Revista Cine
Mi primera función en Morelia 2013 fue, por supuesto, la cinta inaugural Gravedad (Gravity, EU, 2103), el más reciente largometraje de Alfonso Cuarón. Decidí no asistir a la inauguración -la amenaza de que los ubicuos maestros de la CNTE iban a hacer su aparición me hizo desistir-, así que tomé un taxi, fui a Cinépolis Las Américas y compré mi boleto para ver la tan alabada película de Cuarón en una función común y corriente. Por supuesto, habrá que escribir más en su momento, ya que termine el festival, pero a bote pronto -no tanto: la vi hace más de 24 horas- tengo que aceptar que se trata de la obra maestra de Cuarón hasta el momento: una película orgullosamente hollywoodense con todas las de la ley, cuyo efecto especial más eficaz no son las fascinantes escenas espaciales -¡ese plano secuencia inicial de 18 minutos de duración!- sino el carisma y la presencia de sus dos actores protagónicos: George Clooney y, sobre todo, Sandra Bullock. No se trata de un clásico instantáneo -ni que fuera nescafé- pero sí de la mejor película hollywoodense que he visto en lo que va del año. Pero habrá que volver a ella con más tiempo y con más espacio. La primera cinta mexicana en competencia fue Manto Acuífero (México, 2013), segundo largometraje de Michael Rowe que, ha dicho el director, forma parte de una trilogía en marcha sobre la soledad. La primera fue la notable Año Bisiesto (2010), la segunda es precisamente Manto Acuífero y la tercera, ya anunciada, será Rest Home, a estrenarse el año próximo. La película está impecablemente realizada -el diseño de producción es del oscareado Eugenio Caballero, la fotografía de Diego García-, la niña protagonista Zailia Sofía Macías se sostiene bastante bien durante todo el filme, pero la historia es demasiado opaca para mi gusto. Supongo que este año he cumplido mi cuota de minimalismo dramático. Caro, una niña de unos 8 años de edad, deja la ciudad de México para irse a Cholula con su mamá (Tania Arredondo) y su padrastro Felipe (Arnoldo Picazzo). La nueva casa es grande, especialmente el patio de atrás, lleno de plantas, hojas muertas y un pozo seco. Ahí, viendo bichos, juegos con unos palos, criando a una gallina con todo y sus pollitos, escondiéndose de todos -especialmente del brusco Felipe-, Caro tratará de convertir ese lugar en su refugio. Por supuesto, al final de cuenta no lo logrará, porque, ¿quién puede huir de la vida y sus crueldades? En un tono completamente distinto está Paraíso (México, 2013), también en competencia, segundo largometraje de Mariana Chenillo (Cinco Días sin Nora/2008, segmento "La Tienda de Raya" del filme colectivo Revolución/2010, teleserie Soy Tu Fan/2010-2012). Carmen y Alfredo (Daniela Rincón y Andrés Almeida) son dos felices gordazos que viven en Ciudad Satélite pero que tienen que mudarse dentro del mismo DF a un lugar más cercano a la chamba de él, pues lo han ascendido en el banco en el que trabaja. Cierto día, en una muy pomadosa fiesta del banco, Carmen escucha en el baño a unas mujeres hablando de ella y de su marido: que si están regordos, que cómo se visten, que parecen salidos de un cuadro de Botero. Avergonzada, Carmen decide ponerse a dieta -se entiende que por chorrogésima vez- y obliga a Alfredo a seguirla. Aunque al principio el hombre no estaba dispuesto a dejar sus hábitos alimenticios, muy pronto empieza a notar que eso de hacer ejercicio y estar más delgado no es tan malo. El problema es que Carmen es la que no puede -o de plano ya no quiere- adelgazar. La comedia, escrita por la propia cineasta, muestra su juego desde el inicio, cuando Alfredo y Carmen cantan y bailan, moviendo sus lonjas, a ritmo del clásico ochentero de Alaska y Dinarama "¿A quién le importa?". Si usted recuerda la letra -ese himno a "me vale madre lo que piensen, porque me gusto tal como soy"- ya sabrá por dónde va la película, que tiene sus fortalezas en sus dos actores centrales y en ciertos detalles visuales muy significativos y bien diseminados en el guión: la forma de acomodar unos sobrecitos en una mesa como señal de que los dos están hechos el uno para el otro, un toque de mermelada de chabacano en un platillo de pescado para dejarnos claro que Carmen siempre está pensando en Alfredo, una sudadera de GAP para sugerir ciertas afinidades entre Carmen y otro compañero de dieta. La cinta, acabemos, es una comedia eficaz sin demasiadas pretensiones. No más, pero no menos.