Revista Opinión

Moringen, camino a Auschwitz

Publicado el 29 abril 2018 por Miguel García Vega @in_albis68
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Moringen fue un campo de concentración para jóvenes alemanes durante el régimen nazi. No es muy conocido. En parte porque no fue un campo de exterminio y su grado de brutalidad es incomparable a lugares como Auschwitz o Treblinka.

De 1940 a 1945 unos 1.500 jóvenes pasaron por allí, de los que se tienen 56 muertes contabilizadas. La mayoría murió por las durísimas condiciones de vida, algunos fusilados. Entre sus internos hubo más muertos difíciles de cuantificar, por ejemplo los causados por las “marchas de la muerte” al final de la guerra. Poca cosa si se compara con la enormidad del Holocausto.

Auschwitz es la culminación del proceso, el ejemplo histórico más brutal del crimen, el asesinato concebido como un procedimiento industrial. La deshumanización absoluta. Pero a Auschwitz no se llega de repente. El camino hacia la terminal del horror se hace mediante estaciones como la de Moringen.

En Moringen, una pequeña y anodina ciudad al sur de Hannover, se estableció en 1940 el campo de concentración para jóvenes más importante de Alemania. Allí se detenía a muchachos entre 13 y 22 años. A su vez, en el mismo programa se abrieron Uckermark, para mujeres de 16 a 21 años, y Litzmannstadt, en Lodz, para jóvenes polacos.

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El edificio en la actualidad

El edificio databa de 1738, y había nacido como un orfanato. Luego fue “Casa de trabajo” (Landeswerkhäuser): un lugar para retener a vagabundos, prostitutas y mendigos. En 1933, con la llegada al poder de los nazis, pasó a ser una cárcel para opositores políticos y más tarde (1933-38) un campo de concentración para mujeres. En 1940, por orden de Reinhard Heydrich, se inauguró el campo de concentración para jóvenes varones.

Moringen, protectores de la juventud

Como ven, Moringen siempre fue escuela para gente sospechosa. En esa línea iba Moringen, el primero de los llamados Jugendschutzlager,“Campamentos para la protección de la juventud. Los nazis eran expertos en estos eufemismos de humor negro. Aunque tal vez se referían a proteger a la juventud sana de los indeseables que estaban dentro de la prisión.

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Juventud sana. Sello del “Verpflichtung der Jugend” (Compromiso de la Juventud) del Deutsche Reichspost, 1943.

Si eras un joven alemán (más tarde ampliable a algunos países ocupados) tenías muchas maneras de acabar en Moringen. Para empezar, las causas para ser recluido allí era especialmente vagas, por lo que quedaba al capricho de la autoridad. Casi cualquier cosa podía serlo si no eras nazi militante.

En principio iban destinados al campo jóvenes delincuentes, envueltos en delitos menores. Pero también opositores políticos, objetores de conciencia, homosexuales, o los amantes del jazz de la “Swing Jugend”, de los que hablaré más adelante.

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La juventud sana de los nazis prefería desfilar a bailar swing

En el campo juvenil de Moringen no se perpetraba la crueldad y los asesinatos indiscriminados que conocemos de otros campos. Pero el régimen era muy duro y los castigos habituales. Educativos, por supuesto. Bajo el mando del SS Karl Dieter, los guardias y “educadores” (Erziehern) les sometían a disciplina militar. El objetivo declarado era forjar su carácter centrándose en la limpieza, el orden, la puntualidad, la disciplina y el trabajo. Sobre todo el trabajo, del que la administración del campo y empresas circundantes sacaban grandes beneficios.

Trabajo esclavo

La jornada laboral en Moringen, que empezaba sobre las 5 de la madrugada, era de 10 otras diarias. Diez horas de esfuerzo físico. En el mismo campo había talleres: textil, sastrería, encuadernación, pintura. Pero la mayoría trabajaba fuera, tanto para la industria de armamento como para otro tipo de factorías o granjas de la zona. Esos jóvenes trabajaron como esclavos y los mínimos salarios que pagaban las empresas por ellos nunca llegaron a recibirlos.

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A cambio recibían mínimas raciones comida. El hambre permanente combinada con el duro trabajo fue la causa de muchas de las muertes que se dieron en Moringen. Sabemos que en 1942, tras el fallecimiento de cuatro muchachos, desde la dirección se promovió una mejora en la alimentación. La mejora fue mínima, con lo que las enfermedades ligadas a la desnutrición continuaron.

El doctor Ritter y la biología criminal

También recibían múltiples castigos, algunos por infracciones como falta de puntualidad o hacer mal la cama. Cosas como ejercicios de castigo hasta el desmayo, recibir solo una comida completa cada tres días, golpes… y la “cama dura”, que consistía en quitar el colchón para que el preso durmiera sobre las tablas de la cama.

