Ya pasaron casi dos meses desde el último accidente de tren, en Castelar. Pocos recuerdan el episodio a pesar que tuvo algunas derivaciones estridentes, pero momentáneas. Una de ellas fue la famosa cámara oculta que captó la imagen de trabajadores ferroviarios durmiendo o chateando mientras conducían una formación.
Esta "imagen vergonzosa" generó que los invountarios artistas tuviesen que exponerse en un programa de TV y pedir disculpas públicas ante una audiencia que, también, jugaba a estar indignada pero no, sorprendida.
Poco a poco se fue instalando la discusión acerca de la utilidad de las cámaras. Y también, lentamente, fue dando lugar a temas coyunturales que atrajeron la opinión de las partes involucradas - más algunos expertos - y se debatió sobre la coveniencia de aplicar recursos para controlar o, para mejorar la infraestructura.
No estoy al tanto de cuáles son las obras que se encararon, finalmente.
Quiero poner el foco en la gente. También, en aprender de la experiencia.
Este caso tuvo trascendencia por que se trató de un transporte público y quedó asociado a la tragedia de Once. Miles de pequeños accidentes o errores se generan a raíz del corte de "hilos finos" en la cadena de responsabilidades. Una cantidad equivalente de chivos expiatorios, seguramente, quedarán expuestos y sumariados por incumplimiento. Y, aunque la irresponsabilidad debe tener un castigo, las causas que la generan son complejas de rastrear.
Para no dar más vueltas creo que "el porqué" hay que buscarlo en el abandono y la falta de interés de quienes dirigen la gestión.
Para decirlo de una manera sencilla: si quienes tienen la posibilidad de invertir energía y recursos no lo hacen, las personas involucradas percibirán esta dejadez.
El trabajo diario se conforma de pequeños aspectos que operan como indicadores/mensajes de cuál es la dirección o meta del proyecto. Quienes, todos los días, están en contacto con las tareas y compañeros van registrando señales que permiten inferir "hacia dónde vamos".
Hablando de los trenes, específicamente, la falta de inversión en mantenimiento de vagones, vías, elementos de control y señalización, la falta de supervisión en el pago de boletos, etc. operan como referencias de desinterés en el servicio.
Las posibles reacciones de los colaboradores serán: a) trabajar en "piloto automático", aplicando el menor esfuerzo posible y sin buscar la mejora o la transformación, b) hacer que se trabaja y dedicar la energía disponible a otras actividades, c) sentirse desanimados o deprimidos, con el correspondiente temor a la falta de trabajo, traslados o cambios de puesto, d) descuidar las instalaciones o herramientas, tratando de sacar ventajas en el trato con proveedores, pares o instalaciones, e) incremento de pedidos de licencia y f) colaboradores que intentan y piden atención y que se encuentrar con la censura de sus propios compañeros o la indiferencia de sus superiores.
Aunque pocos de estos casos toman relevancia, las organizaciones viven, a diario, este tipo de problemas: sectores que quedan relegados, áreas a las que no se les presta atención o colaboradores que no obtienen datos de cómo va su trabajo ni qué es lo que se requiere de ellos.
Al mismo tiempo, quienes nos dedicamos a la consultoría, vemos cómo se suceden los comentarios sobre la falta de motivación e interés de las personas en mejorar y progresar...cuando, en realidad, el desinterés es el que perciben por parte de sus líderes.
Y liderar es, sobre todo, ocuparse de la gente.