurran, pero que también gritan, se desgarran, se dejan el alma. Un alma eternamente condenada. Por una pasión irracional. Por la envidia. Por el odio. Por la avaricia. Por el rencor. Por la rabia. Por el amor. Por la codicia. Por la entrega irracional. Por querer vivir. Por querer jugar. Porque hay juegos a los que nunca se debe jugar.