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El doctor Robert Ritter, director del “Instituto de biología criminal”, a la derecha de la imagen.

El “Instituto de biología criminal”, al mando del psicólogo Robert Ritter, dirigía dentro del campo un estudio de “higiene racial contra los delincuentes”. Una de las premisas del ‘sabio doctor‘: esos comportamientos delictivos eran hereditarios. Por eso a los irreformables se les esterilizaba.

Era Ritter el encargado de clasificar y ubicar a los jóvenes dentro del campo segúnsu grado de peligrosidad o capacidad de reinserción.  Cuando llegaban estaban seis meses en el “bloque de observación”. Luego, tras el informe de Ritter y sus colaboradores, se les asignaba a distintos pabellones segúnsu clasificación como “incompetentes”, “alborotadores” o “difícilmente educables”.

Los peores iban al Stapo-block (Staatspolizei, o STblock). Se conducía allía los considerados “oponentes políticos”, separándolos del resto.

El peligro del jazz

Entre el último grupo estaban los amantes del jazz de la Swing Jugend, considerados peligrosos por la Gestapo. Como el resto del STblock, estaban sometidos a un régimen muy estricto. El primer grupo, y el más numeroso, había nacido en Hamburgo, aunque hubo grupos de aficionados también en Berlín y otros lugares.

Moringen, camino a Auschwitz
Su peligrosa conducta antisocial consistía en que mientras sus compañeros de pupitre desfilaban al son de marchas militares, ellos amaban el jazz y el swing americanos, “la música de los negros”, que pronto se prohibió en las radios alemanas. Pero ellos y ellas siguieron con su afición de forma clandestina. A escondidas tocaban y bailaban, y se intercambiaban  los preciados discos que llegaban a Alemania,. También intentaban sintonizar dicha música en emisores extranjeras, algo prohibido. Eran un ejemplo de libertad de pensamiento que los nazis no podían tolerar. Se habían convertido en el enésimo grupo de “enemigos del estado”.

Porque no era solo una cuestión musical, era de actitud. Les gustaba vestir a la moda americana y pasaban del espíritu militarista que impregnaba Alemania. Lo suyo era la libertad individual, el liberalismo en las costumbres y el internacionalismo. O sea, todo lo contrario del credo nazi.

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Al principio todo esto lo hacían con una actitud relajada, simplemente seguían con su afición desdeñando los mensajes nazis. Más tarde –no les dejaban alternativa– pasaron a una oposición más beligerante. Acciones provocativas en las que dejaban claro que ni querían ni respetaban la autoridad de Hitler. También se negaron a pertenecer a las Juventudes Hitlerianas o a la Liga de Muchachas Alemanas (BDM), algo obligatorio.

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“Swing Jugend” fotografiados en Hamburgo en 1940

El propio Himmler, en una carta, pidió la detención de los “cabecillas” (aunque nunca fueron una organización) y su detención por dos o tres años. Y, efectivamente, sufrieron detenciones, interrogatorios, palizas y deportaciones a campos como el de Moringen.

Uckermark, campo para chicas

Las “muchachas del swing” también eran consideradas opositoras al régimen, y por tanto peligrosas. Muchas de ellas fueron enviadas a Uckermark, una versión femenina de Moringen, construido justo al lado de Ravensbrück por prisioneras de dicho campo. Entre 1942 y 1945 unas 1.200 jóvenes de entre 16 y 21 años pasaron por el duro régimen de trabajo y castigo de Uckermark.

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Las razones eran parecidas a la de los muchachos de Moringen: desde delincuentes comunes hasta opositoras al régimen por negarse a inscribirse en organizaciones nazis. Pero a los delitos de los varones, en Uckermark se añadían otros propios. También se llevaba allí a prostitutas o mujeres “asociales”que llevaban una vida sexual demasiado activa para el gusto de la autoridad. Sexuell verwahrlosung le llamaban.

Este estigma hizo que muchas de ellas, una vez acabada la guerra, ocultaran su paso por Uckermark.

Señal de peligro

De hecho, tanto Moringen como Uckermark son olvidados tras la guerra. Por una parte hay una política general (influida también por la Guerra Fría) de mirar solo hacia adelante.  La guerra es una asunto tabú en los hogares alemanes, y lo de Moringen son crímenes contra sus propios compatriotas. Por otra, la magnitud del Holocausto ensombrecía crímenes menores como los de estos campos para jóvenes.

No es hasta el inicio de los años 80 cuando empieza a recuperarse la memoria de Moringen. Será en 1989 cuando se constituya una asociación dedicada a reavivar su memoria y promover el estudio de uno más de los puntos negros de la historia contemporánea de Europa.

Como decía al principio, Auschwitz es el horror final. Para llegar allí, normalmente se suele pasar por sitios como Moringen. Por eso me parece importante recordarlo, son una señal de peligro que hay que tener siempre presente.

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