No descubro nada si digo que en España hay cientos de edificios públicos singulares sin uso alguno. Muchos de ellos son uno de los resultados de la burbuja inmobiliaria de la década pasada. Políticos, financieros, promotores, constructores y profesionales iban pedaleando en una bici sin cadena. Todo valía, todo era arrojable al horno de la pura especulación. Y por decirlo todo, la ciudadanía tampoco ayudó mucho. Más bien al contrario. En vez de censurar los proyectos faraónicos, los electores daban su favor al político y partido que prometía, si se me permite, montar «la más gorda».
Hoy hemos pasado de cien a cero. Muchos de los mismos que regaron de gasolina la especulación en forma de ladrillo y cemento, hoy censuran cualquier proyecto que tenga que ver con estas dos materias. Muchos de los apologetas del ladrillo y el cemento hoy son conversos al extremismo contrario en el que militaron hace tres días. O, al menos, lo son por un corto tiempo, «hasta que todo vuelva a la normalidad» y podamos seguir haciendo «lo que siempre hemos sabido hacer».
Sea como fuere, esos edificios públicos singulares ociosos, hoy vacíos y ocasionando gastos de amortización financiera, seguridad y limpieza a las arcas públicas, deben ser movilizados hacia usos diversos.
En primer lugar, se nos ocurre que muchos de estos edificios son un buen lugar para mejor prestar algunos servicios públicos. Por seguir, creo que muchos de estos edificios pueden ser un buen lugar de encuentro cívico, en el que la comunidad se dé cita, se conozca, establezca lazos ciudadanos, prepolíticos, públicos y quién sabe si mercantiles. Y finalmente creo que muchos de estos edificios públicos singulares ociosos pueden ser un lugar en el que nazcan nuevos negocios y empleos, nada faraónicos, sino muy locales, razonables, sostenibles y comunitarios. Y hay sitio tanto para la economía pública, como para la privada.
Una de las claves del buen funcionamiento de este tipo de proyectos es la mezcla de usos y la intensidad de los mismos. Para que tenga éxito un edificio público en el que se quiere que haya servicios públicos y encuentro cívico, pero también economía pública y privada tienen que estar ocurriendo muchas cosas en todo momento. La tensión ciudadana y urbana es uno de los previos de la viabilidad de las empresas públicas y privadas. Arriba he puesto una foto de La Alhondiga de Bilbao, uno de los sitios que ejemplifica perfectamente de lo que estamos hablando en esta entrada. Ahora bien, aviso a navegantes: todo el mundo que monta un museo de arte moderno en un edificio de arquitecto de renombre no tiene automáticamente un efecto Guggenheim. Lo mismo ocurre con este tipo de contenedores públicos para todo tipo de actividades: no basta solo con llamar a Philippe Starck. Hace falta mucho más. Y por decirlo todo, no todos los consistorios se pueden permitir el nivel de gasto público que La Alhondiga de Bilbao está suponiendo al corto y medio plazo (a medio y largo generará ingresos públicos directos, además de los ingresos privados indirectos o diferidos que ya está suponiendo).
Puedo entender que muchos alcaldes y alcaldesas tienen suficiente con llegar a fin de mes pagando las nóminas, así como a los proveedores y evitando que otras Administraciones Públicas les desposean de buena parte de sus competencias. Puedo entender que, como dicen muchos de ellos, el horno no está para bollos. Pero todos podremos admitir que algo debemos hacer, más allá de seguir pagando facturas con el dinero de todos para mantener vacíos unos edificios de primer nivel que, con el tiempo, se van a deteriorar fuertemente por el desuso.
Pues bien, hay gente que está (estamos) en el empeño de vertebrar proyectos públicos de movilización de estos edificios singulares ociosos.
Supongo que varias son las opciones, pero nosotros estamos pensando en lo siguiente:
- La creación de una sociedad pública tenedora del edificio ocioso.
- La puesta en marcha de un proceso de participación ciudadana y dinamización comunitaria para darle visibilidad social al edificio y, con ello, tratar de volver a prestigiarlo y devolverlo simbólicamente a la ciudadanía que lo pago y no lo usa.
- Licitar la gestión de la sociedad pública, con un modelo como el que ya describí en los artículos La empresas pública total y El gestor integral de proyectos públicos.
- Utilizar el edificio con el triple propósito ya comentado: prestar servicios públicos, ser lugar de encuentro comunitario y generar ingresos adicionales para el ayuntamiento, a través de actividades económicas públicas locales (prestación de servicios deportivos, culturales, educativos, comerciales, etc.).
