Revista Opinión

Moxie

Publicado el 04 junio 2013 por Pisabellina
  
   Isabella despertó en medio del bosque en plena noche de luna nueva. Hacía frío, y lo único que la protegía del mismo era la sabanita con la que dormía todas las noches. Dormía con ella debido a que nunca podía abrazar un peluche durante toda la noche; por lo que, usualmente, amanecían en el suelo. Cada mañana, Isabella los recogía con tristeza y se disculpaba por haberlos soltado. Decidió acabar con ese sufrimiento al tomar la decisión de dormir con la sabanita: sentía que era la mejor forma de proteger a sus peluches. Ahora, a pesar de extrañarlos, estaba aliviada por el hecho de que ninguno tuviese que pasar frío con ella en la tenebrosa oscuridad que la envolvía
   -¿Dónde estoy? -pensó Isabella en voz alta.
   -Estás en donde debes estar, Isabellina -respondió una voz desconocida, sobresaltando a la niña.
   -¿Quién eres? ¡Quiero verte!
   Tal como lo pidió, desde el punto más oscuro del bosque se dejó ver una esfera de luz que flotaba en el aire, la cual se fue acercando cada vez más, hasta quedar suspendida frente a los ojos de Isabella. A ella le pareció másblanca y cautivadora que una luna llena, y sintió el infantil deseo de tocarla.
   -Aleja esa pequeña manito. No querrás apagar la luz que te sacará de este bosque, ¿o sí? - dijo la esfera de luz, burlona.
   -¿Eres una luciérnaga? -preguntó Isabella, llena de curiosidad.
   -¡Por supuesto que no! Al menos que se haya tragado varias cucarachas, las luciérnagas no son tan grandes.
   -Entonces, ¿sólo eres una lucecita? -preguntó la niña,y ladeó la cabeza como un cachorro.
   -Se puede decir que sí. Sígueme.
   En ese momento, la esfera de luz emprendió marcha, iluminando el sendero para Isabella. Mientras caminaba a través de él, Isabella se tropezó tantas veces por mirar la esfera, que terminó por aprender a preocuparse más por el suelo bajo sus pies. En su aburrimiento, decidió sacarle conversación a la esfera:
   -Oye, lucecita, ¿te puedo llamar Moxie?
   -¿Moxie? ¿De dónde sacaste ese nombre? -preguntó la esfera, sorprendida.
   -Un gato inglés que conocí. Te pongo Moxie por que no se si eres niño o niña.
  -Está bien, entonces -dijo Moxie, resignado-. Dime, Isabellina, ¿qué quieres ser cuando seas grande? 
   -¡Quiero cantar y que todos me oigan! -gritó Isabella, en un brinco de alegría que asustó a Moxie.
   -¿Por qué? -preguntó Moxie, tras recuperar la calma.
   -¡Pues, porque me gusta cantar! -respondió la niña, como si no hubiese respuesta más obvia que esa.
   -Cierto, sólo tienes cinco o seis años -dijo Moxie, más para sí mismo que para Isabella; luego, alzó la voz para dirigirse del todo a ella-. Cántame algo.
   -Me... da mucha pena. -casi susurró Isabella, y bajó la mirada.
   -Está bien. Ya te he oído cantar.
   Siguieron caminando en la oscuridad de la noche, pero hicieron demasiadas paradas en el camino por culpa de Isabella. Siempre llegaban a alguna pequeña aldea o casa, y la curiosidad la hacía acercarse para hablar con las personas y conocerlas. Otras veces, eran los extraños quienes la llamaban. Conoció muchas personas agradables y hospitalarias, que pronto olvidó; y unas pocas abandonaban sus hogares para seguirla de lejos. Isabella no podía verlas mientras la seguían, pues la luz de Moxie no lo iluminaba todo, pero sabía que estaban cerca de ella.
   -Moxie, ¿no podrías hacer un esfuerzo para iluminar a las personas que viajan conmigo?
   -No puedo, Isabellina. Ellos saben que este es tu viaje, y que debes realizarlo sola. Además, están dispersos y algo lejanos, pero no lo suficiente como para perderte el rastro -Moxie calló unos instantes, al notar las lágrimas de tristeza que mojaban el rostro de la niña, pero enseguida prosiguió-. No te miento cuando te digo que no puedo iluminar a nadie más que a ti. Yo soy tu luz, y sólo te pertenezco a ti.
   -Gracias por ser mi lucecita- dijo Isabella, realmente agradecida, y secó sus lágrimas para ver mejor el camino.
