OBRAS
MORERIA ESTUDIO, MADRID · 05/04/2018
La Morería, lo que fuera uno de los arrabales mudéjares de Madrid, mantiene todavía hoy parte de su trama sinuosa e irregular propia del urbanismo islámico y medieval marcada por los cambios de nivel y perspectiva constantes. Sus edificios remontan su construcción en mayor parte a hace uno o dos siglos, aunque los planos revelan que sus perímetros vienen precedidos por muchos más. Emergen todos ellos con diferentes aunque similares lenguajes pero con una proporción en sintonía que ordena sus frentes. Entre cimientos de cuevas de ladrillo y granito, y estructura de muros de fábrica y madera, se erigen muchos de estos volúmenes que conservan la elegancia y la escala de la construcción de otro tiempo.
Los locales puerta a calle han sido siempre espacios especialmente deteriorados. Dedicados al negocio, al almacenamiento o al uso intermitente durante décadas, no se han tratado de adaptar a una habitabilidad propia de la vivienda o similar a la que los oficios contemporáneos requieren. Los muros y tabiques revelan los múltiples tratamientos y heridas que han ido sufriendo a lo largo del tiempo y, al mismo tiempo, hablan de tradiciones obsoletas que merece la pena conservar.
Fotografía: © Javier Bravo
Por ello reformar este espacio, tras largos años de inactividad, para su uso intensivo y constante como casa y estudio, requiere de modificar su concepción inicial. Necesitaba ser un lugar vital, cálido, que permitiera acoger durante todo el día y que, al mismo tiempo, aprovechase la poca luz natural que llega desde el noroeste. Los muros se tiñen de blanco para bañar las paredes de los reflejos de la luz lejana proveniente del exterior y los tenues patios y la madera de pino abarca los accesos, los suelos y el mobiliario para dotarlo de un calor háptico inevitablemente inherente al material.
La madera, por su color o por cómo reacciona ante la luz, tiene una capacidad “termodinámica” implícita que no afecta directa y únicamente a los sentidos sino también a lo espiritual. Al entrar la luz suavemente a través de los umbrales en vez de incidir en la aspereza de los muros es capaz de calmar o evitar la frialdad y la hostilidad del espacio rehabilitando el cómo lo percibimos. Cada pieza de mobiliario ha sido fabricada en consonancia, tratando de ir aportando pequeñas dosis de calidez, entendiendo que la obsesión por el detalle en la ejecución de todos los elementos no recupera por sí mismo el espacio. Es la aparición constante de una serie de elementos precisos frente a lo aparentemente caótico lo que genera una permanente sensación de pérdida y recuperación de la armonía ensalzando así la belleza de las pequeñas cosas.