Revista Cultura y Ocio
En el mundo literario el éxito es un arma de doble filo.
Cualquier autor sueña con que su obra sea un "bombazo", es decir, que se convierta en un best seller y le haga rico y famoso de la noche a la mañana, aunque muchos menosprecien esa etiqueta por considerar que los títulos que la consiguen son de poca calidad y consecuencia del marqueting; algo que es cierto en muchos casos, pero también sabemos todos que no siempre es así.
Se me ocurre hacer esta reflexión mientras leo Misión Olvido, de María Dueñas, lectura que había ido retrasando porque no he oído hablar muy bien de ella: "No está a la altura de El tiempo entre costuras", "No vale nada", "Cría fama y échate a dormir", etc.
Estos mismos comentarios los había escuchado anteriormente refiriéndose a Carlos Ruíz Zafón, Idelfonso Falcones o incluso Ken Follet.
Creo que para cualquier autor, una vez pasada la borrachera del éxito inesperado, debe ser angustioso sentarse ante la página en blanco. ¿Podrá estar a la altura? ¿Cómo superar lo insuperable? Las espectativas de los lectores son altas, se vuelven más exigentes con sus ídolos y no perdonan. La única posibilidad es repetir la fórmula, pero eso también se lo criticarán.
En mi opinión, si un autor ha triunfado y nos ha parecido el mejor escritor del mundo, no puede convertirse en el peor con su siguiente obra ni haber agotado todas sus posibilidades creativas. Pienso que la práctica hace al maestro y cualquier escritor crece y aprende con cada nuevo trabajo, así que nunca podrá escribir peor aunque no acierte con el filón que lo encumbre de nuevo y sea del gusto de millones de lectores.
Esto me hace pensar en los que ven los toros desde la barrera y le gritan al torero que se arrime. O el espectador de un partido de fútbol que increpa a los jugadores desde las gradas. ¿Por qué no te pones tú? y a ver si lo haces mejor.
Ser escritor no es tan fácil ni bonito como puedan pensar algunos. Es un trabajo duro y solitario que no siempre obtiene el reconocimiento que merece.
¡Feliz semana!