LA PARTIDA DE 685 MORISCOS
Miguel de Eraso acampaba en Burguillos, el 6 de diciembre de 1570, a 685 hombres, mujeres y niños. Durante casi dos semanas habían permanecido en Albacete y Chinchilla, hasta que se hizo cargo de ellos el alguacil mayor Álvaro de Zúñiga, por orden del corregidor Diego de Zúñiga.67
Parecía como si su inmediatez provocase algún contagio y nadie quisiera acogerlos, y lo mismo acaeció al llegar a Toledo, hasta el punto de que una buena parte serán enviados a los pueblos de las cercanías.
El repartimiento requería confeccionar una nueva lista, con los datos ya conocidos, aunque en este caso el registro final es bastante incompleto, al no indicar la profesión ni precisar la naturaleza de bastantes relacionados.
Provenían, a ten junto a otros 31 hombres, mujeres y niños que formaban distintos hogares. Los or de los datos existentes, de Fiñana, en la Alpujarra suroriental, La Peza, en la cara norte de la sierra, Trevélez, en el septentrión alpujarreño, y de Alfacar, en la depresión norte de la capital.
El 4 de diciembre comenzó la adjudicación a diversos ciudadanos. El modelo siguió estas pautas: “Este dia Gabriel de Sampedro, escribano publico, rescibio a Elvira y María, hermanas, huérfanas, hijas de Miguel, vecino de Motril”. Esta ficha de entrega finaliza con la firma de los receptores, algo poco usual, aunque hay numerosos huecos en blanco al respecto.
Lo más llamativo de la nómina es que no figuran familias enteras, como sucedió en otros momentos, ya que en esta ocasión los consignatarios recibieron una sola persona, un huérfano, a lo sumo dos, y evitaron acoger a familias nucleares.
Por una serie de circunstancias eran conducidos los no acomodados a unos corrales existentes en el barrio de las Covachuelas, entre ellos un alfaquí llamado Diego de Luna, instalado con su familia junto a otros 31 hombres, mujeres y niños que formaban distintos hogares.
Los jóvenes, como ya ocurrió con otras expediciones, quedaban encomendados en calidad de sirvientes; en total, 76 chicos y 7 chicas de edades entre 7 y 20 años , aparte de un niño con tres años, quizá inscrito aquí por error, y una niña de pecho, hija de una madre de veinte años.
El traslado hasta los pueblos se hizo con cierta urgencia, a pesar de sus deplorables condiciones físicas y del escaso descanso que tuvieron después de un camino tan largo. La imagen paupérrima que traslucían hizo que desde el corregimiento de Toledo fuesen compelidas las autoridades de los lugares de destino para que efectuasen una recepción inmediata.
El corregidor exigió que trajesen carros y bestias para remediar su deterioro físico, aparte de pretender que no falleciesen antes de llegar a la localidad receptora, ya que las cédulas reales insistían mucho en prestarles auxilio y castigaban el incumplimiento.71 La suerte no cambió para la mayoría al llegar a los lugares de destinos.
Allí soportaban nuevas pesadumbres, co n los repartidos por diferentes pueblos de la provincia y, al lado, las cifras de sobrevivientes. El número tan relevante de fallecidos llegó a conocimiento de la realeza, sin que hubiese un pronunciamiento condenatorio sobre ello, quizá pensando que, a mayor número de fallecidos, el problema disminuía.
La escasez alimentaria provocada por la falta de dinero para pagar el avituallamiento será el principal causante de tantas víctimas.
Esa problemática creció al no conseguir un trabajo remunerado y escasear la ayuda caritativa de sus convecinos, debido al rechazo xenófobo y religioso que causaban. En el cuadro III queda re lidad, aunque cabe argumentar que el porcentaje no era distinto al de los avecindados en la ciudad e ingresados en el Hospital de Tavera.
El poblamiento morisco no fue numeroso en áreas rurales cercanas a la ciudad, aunque su total resulta significativo. La excepción más palpable corresponde a poblaciones de la comarca de la Sagra, entre ellas Illescas, donde estuvieron censados 122 moriscos, allá por el año 1571.
Además, hubo otras 25 casas en Borox, y un impreciso número de hogares, no más de dos decenas, en las poblaciones como Villaseca de la Sagra, Yeles, Añover o Mocejón, todas en la misma comarca.
A Mocejón llegó durante varios años una notable emigración pendular de trabajadores del campo y hortelanos para trabajar en las fincas de Velilla e Higares, oriundos de las parroquias toledanas de Santiago e Isidoro.