   -Isabellina, ¿qué quieres ser cuando seas grande? -preguntó Moxie, después de un rato.
   -¡Quiero explorar otros mundos! -respondió Isabella con ánimo, lo cual alegró a Moxie.
   -¿Por qué?
   -Porque ya conozco la Tierra. Quiero conocer la Luna, Saturno y Plutón.
   A Moxie le pareció una respuesta graciosa, pero no comentó nada al respecto.Ambos siguieron su camino a través del bosque, el cual había comenzado a cambiar o, por lo menos, así lo percibía Isabella. Los árboles tenían diferente altura, diferentes hojas, diferentes frutos; el suelo sobre el que había aprendido a andar, no se parecía en nada al que pisaba ahora, el cual presentaba obstáculos e irregularidades que hicieron tropezar a Isabella con una frecuencia mayor a la usual; y en las aldeas, eran menos las personas que se mostraban amables con ella. Aun así, unos cuantos individuos decidieron acompañarla para que llegara sana y salva a su destino; de igual modo, muchos de sus antiguos acompañantes se habían regresado a sus hogares, se habían desviado hasta perderse, o se habían establecido en otros lugares. Isabella no podía verlos, pero sabía que ya no querían o no podían acompañarla.
   Isabella y Moxie se habían adentrado a una parte diferente y más salvaje del bosque. Isabella había perdido su sabanita. Se tropezaba menos veces pero, cuando lo hacía, se caía y se lastimaba. Muchas veces lloraba del dolor que le causaban las heridas y raspaduras; otras veces lloraba por rabia, pues no podía evitar esas situaciones, ni aunque tuviera cuidado; y otras, por soledad. Moxie era quien le advertía que tuviera cuidado, quien la animaba para que se levantase, quien la calmaba cuando lloraba, y quien la consolaba cuando se sentía triste y sola.
   -No estás sola. Me tienes a mí y siempre me tendrás. Además, hay tantas personas que velan por ti y te ayudan.
   Ese comentario solía calmar a Isabella, pues era verdad que, a veces, sentía manos que la halaban y la estabilizaban justo antes de caerse; o que la alzaban después de haberse caído. Sin embargo, un día cuestionó a Moxie:
    -Si es así, ¿por qué no me ayudan a evitar estos ratos tan malos más seguido? ¿O por qué tengo cicatrices y heridas tan feas? -preguntó con enojo.
   -Isabellina, de esta misma manera aprendiste a caminar por la parte anterior del bosque, y esas personas lo saben. ¿Crees tú que ellos flotan como yo a través de esta adversidad? Se tropiezan y se caen, igual que tú. Se hacen heridas más graves que las tuyas. Ellos también tienen sus propios viajes que recorrer, al igual que otras personas por las cuales velar y a las cuales proteger. Aún no sabes diferenciar qué se trata y qué no se trata de ti: esas personas no emprendieron este viaje únicamente para cuidarte y hacer tu viaje más facil, sino que quieren llegar al mismo lugar que tú y quieren que tú también llegues. No caminan detrás de ti, sino junto a ti... Dispersos y a través de diversos senderos, pero a tu lado. Deberías comenzar a ser más considerada.
   Isabella no tenía palabras para responder. Se sentía arrepentida de muchas cosas, pero dispuesta a continuar su viaje con una mentalidad más diferente. Moxie supo que Isabellina había comprendido y acogido todo lo que le había dicho, y ella sintió que sonreía... Que una esfera de luz de sonreía.
    -¿Por qué ya no quieres cantar, Isabellina? -preguntó, entonces, Moxie.
   -Siempre he querido, y siempre querré. Lastimosamente, no creo que nadie quiera oírme; así que prefiero cantar para mí. -respondió la muchachita con un tono de voz más bajo del usual. 
   -Y dime, ¿qué quieres ser cuando seas grande?
   -Quiero curar a los animales, o tal vez a los humanos. También quiero sumergirme en el océano y conocer hasta el más remoto y profundo paraíso entre los tantos que tiene. Realmente, no estoy segura.
   -¿Por qué no lo haces todo? -dijo Moxie alegremente.
   -¿Estás loco, Moxie? -Respondió Isabella con otra pregunta, y se rió.
   Siguieron su camino en silencio, pues Isabella estaba concentrada en poner cuidado a sus pasos y agudizar sus sentidos para percibir si alguno de sus acompañantes se acercaba a algún peligro o se encontraba en problemas. Pronto se vio a Isabella corriendo por todo el bosque para auxiliar a sus acompañantes. Nunca alcanzaba a verlos, pero sabía quiénes eran y lo agradecidos que estaban. Otros, en cambio, parecían no haber querido la ayuda ofrecida y dada por ella. Isabella no entendía por qué.