- En los casos en sea posible impulsar las actividades económicas mencionadas directamente por la sociedad pública, y con ello se viabilice económicamente el edificio, el proyecto estará ya en marcha y no necesita más elementos.
- Pero en muchos casos, con la mezcla de servicio público, encuentro comunitario y economía pública local no será suficiente. En estos casos, habrá que recurrir a inversores privados que pongan en marcha en estos edificios negocios susceptibles de encajar en estos edificios (aparcamiento, supermercados, hoteles, restaurantes, etc.). Pero, en nuestra filosofía de proyecto, estos negocios son concesiones de una sociedad pública que sigue siendo titular del suelo y el edificio y que llega a un acuerdo de cesión de parte de los mismos a cambio de una contraprestación económica que ayude a viabilizar el edificio. No se trata de vender, sino de ceder temporalmente para la explotación. No se trata de permitir un negocio y después no saber nada del mismo, sino de participar en sus beneficios (la contraprestación no tiene porque ser ingresada de una vez a tanto alzado, sino que puede ser un porcentaje de los beneficios del negocio privado) y, por tanto, seguir su gestión más o menos de cerca.
Nosotros que estamos con muchos alcaldes y concejales todas las semanas sabemos que este es un problema candente que debe ser afrontado. También sabemos que hay muertos a quien nadie los va a poder resucitar. Pero tenemos claro que de los miles de edificios públicos singulares ociosos muchos de ellos son movilizables a través de proyectos como el que hemos descrito. Las evaluaciones deben hacerse caso a caso. Pero en muchos de ellos hay alternativas viables que oponer a tenerlos cerrados y ocasionando pérdidas moderadas (si el edificio está amortizado) o severas (si no lo está).
No estamos solos en este esfuerzo. Gente como Paisaje Transversal ya está trabajando en los procesos de dinamización social que deben devolver el edificio a la comunidad, concretamente en el municipio valenciano de Náquera. El proyecto se llama Naquerant Espais y sobre ello tenéis abundante material en la web de este grupo de profesionales de la arquitectura y el urbanismo social (perdón por la que debería ser innecesaria redundancia).
También es reseñable el caso de Zorrozaurre Art Work in Progress (ZAWP Bilbao). Tiene características diferentes a los que hemos comentado en este texto. En primer lugar, no hablamos de edificios públicos de primera calidad ociosos, sino edificios privados industriales que van a ser derribados en procesos de regeneración urbana. En segundo lugar, no hablamos de costosos proyectos público-privados de viabilización de estos espacios. Y en tercer lugar, hay una clara vocación de usar «mientras tanto» (hasta que se realice la regeneración urbana) a través de actividades creativas y productivas relativamente alternativas. Pero también tienen innegables rasgos en común con los casos tocados en este post. Fundamentalmente la vocación de viabilizar con nueva actividad económica, empleos y encuentro cívico espacios ociosos dentro de nuestro tejido urbano.
Y para hacer más convergentes ambos modelos, en el caso de ZAWP Bilbao, ya se anuncia en el horizonte un proyecto para hacer viable en el tiempo de un edificio de propiedad pública: Papelera ZAWP.
Sea como fuere, como a andar se aprende andando, animo a alcaldes y concejales a sacudirse el miedo (razonable) y a andar. No es cierto que él que pase la crisis agazapado vaya a salir de ella mejor. Primero gatear, después andar y finalmente correr. Y, obviamente, me/nos ofrecemos como báculo en procesos de este tipo.
Javier Burón Cuadrado es socio y gerente de Urbania ZH Gestión, una empresa dedicada a la prestación de servicios de gestión, consultoría y formacióna entidades del sector público, con el objetivo de mejorar la eficacia y eficiencia de los servicios públicos, principalmente los municipales. www.urbaniazhgestion.com
Créditos de las imágenes Imagen 1: Plazawp, espacio común conformado por algunos de los espacios de trabajo del proyecto ZAWP (fuente: zawpbilbao.com) Imagen 2: La Alhondiga en Bilbao (fuente: www.alhondigabilbao.com) Imagen 3: Naquerant Espais, proceso para la dinamización del Centro Multiusos vacío de Náquera (fuente: Paisaje Transversal) Imagen 4: Papelera ZAWP, un espacio de creación y exhibición (fuente: zawpbilbao.com)