De trasiegos parecidos hay referencias a partir del año 1578, entonces en sentido inverso al producirse un . entre sobreentendida con palabras como “tiene mujer”, “y un hijo”, “tiene cinco hijos, el movimiento migratorio de los pueblos a la ciudad.
LOS REGISTRADOS EN DICIEMBRE DE 1570
Bajo las órdenes de un tal Fernando de Ágreda llegaron 770 granadinos, el 9 de diciembre de 1570, oriundos de Alpandeire, Júzcar, Benalauria, Benarrabá, Jubrique, Istán, Benaoján. Faraján, Benadalid y Montejaque, poblaciones todas ellas de la Serranía de Ronda.
La orden real instaba a repartir a medio millar por los lugares de los Montes de Toledo, algo nuevo hasta entonces, como se induce de una información posterior y con una conservación deficiente.
El resto debía garse a toledanos, bien como asalariados o en calidad de esclavos, una condición de dificultosa precisión al no explicitarse en las minutas de transmisión. Una nueva expedición, dirigida por un tal Bartolomé Pérez, arribó el 5 de diciembre. Sumaba 1.587 personas, de origen heterogéneo aunque naturales de lugares cercanos a Granada.
En esa lista figuraban 146 nativos de Dúdar, 45 de Huétor Santillán, 64 de Nívar, 25 de Cájar, 33 de Cenes, 64 de Huétor de la Vega, 64; de Cogollos venían 228;75 de Pinos de Güéjar, 109; Pinos del Rey, 113, Guájaras Altas del Rey, 56, Guájaras de Gabriel y Alfonsón,46, Pulianas,44; mientras que 120 dijeron ser naturales de Dílar, cinco de Fornes, 16 de Xayena, ocho de Cenes, cuatro procedían de Pinillos y el mismo número de Quéntar. Los naturales de Motril eran solo siete, mientras los naturales de Cúllar sumaban 19.
La relación nominativa que se hizo tiene defectos insoslayables, algo que contrasta con las pautas tan precisas seguidas en la confección de otros registros, lo cual confirma la ausencia en este momento del escribano Diego Sotelo. Los errores quedan patentes en la suma de cada folio, e igual pasa con el cálculo estimativo del total, donde hay bastantes imprecisiones, como figurar el nombre del cabeza de familia y no el de los demás miembros del hogar.
La designación queda sobreentendida con palabras como “tiene mujer”, “y un hijo”, “tiene cinco hijos, emayor de catorce años”. Frente a esa falta de rigor en la identificación de los arribados, está la precisión ples enfermedades.
En los meses siguientes recalaban otros grupos. No es posible cuantificar con exactitud los moriscos que vinieron en alguna de esas partidas al estar las listas muy fragmentadas. No contienen referencias precisas sobre la procedencia y destino.
Una lista bastante completa es la formada por 198 hombres, naturales de Granada y de varias localidades de la vega y el litoral, entre ellas Jayena, Gójar, Monachil, Churriana, Dílar, Fornes, Cúllar, Pinillos, Cenes, Motril y Quéntar.
En otro cuadernillo fueron más meticulosos los escribientes, como el que contiene el nombre de 17, llegados desde Écija y Carmona, en abril de 1571, y que fueron acampados en la ciudad, concretamente a la entrada de la ermita de San Leonardo, junto al pósito.
Hasta aquí acudía un escribano público para tomarles una declaración inusual: hacer constar que el capitán Sancho de Mora les había dado un trato esmerado. ¿Había alguna queja de otros grupos y por eso se presentó el fedatario?
A simple vista, es extraño el requerimiento a no ser que las voces de la tragedia hubiesen hecho impacto en altas instancias y los cuadrilleros necesitasen certificar que no infligían castigos y cumplían las pragmáticas a rajatabla. La verdad es que la sensibilización fue escasa y así lo evidencia la documentación.
Por el contrario, los moriscos estuvieron sometidos a un estricto control, hasta el punto que los avecindados en Toledo estaban obligados a presentarse cada quince días ante el corregidor. En el caso de incumplir esa orden serán castigados con multas y pudieron ser sentenciados a muerte cuando salían de la ciudad sin un pasaporte de tránsito.
La presión arreció cuando arribó un grupo d Retal, al estar considerados muy peligrosos.77 En los primeros días del mes de mayo del año 1571 acampó otro grupo en Burguillos.
