Mis padres siempre me decían que hay que aspirar a más. No tenía que conformarme. Y así trato de inculcarlo, no sólo a mis hijas, sino también a los alumnos. Y, ojo, la autoestima de éstos está bastante baja, por no decir, anulada.
Dos ejemplos.
- chica a la que le doy francés.
Si fuera su profesora, le aprobaría una evaluación. Indicarle que se nota el esfuerzo. En una palabra, subirle la autoestima. Como no lo soy, la motivo. Y ¿de qué manera? La escucho, atiendo sus dudas, respondo sus preguntas y la animo a continuar hacia adelante. El esfuerzo se ve, se nota. Por cierto, la evaluación global la ha aprobado.
- mi paso de zapatillas de media punta a punta.
El llevar puntas significó el esfuerzo de unos meses duros en los que quería más que nada llevar puntas. Me esforzaba cada día en levantar más la pierna, en hacer el salto más perfecto, en girar los brazos al compás de mis compañeras... Estaba motivada. Muy motivada. La directora había conseguido que mi objetivo se convierta en una pasión, y que mejorara. Bien hecho por ella.
Así que, a raíz de estos dos ejemplos, ¿de qué manera vas a motivar a tus hijos?
¿Te ha gustado? Este mes, ¡Mamá qué sabe! continua su -nuestra- propia revolución, con el mes de la motivación, podréis leer muchos más recursos en su página de fb, así como durante estos días en mi blog. Animaos a participar y a comentar.