La (otra) ciénaga
Hace años, unos diez más o menos, vi una película impresionante sobre la inmovilidad que amenaza a algunos seres humanos al borde del verano, el alcohol y las tensiones familiares (no necesariamente en ese orden ni de manera excluyente). Se titulaba La ciénaga y la dirigía Lucrecia Martel, aquí la ficha de filmaffinity y el trailer:Como ya digo, me impresionó, hasta el punto de seguir recordándola hoy, cuando leo una novela de William Faulkner de 1927 (la segunda que escribió, por cierto).Ambos relatos suceden en contextos decadentes, aletargados y muy calurosos. Ambos tratan personajes extraños que se relacionan entre sí de forma aun más desconcertante, enredados en hilos familiares, de amistad, laborales o de simple y llana atracción sexual.Antes de escribir estas líneas, me he dado una vuelta por los comentarios de blogs y revistas y he encontrado coincidencias entre los que opinan que ésta es una novela menor del enorme Faulkner. Lo será, sólo leí y estudié a conciencia El ruido y la furia del bueno de William y me pareció maravillosa pero es cierto que jamás las relacionaría. Tal vez eso signifique algo.No obstante, ya sea de las mayores o de las menores, tanto si ha de entenderse como "ejercicio de autoconocimiento" de un autor todavía sin voz propia, como si no va más allá de la superflua palabrería, a mí me parece increíblemente bien escrita, entre otros motivos porque el narrador logra algo muy pero que muy complicado: desaparecer sin abandonar al lector.Son diálogos, muchos y constantes, entre personajes que se van unos días a dar una vuelta en yate por el río Pontchartrain en New Orleans. Son hombres y mujeres intelectuales, artistas y ricachones encantados de rodearse de jovenzuelos de buen ver que navegan a la deriva. Aislados del mundo, se les van pasando las horas y los días y parece que nada suceda, que nadie se decida a hacer nada. De fondo, se oye un zumbido constante.
-¿Cuál es el problema de Talliaferro?- Preguntó el semita.
-La ilusión de que se puede seducir a las mujeres. Lo que es imposible: ellas te eligen a ti.Son mosquitos, inútiles y molestos, para algunos más que para otros. No faltan ningún verano y les gusta el calor y la humedad. Si pudieran hablar, tal vez dijeran cosas como esas, o no.