   Tanto ella como Moxie se sentían bien por lo que hacían por otras personas, incluso personas desconocidas que se topaban por casualidad. No obstante, Isabella llegó a un momento en que se preocupaba más por la seguridad de sus acompañantes que por la suya propia.
   -Isabellina, recuerda que nuestra meta es salir de este bosque -dijo Moxie, en medio de su preocupación-. Ni siquiera has notado que se ha tornado más hostil, además de que te ha causado heridas muy feas últimamente.
   -¡Me dijiste que no podía ser tan egoísta, Moxie! ¡No puedo dejar a las personas desamparadas, si está a mi alcance ayudarlas!
   Moxie la miró un momento,  y comprendrió cómo se sentía. Sin embargo, tenía que hacerla entrar en razón para que no se hiciese más daño, por lo que le explicó el problema del modo más directo que pudo.
   -Muchas veces, no necesitan de tu ayuda, Isabellina, ya que saben cómo afrontar esas situaciones. Y aunque no sepan o no estén seguros, debes dejar que aprendan por su cuenta, así como tú has aprendido por la tuya. Quienes han despreciado tu ayuda o les ha molestado que hicieras algo por ellos, es porque querían superar sus problemas por cuenta propia, o simplemente porque les molesta ver una cara alegre dispuesta a ayudarlos. Aquél es un sentimiento feo, pues les da rabia que andes risueña por un bosque tan peligroso, como si atravesarlo fuera facil para ti. Con todo y eso, estás exhausta. A esta altura, ya no sabes si ayudas a las personas porque te gusta o porque sientes que debes hacerlo; y te estás descuidando demasiado. Necesitas moderación y equilibrio, y darte cuenta de que no puedes ni debes intervenir cada vez que creas que alguien te necesita. Ya nadie te ayuda, pues no te dejas ayudar, y no querrás que tus acompañantes se sientan rechazados. Quiérete un poco más, ¿sí? Y quiéreme un poco más, que ya no me escuchas.
   Isabella rompió en llanto al realizar cuán equivocada estaba acerca de todo, y cuán en lo cierto estaba su mejor amigo. También se sintió triste porque no la necesitaban tanto como ella pensaba, pero comprendió que Moxie sí lo hacía: estaba muy triste, puesla única persona que necesitaba estaba siempre con él, aunque sumamente distante. En ese momento, Isabella pensó en las personas que caminan juntas. Le preguntó a Moxie qué significaba eso:
   -Moxie, ¿por qué hay personas que caminan en pareja o en grupos por el bosque?
   -Realmente, no lo hacen, pues tampoco se ven entre ellos. Cada uno realiza su propio viaje. Sólo caminan bastante cerca unos de otros, y ya debes saber por qué.
   -Son las personas más cercanas y que más lo quieren a uno, ¿no es así?
   -Exactamente .Tú eres independiente, pero hay ciertas personas que caminan muy cerca de ti; y, usualmente, son las primeras en darte una mano.
   Hablaron durante un buen rato, y ambos se sentían muy contentos al haber entablado conversación, puesto que casi habían dejado de hacerlo. Moxie comprendió que Isabella quería reparar todo daño causado. Recordó el primer tema del que estaban hablando, y le preguntó a Isabella:
   -Isabellina, ¿te casarás algún día?, ¿tendrás hijos?
   -Yo... no sé -comenzó ella, quien no se esperaba una pregunta así-. Creo que no, pues he visto tantas veces cómo las personas que han caminado juntas por tanto tiempo se alejan repentinamente. Y aunque encontrase un buen compañero, me dolería mucho ver sufrir a la persona que amo y saber que no puedo y no debo ayudarla todo el tiempo... Que hay cosas que, pese a que estemos juntos, no me incluyen. Por más que quisiera, no podría caerme por él, ni sangrar sus heridas. Igualmente, no podría hacer lo mismo por mis hijos; y si puedo evitar que atreviesen este peligroso bosque, que así sea.
   Moxie la escuchó atentamente, pero no dijo nada. Después de un momento, cambió el tema:
   -A mí me parece que este bosque es precioso, ¿y a ti?
   -También. Desafortunadamente, la oscuridad de la noche y los peligros que guarda hacen que su belleza sea facil de olvidar, o de pasar por alto. Gracias a tu luz, sin embargo, he observado lo lindo que es; y no importa si sólo haya podido ver una pequeña parte de él
   -Me alegra que seas capaz de verlo -le hizo saber Moxie; pero su tono de voz cambió un poco al seguir hablando-. Qué triste que muchas personas no lo vean así.