Por el alistamiento, demorados hasta el 11 de junio, se sabe que venían de distintas localidades granadinas y sumaban 65, mujeres mayoritariamente. Permanecieron poco tiempo y fueron conducidas hasta los lugares donde se hallaban sus maridos o padres, Cebreros, Alcalá y Ocaña.
El escribano realizó otro alistamiento en los primeros días de junio, donde figuran 44 personas, en su mayor parte hombres, acogidos en la ciudad.79 Hay una nómina más, confeccionada el 12 de junio, con 193 personas, la mayoría hombres, calificados como “rebelados”, y otros 68, originarios de Baza. Todos serán remitidos a Alcalá bajo la custodia del capitán Francisco de Avendaño. En tanto que unos salían, llegaban otros.
Así, arribaron 53 originarios de Baza y Guadix, de paso porque serían reexpedidos a Alcalá, mientras una cuadrilla de 186, procedentes de Almuñécar, etiquetados como rebelados, serán albergados en Toledo y Yeles, bajo estrictas medidas de vigilancia. A finales de mayo, los alguaciles Juan de Aguilera y Alonso Sánchez trajeron 225 hombres y mujeres procedentes de Baza.
Fueron muy repartidos y 50 quedaron en Toledo, otros tantos llevaron los cuadrilleros a Valladolid, un número similar quedó en Alcalá y el resto iban hasta Membrilla. El 23 de junio arribaron 165 más, y otros 60 dos días después, todos oriundos de Guadix. Unos y otros fueron concentrados en el mesón de Abrevadero y repartidos con mucha prontitud.
La lista elaborada evidencia que en Toledo quedaron 32, a Esquivias llevaron a 25, otros 20 fueron a Magán, más 30 a Novés y 24 serían conducidos hasta Escalonilla. En el mismo mesón, el día 10 de agosto, eran agrupados otros 42 granadinos, naturales de Cortes, en pésimas condiciones de salud.80
Las autoridades decidieron unirlos a un grupo procedente de Fiñana para evitar su fallecimiento y eran llevados a Olías, Argés, Azaña, Bargas y Magán, en las cercanías de Toledo, de forma temporal si antes no morían.
El alguacil Juan Ortiz llegaba con sólo 15 individuos días después. Formaban parte de una conciliación familiar, cuya expedición principal quedó en Almagro; acomodo que volvió a repetirse con otros desplazados durante todo el año 1574. En 1576 arribó otra cuadrilla procedente del condado de Santisteban, de las Navas y de Castellar.
Eran mayormente hombres y recalaban aquí por un error en la interpretación de las disposiciones, equivoco que intentó modificar el corregidor Gutiérrez Tello con su reenvío a las localidades donde estaban sus familias, al ser evidente que con ellos no se respetaron las instrucciones de Pedro de Deza, presidente de la chancillería de Granada, relativas a evitar las separaciones matrimoniales.
Este tipo de agrupamientos será muy frecuente en meses posteriores, si bien conllevó un importante desembolso económico para los retornados, al tener que hacer frente al coste de una probanza para demostrar no ser salteadores. Además, debieron pagar la fianza de seguridad.83 El reagrupamiento de las familias separadas tuvo visos de mayor fluidez entre los años 1577 y 1580.
Al menos, hay constancia de que un grupo procedente de Estepa, con 119 individuos, matrimonios con hijos, llegaba para reunirse con otros parientes ya asentados en diversos pueblos toledanos. Se desconoce dónde quedaron establecidos. La llegada de una nueva partida, en número poco relevante, durante julio de 1578, hizo que fueran expuestos en la explanada del hospital del Cardenal para que los reclamasen sus parientes.
Del año 1579 es una nómina de moriscos antequeranos, transitoriamente acogidos en la localidad sevillana de Marchena, que iban destinados a Alcalá y al pueblo de Escalona. A partir de esta fecha, ante la escasez de recursos alimenticios que padeció el reino de Toledo por la crisis de subsistencia, se organizaban varios desplazamientos a zonas levantinas, Murcia entre ellas. Iban a trabajar temporalmente, con una licencia de tránsito de no más de cuarenta días, en la “cría de la seda”.
Un apunte conclusivo para finalizar. La mayor parte de los moriscos llegados a Toledo hasta finales de la década de los setenta lo hicieron de paso; tampoco conformaban partidas numerosas y unas quedaron en la ciudad, otras serían conducidas a los pueblos aledaños y solo algunos pocos iban a quedar registrados en puntos más distantes.
