Título: Capítulo 13
Autor: Luis Guillermo del Corral
Portada: Alberto Aguado
Publicado en: Septiembre 2017
"¡Los héroes capturados por Neo Gorgom! Sin posibilidad aparente de rescate... ¿lograran evitar que Birugenia ponga en marcha su terrible plan?"
Base de Neo Gorgom, subsuelo de Nueva York
Birugenia observó con maligna satisfacción a sus mutantes, alborotados ante la villanesca promesa que había cumplido hacia solo unos violentos instantes. Alborotados entre los vapores que llenaban la cámara subterránea, no se daban cuenta de que cumplían dos funciones. Impedían la transformación de sus enemigos y aventaba la ira y agresividad de sus secuaces.
Tal y como había planeado.
Se volvió dando la espalda a la turba mutante y contempló a sus prisioneros. Minami Kotaro y Dan Ketch permanecían encadenados a unas cruces recién levantadas. — Ambos se revolvían y gruñían. No tanto en un intento de liberarse como a causa del sordo e insistente dolor que el mero contacto de los eslabones con su carne les hacía sufrir.
—Como ves, Minami Kotaro, ¡he logrado reproducir el poder al cual te enfrentaste en nuestro mundo! Pronto, todo el sistema de alcantarillado de esta ciudad albergará el poder de Neo Gorgom. ¡Un poder desconocido en este mundo!
Dan Ketch eligió ese momento para dirigirse a su hermano de cautiverio.
— ¿Esta situación es habitual para ti en tu mundo? —Forcejeó una vez más contra las cadenas, sin conseguir cambio alguno en su situación.
—Sí. No te des por vencido. Tenemos aliados. Seguimos vivos.
Birugenia se carcajeó con el desdén propio de quien tiene la certeza de la absoluta derrota y humillación de su enemigo. No solo no entendía su irreductible actitud. Le ofendía. La consideraba antinatural, contraria a todas las leyes por las cuales regían su vida y pretendía regir las vidas ajenas.
—¡Si! ¡Llama a Battle Hopper! ¡Así podré destruirla por negarse a servir a su legítimo amo!
Los mutantes comenzaron a alborotar aún más. Birugenia creyó que adulaban sus palabras y tardó un par de instantes en darse cuenta de que no era así. Ocurría algo, se acercaba algo. Algo molesto para lo que pretendía su triunfo final y ascenso al poder absoluto.
En el extremo opuesto de la cámara, donde se hallaba su única salida, se escuchó un lejano, retumbante bramido de motor. Y cada vez su volumen era mayor. Se acercaba.
—Ya lo he hecho —respondió Kotaro—. Cuando el gas que asfixia los túneles comenzó a cambiarme. ¡Y aquí está!
Birugenia se volvió con un exagerado vuelo de su capa hacia el extremo opuesto de la cámara. En aquel momento, como si una voluntad cósmica lo hubiera dispuesto de tal manera, ¡Battle Hopper irrumpió en aquella escena!
Sorprendidos, los mutantes solo alcanzaron a volverse a medias al tiempo que la embestida de la moto viviente los arrollaba y derribaba a izquierda y derecha.
Con un bocinazo y un destello carmesí de sus multifacetados focos, derrapó y embistió a Birugenia. El malvado no cayó, pero retrocedió con su equilibrio comprometido de un modo casi inevitable.
Sin parar, la moto se desvió y enfrentó una vez más a los mutantes. Puestos sobre aviso, todos se apartaron de su camino con relativa rapidez. El Mutante Puercoespín y el Mutante Tiburón no lo hicieron a tiempo. Ambos sufrieron el doloroso atropello de sus extremidades inferiores.
— ¿Ha venido a salvarnos o a bailar? —Protestó Ketch—. ¡Me gustaría ser algo más que un pato de feria!
— ¡Battle Hopper! —Gritó Kotaro—. ¡El orbe de los vapores! ¡Destrúyelo!
