Spy hamsters trying to save the World. That was what the bus driver has chosen. I’m in the bus on the way to Madrid where our flight to Morocco departures. Right behind me is Kevin in a frenetic snoring duel against a suit up man sit on the right side of the bus. I’m checking maps of Morocco’s coast and making some notes of info that could be useful. Around ten o’clock in the night we’ll arrive to Madrid where we’ll meet Miguel and Sergio, two bodyboarders from Asturias who complete our team. One of the reasons of this trip is to avoid those boring Christmas when people just lose their minds looking for a present because we already have all that we need I guess.
While the hamsters continue fighting against evil in a mute TV, people already start eating sandwiches, chocolates and other snacks. The sunset in the endless fields tell as that is almost six o’clock in the evening. Wish I have here the sandwich that my mother made for me at last minute (moms…) and I left down in the locker which is bouncing with our surfboards and wetsuits. I just keep focus myself on a surftrip report in Iceland: freeze water but the sun never goes…
Black Berry’s keyboards crunching everywhere, Kevin still out, my out fashion phone run out of battery hours ago, the moon draws a thin smile in a dark but clean sky and Madrid skyline appears under big lighting advertisements which tomorrow we’ll change for mosques and markets.
Madrid welcomes us, the trip begins.
Unos hámsteres espías tratando de salvar nuestro planeta. Esa ha sido la opción elegida por el chófer. Estoy en el bus camino a Madrid desde donde cogeremos el vuelo a Marruecos. Detrás mío esta Kevin batiéndose en duelo a ronquidos con el hombre trajeado y asiduo lector de “La expansión” sentado a mi derecha. Yo me dedico a analizar mapas de la costa Marroquí y apuntar datos que puedan ser interesantes en una libreta. Sobre las diez de la noche llegaremos a Madrid donde nos reuniremos con Miguel y Sergio; los dos bodyboarders asturianos que completan el equipo. Uno de los motivos de este viaje es el huir de las ya cansinas Navidades. No es que menos precie sus valores pero el hecho que a la gente le cueste tanto saber qué, ¿No será porque ya tenemos de todo?
Mientras los hámster siguen luchando contra el mal en una televisión sin sonido, la gente empieza a desenvolver bocadillos, chocolatinas y demás aperitivos. El atardecer en los infinitos campos de la meseta indica la media tarde, destacando la silueta del típico gorro musulmán de un marroquí sentado en primer fila. Yo lamento el momento en que dejé en el maletero el bocadillo que me preparó mi madre en el último momento (ahí las madres…) confiando en una parada a medio camino y que ahora andará de lado a lado junto a nuestras tablas y trajes. Mi único consuelo es centrarme en un reportaje de un surftrip a Islandia que ha caído en mis manos: el agua está helada pero nunca anochece…
Se oyen crujir teclados de BlackBerry, Kevin sigue “out”, la batería de mi móvil pasado de moda hace tiempo que dijo adiós, la luna dibuja una fina sonrisa en un cielo oscuro pero despejado y al fondo se empiezan a levantar altos edificios coronados por luminosos carteles de grandes marcas que mañana cambiaremos por mezquitas y zocos.
La capital nos da la bienvenida, empieza el viaje.