CONCLUSIONES
Los moriscos avecindados en Toledo, llegados con posterioridad a 1570, han sido estudiados de manera muy selectiva, sin que exista un trabajo general ni conclusivo sobre ellos, más que nada porque reconstruir los acontecimientos sobre los que se conservan pocas evidencias documentales es dificultoso. Tampoco este artículo es definitivo, a pesar del revoltijo de cifras que contiene.
Eso sí, su objetivo ha sido revelar la existencia de una documentación, en tal caso los registros de llegada de los expulsados de varias zonas del antiguo reino granadino, con luces y sombras por estar incompleta y formar cuadernillos sin un orden preciso, con el propósito de ampliar el conocimiento de los que quedaron en Toledo.
Los desterrados llegados durante los primeros años de la década de los setenta, cuyo número quedó en un impreciso digito, 6.000, llegaban hasta Toledo y eran agrupados en el lugar de Burguillos durante poco tiempo, para ser remitidos a diferentes puntos geográficos de la Meseta Norte. No todos hicieron tan largo viaje, ya que algunos cientos quedaron en la ciudad y en los pueblos de su jurisdicción.
Algunos centenares, unos esclavos y otros tantos que gozaban de libertad, sin distinguir claramente esta última condición, serán confiados por las autoridades a los toledanos para que trabajasen como sirvientes o aprendices en actividades profesionales de diversa índole.
Una magnitud numérica mayor fue instalada en corrales y dependencias inadecuadas, situadas en las parroquias suburbanas de Santiago e Isidoro, donde fueron vigilados y ejercieron profesiones muy dispares. Menos de medio millar fueron traslados a los pueblos de la jurisdicción, de los cuales feneció un porcentaje notable
Los empadronamientos realizados de forma sistemática permiten estudiar la estructura de sus hogares, profesión y asiento en el núcleo urbano. Una variación notable se produjo entre los años setenta y noventa, cuando un impreciso número de esos granadinos cambió de residencia dentro del ámbito ciudadano, al igual que cambiaban de actividad profesional.
Aquellos que alcanzaron un cierto grado de prosperidad serán los primeros en abandonar las concentraciones de las barriadas extramuros, instalándose en las intramuros como evidencian los poderes, la otra fuente utilizada, donde queda patente el arco de profesiones desempeñadas.
Sin ser categórica la afirmación, sí resulta plausible pensar que muchos evolucionaron y aceptaron las medidas de aculturación y todas las mejoras de vida que tenían a su alcance. Algunos interrogantes no están aclarados, entre ellos saber qué pasó con los sometidos a esclavitud pasados unos años de su entrega.
La segunda reflexión tiene estrecha relación con el efecto sobrevenido por la llegada de esa mano de obra en la economía toledana, dado que la percepción de un insignificante salario benefició a los maestros de la protoindustria y a la oligarquía, al servirse de ellos como fuerza laboral a un precio insignificante.
No puede probarse tal causa-consecuencia sin evidencias numéricas, pero no es una idea desacertada. Al hilo de esa cuestión hay que lanzar, aun siendo la respuesta dificultosa de obtener, otro interrogante: ¿por qué no se cumplió el plan de instalar a varios cientos de esos moriscos en los Montes?
La dispersión por la zona geográfica no se realizó en la línea prevista por la falta de control que suponía el asentamiento tanto para la autoridad civil como eclesiástica; de ahí que solo unas pocas docenas quedaron instaladas donde era posible su vigilancia.
Con los llevados hasta los pueblos de la Sagra hubo otros motivos para el fracaso y su retorno a la ciudad, como la presión demográfica que produjo su llegada, la gravedad de la crisis de subsistencias que durante la década 1580-89 vivieron esos pueblos, además de la actitud xenófoba que adoptaron sus convecinos con ellos. En fin, un cúmulo de adversidades que impidió a los granadinos obtener recursos y alimentos para sobrevivir.
POR HILARIO RODRÍGUEZ DE GRACIA Profesor de Enseñanza Secundaria file:///C:/Users/L/Downloads/350-350-4-PB.pdf&version;
Si te ha gustado este artículo, por favor, dale a "Me Gusta"
Revista Cultura y Ocio
Sus últimos artículos
-
Las Hoces del Cabriel, Cuenca, un Paraje de Ensueño
-
El Archivo Municipal ha incorporado a la misma 244 Fotografías realizadas por Luis García Garrabella, muchas de las cuales fueron editadas como postales en el Siglo XX
-
Los Molinos de Daicán. Tributos pictóricos a un paraje del Tajo
-
Escapate a Segovia un Fin de Semana