¿Te cuesta afrontar los cambios, comenzar una nueva temporada y te quedas anclado en el pasado, en lo que fue, en los destellos del verano? ¿Comienzas con ilusión, con ganas, o por el contrario la apatía te puede, la desesperanza?
Antes de dar una respuesta, es interesante tomar perspectiva y pensar que nuestras reacciones responden, más que a situaciones concretas, a un patrón instalado en nosotros que indican cómo es nuestra posición psíquica frente a los cambios, la entrega a nuestro vivir, la facilidad o no de sustituir...
Hay personas que la vuelta a la rutina después de unas vacaciones, o los lunes, después del fin de semana, o cualquier cambio en su vida, lo viven con tristeza, sensación de vacío existencial, angustia...
Es cierto que se requiere de un periodo de adaptación, donde esa libido, nuestra energía psíquica, se ha de desplazar, en el momento presente, en la rutina del trabajo, en el aquí y ahora, en lo que conviene. “Desconectarnos” de los recuerdos, de lo que ya fue, es principal para poder afrontar el día a día de una manera saludable. Vivir en el recuerdo, en la fantasía, ser como un refugio, una incapacidad de gestionar algo del presente. Por eso que, para algunas personas, pueden aparecer síntomas como ansiedad, apatía, mal humor, falta de motivación, trastornos del sueño... Pero cabría preguntar ¿también le pasa en otras situaciones? Podemos estar hablando de cierta incapacidad de gestión en la persona. Si hablamos del plano laboral también puede haber una insatisfacción en ese ámbito, aversión a la vuelta a la rutina por tensión, cargas excesivas, creer que no se es lo suficientemente bueno/a para el trabajo, que no se está a la altura, conflictos en el ambiente laboral, no estar de acuerdo con la remuneración económica...
Tal vez es hora de replantear algunos aspectos. ¿Cómo es tu sitio de trabajo? ¿Cómo piensas el trabajo? ¿Y cómo interpretas tu realidad? Según cómo pensamos vamos a percibir la realidad, la vamos a interpretar de una manera o de otra y, en consecuencia, vamos a producir unas acciones u otras . Un pequeño cambio en mi forma de pensar las relaciones, el trabajo, va a producir un gran cambio en mi manera de relacionarme, en la forma de responder, de optimizar los recursos. Por ejemplo, si no nos llevamos bien con algún compañero, verlo hablando con otro, dependiendo cómo se piense, si caemos en una interpretación un poco más paranoica de la realidad, puedo estar creyendo que hablan de mí y alimentar una historia paralela en mi mente que termina afectando y contaminando el ambiente.
También a veces se idealizan demasiado las vacaciones, se tienen unas expectativas muy altas y al volver a la rutina todo se te hace un mundo, porque nada coincide con lo que se pensaba. ¡Pero nunca es así! Uno puede llegar a vivir frustrado porque lo que fantasea, piensa, no coincide con la realidad, o incluso a veces se anticipa en negativo, lo que llamamos pesimismo, que puede estar hablando de cierta angustia e intolerancia a la incertidumbre.
Hay que tener en cuenta que las vacaciones son el resultado del trabajo, no un fin y que debemos estar contentos/as de que estamos trabajando, aunque no cubra la expectativas (que por otro lado es imposible, no podemos caer en los ideales). El trabajo siempre nos va a conectar fuertemente a la realidad, es fuente de autoestima, nos va a permitir sentirnos útiles, desarrollar relaciones con otras personas.
A veces no se ha podido descansar adecuadamente y no pocas personas lo refieren, que necesitan “vacaciones para descansar de las vacaciones”, porque han sido más intensas de lo que su propio ritmo toleraba. Hay personas que viven al límite, trabajando a un ritmo muy fuerte y luego, el fin de semana, lo toman como una evasión, un desfase, otro extremo más en el ocio, con hábitos que no son muy saludables y con un ritmo frenético.
Por otro lado ¿tienes la sensación de que la vida te lleva por delante, que vas a remolque, que la corriente te arrastra? ¿O de que vas apagando fuegos y que hagas lo que hagas nunca es suficiente?
