Revista Educación

Motivos para ir a un colegio mayor

Por Webpsicólogos Psicología Online Profesional @webpsicologos

Una noche de septiembre del ‘96 llegamos a una vacía habitación con 2 escritorios y 2 camas de 80. Allí nos “soltaron”, con lágrimas en los ojos y palabras de aliento.

Así fue mi entrada en la mejor etapa de mi vida: mis años de colegio mayor. 

Yo vivía en Cartagena por aquel entonces. Había escogido estudiar Psicología y como tenía que hacerlo en Murcia, mis padres decidieron que me quedaría en el colegio mayor universitario doctor Rafael Méndez o, como le llamábamos nosotros, “El Méndez”. Un viejo edificio de 6 plantas con capacidad para albergar a unos 90 estudiantes. Un conserje a cargo de todos nosotros, y cocineras y señoras de la limpieza que nos permitían dedicar nuestro maravilloso tiempo a lo único que teníamos que hacer: IR A CLASE y ESTUDIAR. Eso es lo que se supone, claro…

A los 30 minutos de irse nuestros padres, estábamos mi amiga María y yo encerradas en nuestra habitación, sin saber muy bien qué hacer y un tanto ansiosas. Entonces, de repente, llamaron a la puerta. Al abrir aparecieron cuatro o cinco personas algo mayores que nosotras. Nos hablaban “de usted” y nos empezaron a hacer mil y una preguntas. Sus nombres nos resultaron extraños (Chati, Pirri, Medusa…) Pronto descubriríamos que nos iban a bautizar con un nuevo nombre, nuestro “coñamen” (que aún hoy conservamos con orgullo la mayoría de nosotros). Habíamos entrado de lleno, sin ser muy conscientes aún, en las “temidas” NOVATADAS. Fueron días intensos de risas, hacer el tonto, disfrazarnos, hacer camas, beber más de la cuenta y conocer a los que se convertirían en prácticamente, nuestra familia. La gente tiene un concepto muy erróneo de las novatadas, si has estado en un colegio mayor y las has pasado, te das cuenta que es una perfecta manera de perder la timidez inicial, aprender a reírte de ti mismo y construir lazos de amistad que pueden durar toda la vida.

SL370398
Las novatadas terminaron tras dos cortas semanas y la vida universitaria nos envolvió. Las fiestas de las facultades, las del colegio (villancicos, becas… etc), los nuevos amores, las guerras de agua, los viajes a Sierra Nevada, las discusiones por un único mando de la tele, las confidencias a las 3 de la mañana en una habitación de la 5ª planta… todo era nuevo y maravilloso, incluso las noches en vela antes del examen final de cada asignatura.

Pasó el primer año y llegó el segundo, y con él, los novatos. Ahora éramos ya veteranos y nos tocaba mostrar a nuestros nuevos compañeros lo que era la vida colegial y, por supuesto, todo empezaba con las novatadas.

Cada curso era diferente al anterior pero todos tenían en común 2 cosas: nuevos compañeros a los que llamar amigos y nuestro colegio mayor. Inquebrantable, inmutable, eterno…

No. Eterno no. Pues en 4º de carrera me comunicaron que al curso siguiente lo cerraban (“Aluminosis” dijeron…) y nos teníamos que plantear irnos a pisos de estudiantes o pedir plaza en el colegio mayor del centro de Murcia, “El Azarbe”. El colegio rico, el colegio rival.

Lloré un mar de lágrimas al enterarme… y al curso siguiente entramos como las ovejas cuando se dirigen al matadero, por las puertas del Azarbe. ¿La buena noticia? que Mariano, nuestro conserje-padre, entraba a trabajar allí también. ¿La mala? Que muchos compañeros no iban a volver.

SL370780
Estuve en el Azarbe 4 años más (y eso que no quería ir…). Allí me tropecé con personas como el Pipo, Chabe, Renato, Lenteja, Blanca, Pincho, la Morti, Chiquito… Más que amigos, hermanos. Que me enseñaron lecciones que no se aprenden en los libros, como solidaridad, tolerancia, respeto y amistad (pero con mayúsculas). También algo que aprendes “a la fuerza” y es a compartir. Pues en un colegio mayor lo compartes casi todo (habitación, cuartos de baño, comida, sofá…) ¿Os imagináis para ponernos de acuerdo 90 personas a la hora de elegir un canal de TV?

Te das cuenta que las tonterías que nos intentan transmitir los políticos como el rollo independentista, los prejuicios y odios, carecen de sentido en el “micromundo” del colegio mayor. Allí no hay colores ni nacionalidades, ni chorradas de si yo soy catalana y tú eres de Madrid. Hemos convivido tantas horas, días, semanas y años… nos hemos visto sin maquillar, de mal humor, hemos pasado momentos duros, penas y alegrías, hemos cantado, llorado y reído juntos y hemos aprendido a aceptarnos tal y como somos. Personas con defectos y virtudes, como todo el mundo.

Pero un buen día mis padres me dijeron: “ya está bien, a trabajar”. Y me fuí del colegio de la misma manera que había entrado: llorando.

Han pasado los años y nos hemos hecho “mayores” (aunque a unos se les note más que a otros…). A muchos les hemos perdido la pista, pero he de decir que tengo la grandísima suerte de contar, a día de hoy, con la presencia constante de algunos de estos grandes amigos. Aunque estamos lejos y vivimos en ciudades distintas siempre intentamos hacer algún viaje juntos, pasar fines de semana en casas rurales, celebrar comidas de colegiales, visitarnos de vez en cuando y llamarnos por teléfono. Mi suerte es aún mayor si cabe, pues tengo el placer de compartir empresa con Javier Romero e Isabel Serrano (ambos colegiales del Azarbe) y compartir vida con mi gran amor, Javo “El Cabezón”, a quién conocí en mi primer año en el Méndez y con quién me casé en octubre de 2012.

SL370522
Este artículo lo escribo por exponer los motivos para ir a un colegio mayor. Y lo quiero dedicar a todos aquellos con quienes he compartido esta experiencia maravillosa e irrepetible; y a Mariano el conserje. También al Chorras y al Tarao (que ya nos dejaron, por desgracia). Pero sobre todo a mis padres, que sin saberlo, me hicieron el mejor regalo de mi vida.

A todos vosotros: Gracias. Y si uqreis dejar un comentario con vuestra experiencia, bienvenido sea!!!

“Eeeeen eeel cooolegio siempre reina la alegría…”

El post Motivos para ir a un colegio mayor aparecio primero en La sala de Espera. WebPsicólogos.


Volver a la Portada de Logo Paperblog