Siguiendo la curva interior de la cámara, la moto aceleró al tiempo que emitía una serie de bocinazos cortos y estridentes. Ketch vio asombrado como su compañero de andanzas y cautiverio asentía ante aquellos sonidos. El vehículo viviente avanzaba directo hacia el artefacto que le habían indicado. No daba en absoluto la impresión de que se fuera a desviar.
Era una esfera grande como dos o tres cabezas humanas, transparente y de reflejos irisados. En su interior se arremolinaban los espesos humos que desde el hueco en la parte superior, se esparcían y acumulaban por el suelo del lugar.
Permanecía suspendida a medio metro del suelo, y cuando Battle Hopper estaba a punto de estrellarse se alzó con imposible celeridad. ¡De inmediato la moto se alzó rampante como una bestia encolerizada! La rueda delantera se estrelló contra el orbe, que estalló en una extraña nube de muy afiladas esquirlas cristalinas.
En el mismo instante, una nube de relámpagos de color violeta desencadenó su furia en el mismo punto en el cual se hallara la esfera destrozada. Golpeó el suelo calcinando su superficie, dejando negros charcos de hollín allá donde golpeaba. Donde se abalanzaba, su voraz energía disolvía aquellos extraños vapores. Asustados, los mutantes se arrollaron unos a otros, tratando de esquivarlos. Aquellos que tras su reconstrucción habían conservado una mayor parte de su raciocinio se echaron sobre su amo, tratando de protegerle. En su esclava lealtad, tan solo lograron derribarle cuando ya casi había logrado recuperar el equilibrio.
— ¡Sí! Noto como vuelven mis fuerzas —celebró Kotaro—. Apretó los dientes y una vez más, luchó contra las cadenas que lo mantenían sujeto a la cruz. Sentía como el metal cedía, aunque no con la suficiente rapidez.
— ¡Yo no soy un ciborg! —protesto Dan Ketch, forcejeando para demostrar lo inútil de sus esfuerzos.
Kotaro logró por fin separarse de la cruz y romper sus cadenas. Se volvió para ayudar a su aliado y romper los eslabones que sujetaban sus brazos y piernas mientras Battle Hopper a su lado lanzaba rojos destellos desde sus faros como ojos de insecto. Sus bocinazos tenían una cadencia casi articulada, a medio paso entre la cacofonía mecánica y el lenguaje de una criatura inteligente.
— ¡Malditos seáis todos! ¡Se han liberado! ¡Detenedles aun a costa de vuestras vidas!
Ya libres, ambos héroes se miraron y asintieron con un mudo gesto de determinación. Kotaro separó los pies y elevó el brazo derecho con la mano extendida. Acercó su puño izquierdo a la cintura al tiempo que bajaba la derecha con un golpe de canto y la alzaba hasta el hombro, cerrada en un puño.
— ¡HENSHIN! —Un destello como una supernova estalló desde su cinturón, cegando y haciendo retroceder a los mutantes presentes. Birugenia usó aquel fugaz instante para incorporarse y huir.
— ¡Kamen Rider... BLACK! —Una vez más, el campeón de otro mundo se alzaba frente a los malvados. Y a su lado, su hermano en la batalla contra el Mal.
—La sangre inocente ha de ser vengada —dijo el Motorista Fantasma—. Birugenia es nuestro auténtico objetivo. Pelear contra sus secuaces solo le daría tiempo para huir y quien sabe que más.
Los mutantes comenzaron a recuperar el uso de sus sentidos tras la ofuscación provocada por Black al transformarse. Asintió con un exagerado gesto y montó sobre Battle Hopper.
—Sube, Motorista Fantasma. No dejaremos que huya de su castigo.
Menos afectado por su propia naturaleza, el Mutante Topo pretendió interponerse entre los héroes y su meta, enarbolando unas zarpas como guadañas.
Continuará...
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