Revista Cine

Morelia 2015/V

Publicado el 29 octubre 2015 por Diezmartinez
Morelia 2015/V
Ya he escrito en otras ocasiones que una regla personal para juzgar la programación de un festival al que asisto es ver si en el transcurso del mismo vi por lo menos una película que terminará en mi lista final de lo mejor del año. En el caso de Morelia 2015 el viaje de todos los años ha valido con creces la pena: no solo vi una de las mejores cintas del año sino, por lo menos hasta el momento, la que aparecerá en el primer sitio. Me refiero a Anomalisa (EU, 2015), apenas segundo largometraje del guionista y ocasional cineasta mindfucking Charlie Kaufman (guiones de ¿Quieres Ser John Malkovich?/Jonze/1999, El Ladrón de Orquídeas/Jonze/2002 y Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos/Gondry/2004, inclasificable opera prima Nueva York a Escena/2008).Con un guion escrito por el propio Kaufman basado en su obra homónima de "teatro sonoro" -entiéndase una pieza en la que los actores leen sus papeles mientras varios especialistas en creación de sonido agregan los ruidos necesarios en el escenario- y codirigida por el especialista en animación cuadro-por-cuadro Duke Johnson, Anomalisa es una auténtica anomalía cinematográfica en más de un sentido: por su origen financiero -el proyecto se levantó a través de Kickstarter, con 1,070 personas donando distintas cantidades de lana-, por su género y su modo de producción -se trata de un drama existencial animado ¡en stop-motion!- y por su desenlace perfecto, que logra sostenerse entre la depresión más absoluta y un pequeño atisbo de esperanza, como para evitar que el respetable salga del cine directito a meter la cabeza al horno de la estufa más cercana.Michael Stone (voz del inglés David Thewlis), un felizólogo especialista en "servicio al cliente" y autor del bestseller "¿Cómo te puedo ayudar a ayudarlos?", llega a Cincinnati de Los Ángeles a dar una conferencia en el suntuoso hotel Fregoli. Stone llega francamente molesto: le tocó un compañero de avión encajoso (voz de Tom Noonan), lo llevó al hotel un taxista metiche (voz de Tom Noonan) y llegando a la ciudad no se puede quitar de la cabeza a su antigua novia, Bella (voz de... ¿quién creee?: ¡Tom Noonan"), a quien un buen día, hace once años, en el mismo Cincinnati, la abandonó sin decirle por qué. Ya verá usted por dónde va el planteamiento de la cinta de Kaufman: todos quienes rodean a Stone hablan con la misma monótona voz de Tom Noonan, sean mujeres (su esposa, Bella, una mesera), sean niños (su pedinche hijo), sean hombres (todos los demás). Stone, al parecer, sufre de un padecimiento psicológico, el síndrome Fregoli -de ahí el nombre del hotel, de ahí el pseudónimo con el que Kaufman escribió la obra original-, que provoca que el enfermo en cuestión crea ver a la misma persona en todas partes, siguiéndolo. Sin embargo, más allá del guiño a ese padecimiento paranoico real, podríamos decir que Stone sufre de un profundo vacío existencial que parece incurable: nada de lo que hace lo satisface, nada de lo que tiene lo hace feliz, no cree que su éxito valga la pena y no le encuentra sentido a nada ("Todo es aburrido"). Así que ya se imaginará que sucede cuándo, después de un desastroso encuentro con su antigua novia Bella, escucha en su cuarto una voz distinta, que no se parece a nada ni a nadie: se trata de la voz de Lisa (grácil voz de Jennifer Jason-Leigh), una tímida, gordita y poco agraciada muchacha que, de hecho, se ha hospedado en el hotel para asistir a la conferencia que él dará el día de mañana. Stone se transforma, en un instante, en otra persona: ¡finalmente ha encontrado a alguien que tiene un tono de voz diferente! El flechazo es inmediato, ante el asombro de la propia Lisa, que no puede creer cómo una celebridad como Stone se ha fijado en ella: ¿será un chubby-chaser pervertido, que le gusta enamorar a las gorditas?Lo que sigue, en la segunda parte del filme, es una extrañísima y conmovedora historia de amor con muñequitos -no lo olvide: estamos ante una cinta animada cuadro-por-cuadro-, quienes coquetean, platican, comparten confidencias, se besan, hacen el amor y hasta cantan -ella, en todo caso- alguna vieja canción ochentera completita, sin que aparezca, en ningún momento, un viso de condescendencia o de sátira. Kaufman cree en la posibilidad del verdadero amor, sin duda alguna. Por lo mismo, lo que sucede al final, por más previsible que sea, es profundamente doloroso. Pero también por lo mismo, el epílogo es tan esperanzador.Hace años, cuando escribí la crítica de Nueva York a Escena, anoté que viendo el talento demostrado en su opera prima, daba miedo pensar qué haría Kaufman en su segundo largometraje. Esta cinta demuestra que tenía razón en tener miedo: Anomalisa es, acaso, mejor que Nueva York a Escena. Y mejor aún por la posición final de Kaufman ante sus personajes: ese desenlace que es una suerte de puñetazo que termina convertido en caricia. Uno se queda rumiando con idea de que es posible ser feliz... aunque nos quede el recuerdo de un puñetazo. 

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