Preguntarte: ¿Cómo te organizas? ¿Tienes en cuenta la realidad? Tal vez te exiges demasiado y no tienes en cuenta la dimensión de quién eres y tu realidad. Muchas veces uno cae en la situación de querer hacerlo todo porque no le gusta cómo lo hacen otros, y porque su forma es “la mejor”. A veces cuesta delegar y la organización en nuestra vida tiene que ver con nuestra organización mental, con cómo tenemos en cuenta la realidad, cómo discriminamos ciertas cosas, funciones, incluir a las otras personas, los cambios en el desarrollo y las diferentes etapas de la vida.
Hay un principio que nos rige, que es el principio del placer donde se tiende a la mínima tensión posible. Pero sin movimiento, sin cierta incomodidad, no ha posibilidad de crecimiento, de desarrollo, de cambio...¿Sabes que la palabra motivación viene del latín “motivus” que significa causa del movimiento? Cierta incomodidad va a hacer que te muevas, te va a proporcionar a medio y largo plazo mayor goce para tu vida, mayor satisfacción. Caer en lo inmediato, es satisfacer los impulsos más primitivos cuando sabemos que no siempre es conveniente, la realidad hay que tenerla en cuenta. La motivación no parte de la persona, es desde el exterior: compromisos, proyectos en los que poner nuestra energía, las personas... Conseguir logros y sentirse amados es una de las mayores fuentes de autoestima. El conformismo te hace obtener lo mínimo. A veces confundimos inseguridad con incertidumbre. La incertidumbre es necesaria, la seguridad se va construyendo cuando vamos ejerciendo los verbos, un trabajador siempre va a producir trabajo, un buen amante siempre va a encontrar a quien amar, Estar vivos, no dejar que la vida pase por delante. Concretar ciertos retos, proyectos, hacer algo que te ilusione, quedar con aquella persona que te cae tan bien, fuera también del entorno vacacional, cuidar también esos aspectos, ayudará a que también nos encontremos mejor. A veces la obsesión, el excesivo orden, el castigo, la exigencia pueden estar haciendo que seamos nuestro mayor tirano y nuestro peor enemigo.
No es sólo cuestión de fuerza de voluntad, debemos entender que en nosotros el yo sirve a varios “amos”, y muchas veces está tironeado por ellos, entra en conflicto con sus ideales, su moral, sus tendencias inmediatas y la realidad. Hay tendencias reprimidas que hablan de ese primitivo de mí. Cuando dos fuerzas contrarias se empujan ¿qué sucede? Pues que o bien el producto sale deformado o la máquina se rompe. Pues en la persona también internamente pasa algo parecido. Si es que no somos dueños y señores de nuestra propia casa, no es el yo, nuestra conciencia quien maneja los hijos.
Es necesaria la ayuda de un profesional para que “destrabe” esos aspectos inconscientes, nuestra contradicciones que no sabemos de ellas (hay frases, modos de pensar familiares, tendencias que se repiten en nosotros sin que lo sepamos) y permita que la energía fluya de forma adecuada. Psicoanalizarse va a permitir disponer de toda esa energía libre, poderla encauzar de formas más convenientes, al 100 por cien , y no seguir padeciendo, ni bloqueando las puertas de nuestro vivir, gestionar las relaciones con uno mismo y los demás. El agotamiento tiene más que ver con esa lucha de fuerzas a nivel psíquico que se expresa también en el cuerpo.
Hay una comparación que me parece muy ilustrativa acerca de solicitar ayuda. Porque la autoayuda no existe, es como si uno se estuviera cayendo de un quinto piso e intentara agarrarse de los hombros, del cuello, él solo. Imposible. Mejor con ayuda que no poder. Comienza tu proceso para vivir mejor, que te permitirá conocerte y transformar aspectos de ti que te van a ampliar el horizonte.
Laura López, Psicóloga colegiada y Psicoanalista
en formación continua con Grupo Cero
www.lauralopezgarcia.com