Revista Cultura y Ocio
"Quiénes fueron estas dos personas
y por qué se juntan justo ahora
en este cruce de asfalto y de ignorancia".(Thomas y Lacroze)
El retorno de Birabent padre acompañado de su hijo ya posa para ser una de las vedettes de este 2011 no muy poblado de novedades en el vapuleado rock local. La frase de arriba, ese cruce de "avenidas" -Thomas y Lacroze se llama el tema que la contiene-, es en verdad o al menos para mí, una frase-homenaje de Antonio a su viejo. Papá es el asfalto, la calle, y él un aprendiz que no sabe nada (la ignorancia, claro).
Dieciséis añitos pasaron hasta que don Mauricio -el Maurice bueno che, Moris, no confundan por favor- se dignó a grabar. En verdad, buena parte del mérito lo tiene Antonio, la única persona que pudo convencer al autor de El oso para que muestre canciones que hasta ayer eran papeles amarillentos guardados en un cajón. Y no recuerdo otro proyecto conjunto de padre e hijo, menos en el rock local (a ver si me ayudan).
Familia canción, el disco que ha parido el dúo Birabent, muestra la inefable e indiscutible lapicera porteña de Moris, su espíritu por siempre tanguero, con esa poesía arrabalera que no se olvida de ningún barrio del Conurbano, y la inspiración de Antonio para componer temas que podrían ser de su padre (todo un mérito teniendo en cuenta que siempre ha sido un cantautor indie sin demasiada trascendencia, a decir verdad).
En los 35 minutos que dura Familia canción, pasan como ráfaga diez canciones bellísimas, con aires de tango, estribillos épicos y, claro, Buenos Aires atravesándolo todo. Moris conserva la misma voz que hace 33 años, quizá la última vez que fue escuchado con atención (Fiebre de vivir, el famoso disco español: de allí en adelante su sombra se lo devoró). Antonio canta de manera más melódica y menos seca. Donde su voz da belleza la de su padre certifica o endurece, y recita con su eterno dylanismo folk, ése que dice la verdad y sólo la verdad. Y ese contraste, sin lugar a dudas, agranda las canciones.
¿Canciones? Es difícil destacar una sola: Vedette falopa arranca folk, se sube a un tren funk y vuelve a mutar a canción, es una nueva visión descarnada de personajes patéticos, como Pato trabaja en una carnicería. Barrio pobre se sostiene en su perfección humilde y acústica que se completa cuando entra papá Moris, recita y deja correr... el silbido inicial y los que quedan de fondo después son un lindo detalle. Brasilero y guaraní, con sus camioneros y repiqueteos, es un tango modernizado con una batería que intenta no dejarlo ser (claramente, no lo logra). Con Parado en una esquina sucede algo similar: como inicialmente no sabe si ser tango o bossa nova, se resuelve como mejor les sale: siendo una bella canción pop. Eso sí, la letra no puede ser más tanguera.
El último tema suena a redención y agradecimiento de parte de Moris (no importa si lo compuso él o Antonio, no lo sabemos). Se llama El poeta de Varela y tal vez abra una puerta para lo que vendrá, con esa frase que cierra un disco impecable: "cuando quieras te canto mis temas".
Gracias por volver a hacerlo, maestro.