Morir al sufrimiento para nacer a la alegría es el gran paso que se plantea hoy ante la humanidad. Para dejar de sufrir no hay que esperar a que el sufrimiento pase, ni mucho menos esconderse de él, basta desarmar el drama, sea el que sea, con la presencia de la risa inocente que nace de la alegría de nuestro corazón. Es como cuando grabamos un archivo en un disco: no es necesario borrar lo anterior tan sólo se escribe encima. No hay que borrar el sufrimiento, basta grabar encima nuestra alegría, de esta manera evitamos entrar en las luchas de la dualidad, que inevitablemente volverían a grabar en nosotros nuevo sufrimiento. Nuestra risa nos hace libres porque ilumina nuestro camino, mostrándonos que la oscuridad no es algo a temer, sino a iluminar con la luz de nuestro corazón. El sufrimiento no es más que zonas oscuras alimentadas por los juicios, por eso se desvanece ante la risa inocente
La risa inocente desarma el drama con la misma facilidad con la que un terrón de azúcar se diluye en el agua, sin esfuerzo, sin luchas ... con la misma naturalidad que una flor brota cuando le llega su primavera.
Querido lector, ¿qué te parece encender los faros de tu sonrisa, justo allí donde la noche sea más oscura, donde el sufrimiento haya dejado sus huellas ... y grabar encima la alegría de tu corazón ...? No es necesario luchar contra el sufrimiento, como no tiene sentido luchar contra la oscuridad cuando simplemente basta con encender una luz. Pruébalo la próxima vez que te muerda el sufrir, deja que la luz de tu alegría viaje de tu corazón a tu sonrisa, y que desde ella se espanda, ilumine tu entorno, sumerja tu cuerpo ... déjate morir al sufrimiento y nace a la alegría.