Revista Expatriados
Sin duda, este sábado está siendo uno de los días más tristes y desequilibrantes (emocionalmente hablando) desde mi llegada a estas tierras. Hoy, 26 de septiembre de 2009, se están celebrando en tierras patrias dos acontecimientos emocionantes, irrepetibles y divertidos, los cuales me estoy perdiendo y en los cuales no hago más que pensar (lo cual también se ve acentuado por la falta de amistades en tierras jordanas).
El primero de ellos, sin duda el más relevante, es la boda de mi amigo Carlitos –canoso personaje de sonrisa franca y alegría contagiosa-, el cual se desposa con su querida María, la farmacéutica más marchosa y dicharachera de toda Pamplona. En este mismo momento en el que escribo, la ceremonia hará un par de horas que habrá terminado, y creo intuir que el resto de los amigos pamplonicas y señoras se encontrarán inmersos en la degustación del banquete nupcial, todo ello regado con vino, risas y buen ambiente (y que seguro que deriva en locura con el baile posterior, bares y demás).
No puedo dejar de pensar en lo bella que estaría la señorita Vika con uno de sus vestidos de boda, y lo mucho que me estaría riendo en compañía de los viejos amigos pamploneses. Buena gente todos ellos, con los que en un momento u otro, he vivido momentos increíbles…
En fin, enhorabuena pareja, espero que estéis pasando un gran día en compañía de los vuestros…
Por otro lado, en mi pueblo (Puente la Reina, para aquellos que no lo sepan) hoy se celebran las Ferias. Fin de semana que viene a señalarnos el final de verano, siempre ha sido célebre por su jornada de sábado (y no precisamente por las vacas de la tarde, que coñazo….)
Cada año se da el mismo ritual. Los más madrugadores de la cuadrilla acuden hacia mediodía a la plaza del ayuntamiento para coger un buen fuego en el que hacer el calderete (o fritada, a gusto del consumidor). Con anterioridad se han encargado de comprar la carne, la bebida, coger los caballetes y demás parafernalia, en la cual he de reconocer que nunca he colaborado, por lo que aprovecho para agradecer a todos aquellos que siempre se ocupan de estas cosas su inestimable actuación, sin la cual gente como yo se quedaría sin pegar bocao. Hacia las dos van apareciendo (y aquí me incluyo yo) los perezosos que la noche anterior se quedaron echando unos tragos de más. Tras preguntar si hay algo que hacer (es obvio que ya está todo el pescao vendido y que solo queda mirar), abrimos un botellín de cerveza y a esperar bajo los últimos rayos de sol veraniegos a que la comida esté en el plato.
Luego viene la comida, la sobremesa, las anécdotas, los puros, los recuerdos, alguna partida de cartas y demás, cosas que convierten estas tardes en momentos cuasi-mágicos. No tengo más que recordar la del año pasado, tarde divertida de por sí, pero que en cierto momento llegó a ser desternillante, cuya mera evocación me dibuja una sonrisa estúpida en la cara.
Pues bien, también ahora estarán disfrutando del ambiente del pueblico mis “diablos” del “kaskajo” favoritos, botellas sobre la mesa, puros al morro… ¡ya me enteraré de quien ha llegado hasta la madrugada!
Y es que así son las cosas. Unos se casan, otros traen hijos al mundo, otros se van a vivir con la pareja y otros rompen, pero la cuadrilla siempre está ahí, para lo malo y para lo bueno, aunque sin duda esto último sea lo que prime.
Mientras mi cabeza sigue, como en un partido de tenis, de una fiesta a la otra, no puedo dejar de pensar también en los otros muchos colegas que tengo repartidos por otras partes, de mi querida Zaragoza a Madrid, Toledo, Asturias, Damasco y demás. Solo espero que todos estéis bien y veros a todos lo antes posible, a ser posible con una jarra de cerveza por medio. Quién sabe si para diciembre…