Cuando en septiembre de 1956, Alberto Hevia se incorporaba orgulloso a sus clases en la Universidad Laboral “José Antonio Girón” de Gijón, como alumno externo del curso 1956-1957, no era consciente de ser parte de un problema de movilidad “de padre y muy señor mío”.
Era el segundo año de funcionamiento de la “modélica institución educativa” 1 y se incorporaban 150 alumnos externos a sumar a otros tantos del año anterior. Don Valentín García, Jesuita y a la sazón rector de la institución, de repente se enfrentaba al reto de mover a diario y cuatro veces al día a más de 200 tiernos infantes y jovenzuelos. En aquellos oscuros años 50 del racionamiento, de la escasez de combustible y vehículos motorizados (en los que lo único que crecía y se hacía fuerte era el uso de la bicicleta), obviamente, pasearlos en autobús arriba y abajo por Gijón no era una solución factible.
La decisión salomónica de Don Valentín fue que los estudiantes de 10 a 12 años disfrutarían del servicio de autobús y los mayores deberían acudir al centro por sus propios medios. Conocida la inclinación y afán jesuítico de crear en sus centros “utopías posibles”, no quisieron dejar al azar ese “por sus propios medios” y así crearon el primer programa #biketoschool de esta nación, unidad de destino ciclista en lo universal, a su estilo paternalista y severo 2.
En bici al colegio AMDG
Rápidamente se organizó un programa de compra de bicis a crédito para los alumnos. Los Jesuitas que gobernaban la institución hicieron uso de sus buenos contactos con la industria vasca de la bicicleta para hacerse con un suministro de bicicletas BH a un precio “especial” que los alumnos podían comprar a crédito.
Según recuerda Alberto, trascurrieron dos meses en los que los alumnos externos estuvieron comiendo en el colegio y en diciembre ya empezaron a fluir las bicicletas modelo Super BH. El precio rondaba las 1.000 pesetas, una cantidad más que respetable en la época, y Alberto calcula que solamente un 10% de los alumnos pudo acceder a la compra de una de estas bicicletas. El resto se las fue arreglando con bicicletas viejas, prestadas por los tíos, abuelos y vecinos, o compradas de segunda mano.
Alberto fue uno de los que pudo hacerse con una de las Super BH “de las buenas, de las reforzadas” que pagaba su padre, trabajador de la construcción naval, a razón de 100 pesetas al mes.
Y así, cada día, Alberto formaba parte de un enjambre que se iba formando hasta convertirse en un pelotón de unos cien chavales rodantes en las idas (por la mañana y después de comer en casa) y se iba difuminando en las vueltas a casa (para comer y al anochecer). Un pelotón que era atasco a la entrada del Natahoyo donde el alcalde José García-Bernardo de la Sala habría de colocar un guardia urbano para facilitar su tránsito que engrosaba el ya de por si nutrido número de ciclistas de la ciudad (Diario Voluntad, 15/08/1957).
Ciclistas con carnet y plaza fija de aparcamiento
Los tres de la calle Balagó (Alberto y sus amigos), como cada alumno con bicicleta, disponían de una plaza de aparcamiento fija, cubierta y numerada en el centro. Numeración que correspondía a su vez con su número de carnet ciclista, personal e intransferible, como se suele decir, y que no tiene en absoluto desperdicio como podemos ver en estas fotos.
Documento increíble este que puedo compartir gracias a la diligencia de Alberto Hevia al conservarlo y su gentileza al compartirlo conmigo. En el reverso se pueden ver la normas del garaje y en el anverso la identificación del ciclista. Es una belleza la marca de agua de la bicicleta en el carnet.
En el interior hay dos secciones que no tienen desperdicio. La sección “Tu bicicleta…” encierra en sus cinco puntos las claves del sentimiento nacional-ciclista plasmados con el recio laconismo del estilo patrio (que ahora empieza a resurgir, ejem). El punto 3 “caminas en la bicicleta al cumplimiento del deber que Dios y España te piden. Que todos los que te vean sientan orgullo de ser españoles” es magia pura.
La sección “Normas de circulación” dan unas indicaciones de comportamiento en las vías para aquellos caballeros ciclantes que se adelantan a las primeras normas para la circulación de bicicletas que se publican en 1958 en Gijón.
El aparcamiento con ganchos para colgar las bicis de las paredes, numerados, estaban en unos soportales de la zona que daba acceso a las pistas deportivas y las piscinas. En la foto se pueden ver esos soportales (la zona marcada en rojo en la foto que hoy en día está cerrada y acoge a la Escuela Universitaria de Turismo).
La bicicleta Super BH
No tengo información muy fiable sobre la Super BH del 57. Según me cuenta Jośe Gutiérrez, en esos años vendían bicicletas BH y Super BH. De las Super BH suponemos que habría 4 o 5 modelos (corredor, señora, doble barra horizontal y otro dos de caballero) sin cambios. Además habría versiones niño y niña, aunque no siempre en catálogo. Intuye José que para estos modelos se debían de ofrecer acabados con opciones extra… Y los cambios, portabultos etc. podrían ser el caso. Quizás esa sea la razón por la que las fotos de la época se ven varios modelos. O quizás sean las otras bicis, las de las familias y allegados, heredadas por los estudiantes necesitados de modo de transporte para llegar a la Laboral. Lamentablemente no parece haber mucha documentación o registro al respecto.
Creemos que la bici más básica que usaron los alumnos es esta y Alberto Hevia lo confirma:
La bici en la vida de la Universidad Laboral de Gijón
No he encontrado evidencias fotográficas de los desplazamientos cotidianos en bicicleta del alumnado. Tema demasiado vulgar quizás para que se le prestara atención en aquella época en que no había muchas cámaras. Pero si queda atestiguada la presencia de la bicicleta como elemento centrar en muchos de los grande momentos de la vida escolar de la Laboral de Gijón. Desde la fiestas patronales a los juegos deportivos pasando por ocasiones menos solemnes como las fiestas de disfraces, las bicicletas son omnipresentes.
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Notas:
1 Entre 1955 y 1976 se crearon veintiuna Universidades Laborales cuyo objetivo era “elevar el nivel cultural de las masas obreras de forma sustancial para independizarlas de los tradicionales caciques y especuladores“. Este cometido se lo asignó Franco al Ministerio de Trabajo en cuya cabeza colocó, en 1941, al falangista José Antonio Girón de Velasco. En 1948, el Ministro y su Subsecretario plantearon la posibilidad de montar un quimérico régimen de formación profesional que culminara en Universidades Laborales. Girón declaraba en noviembre de 1950 con la retorica acostumbrada del Movimiento “Vamos a crear gigantescas Universidades donde se formen, además de obreros técnicamente mejores, hombres de arriba abajo, capacitados para todas las contiendas de la inteligencia, entrenados para las batallas del espíritu, de la política, del arte, del mando y del poder” y como consecuencia del magno esfuerzo “Vamos a hacer hombres distintos, vamos a formar trabajadores dentro de unos españoles libres y capaces. Vamos a hacer la revolución de los hombres y no la revolución de unas máquinas de rendir trabajo”.
En 1949, por Ley de 16 de julio, se estableció un Bachillerato especial de carácter profesional, en régimen de internado, que se impartió en Institutos Laborales. De esta experiencia y tras la aprobación en 1955 del Estatuto Provisional de las Universidades Laborales, se crean la de Gijón (1955 – “José Antonio Girón de Velasco” gestionado por los PP. Jesuitas) y en 1956 las de Córdoba (“Onésimo Redondo” dirigido por los HH. Dominicos), Sevilla (“José Antonio Primo de Rivera” bajo la batuta de los HH. Salesianos) y la de Tarragona (“Francisco Franco” en manos esta de laicos procedentes en su mayoría de la Delegación Nacional de Juventudes). El instituto laboral “San José” de Zamora (también de los HH. Salesianos) pasó en los 60 a ser Universidad Laboral. El 11 de mayo de 1959 se aprobó la Ley de Universidades Laborales desarrollada por un Reglamento de 24 de noviembre de 1960.
El régimen de estudios comprendía un ciclo común y un segundo ciclo que podía ser de Bachillerato Laboral o las Maestrías (en las ramas de Agricultura, Metalurgia, Mecánica, Electricidad, Construcción, Artes Gráficas, Industria Textil e Industrias Alimentarias).
Llegó a haber veintiuna Universidades Laborales cuya creación llega hasta 76 a pesar de que el modelo se había desinflado con la caída de Girón y la entrada de los “tecnócratas del Opus).
2 Una prueba de esta nada insospechada rudeza, la cuenta “Pericles” en este artículo de La Nueva España: «(…) Ingresé en la Laboral en 1957, que había comenzado como centro educativo en 1955. Yo era consciente de la gran suerte de haber caído allí. Había una disciplina fuerte porque los que allí estábamos éramos consciente que teníamos esa oportunidad y no tendríamos otra. En ese sentido, yo creo que fui un crío no sé si demasiado sensato, porque tampoco está del todo bien que sean excesivamente sensatos. Pero siempre yo lo fui y tuve muy claro que tenía que aprovechar aquella oportunidad al máximo. Y por su parte, los responsables de la Laboral tenían muy claro que los que estábamos allí teníamos esa oportunidad única y, claro, había una disciplina tal que cuando fui a la mili me parecía una broma comparada con el Padre Ribero, o con el Padre Porteiro, y con los demás jesuitas. Era rector el padre Valentín García (…)».
Fuente de las fotos:Archivo fotográfico de la Asociación de Antiguos Alumnos Universidad Laboral de Gijón.
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