   -¡No creas que no me cuesta! -replicó Isabella con una sonrisa enorme, cálida, y dispuesta a animar a su amigo.
   Isabella parecía haber añadido a su viaje aquella moderación de la que Moxie le hablado, y por cuya ausencia había sufrido. Se les notaba más felices y unidos a ambos, pese a que el bosque cada vez presentaba nuevos retos para enfrentar. Isabella podría prever algunos peligros, e incluso prevenirlos algunas veces.
   No obstante, ocurrió algo muy repentino: sintió que se resbalaba y caía desde cierta altura, para sumergirse en un torrencial río que comenzó a arrastrarla. Isabella no veía prácticamente nada, ya que perdió a Moxie de vista al momento de caerse; pero se esforzaba por atravesar el río, pues en esa dirección debía de estar la orilla. En efecto, iba en dirección correcta, pero la corriente del río era tan poderosa, que Isabella pensó que jamás volvería a pisar tierra firme.
   Entonces, dos pares de brazos sujetaron cada uno de los suyos, y se empeñaron en sacarla del río. Cuando por fin lo consiguieron, Isabella estaba extremadamente débil, adolorida y con mucho frío; por lo que no podía moverse del suelo donde yacía su cuerpo. Entre las dos personas que la habían sacado del río, la cargaron y llevaron a donde estaba otro grupo de personas. Estos se encargaron de darle alimento, abrigo y calor, proveniente de una fogata que le habían preparado. Isabella sintió alivio, y pensó que había sido muy suertuda por haber salido de esa. Ella sabía quienes la habían rescatado y auxiliado, a pesar de no poder ver sus rostros. Estaba infinitamente agradecida con ellos, pues no sabía que hubiese hecho sin suscuidados. Después de asegurarse de que Isabella había mejorado considerablemente, se marcharon y la dejaron en compañía de la eterna oscuridad que reinaba en aquel bosque. Isabella se puso de pie, y empezó a caminar sin rumbo definido. Se había desviado completamente de su camino, y sintió que algo le hacía falta.
   -¿Dónde está mi lucecita? -preguntó ella en voz baja, para sí misma; luego, añadió en un grito- ¡Moxie! ¿Dónde estás, amigo?
   De repente, Moxie se apareció frente a ella de la misma forma como lo había hecho la vez que se conocieron. Había pasado tanto tiempo desde entonces.
   -¡Isabellina! -dijo Moxie entre alivio y alegría- ¿Por qué no me llamaste antes? Sin tu llamado, no sé cómo llegar a ti.
   -Cuando resbalé por el barranco, caí en un río muy violento. Pensé que no saldría de ahí, pero mis acompañantes me salvaron. Entonces, cuando tuvieron que irse, me sentí completamente sola y desorientada. Te eché mucho de menos, Moxie.
   -Sé por lo que pasaste. Y sé que en compañía de esas personas, me olvidaste. Pero nos necesitamos mutuamente, y debes recordarlo siempre. Nunca dejes de llamarme si me pierdes de nuevo, pues siempre encontraré la manera de llegar a ti.
   Isabella esbozó una sonrisa. Estaba de nuevo junto a su mejor amigo, y no quería separarse de él nunca más. El río la había llevado lejos de su sendero original, pero Moxie le dijo que no había nada que preocuparse: si tenía su meta fija, siempre encontraría el modo de alcanzarla. Así que avanzaron por el nuevo sendero que habían creado para salir del bosque.
   El río había dejado a Isabella en una parte muy difícil del bosque, Sin embargo, ella lo había tomado como un reto y estaba dispuesta a superarlo. Sólo se necesitó tiempo para que los sentimientos negativos volvieran a invadir a Isabella. Cada vez, eran menos las personas que se mostraban amables con ella; de hecho, muchas personas le gritaron, la insultaron, y hasta la hirieron físicamente. Para colmo de males, el bosque se había vuelto casi intransitable: Isabella se esforzaba demasiado para atravesar aquellas áreas tan peligrosas del bosque. Moxie estaba muy preocupado por ella, pues no dejaba de cuestionarlo todo.
   -¡Jamás saldré de este horrible lugar! -gritaba ella, ahogada en sus llantos- Si sólo existo para atravesar esta selva, ¿cuál es el punto? ¡Da igual si sigo o no! ¡Nadie se dará cuenta si desaparezco entre estos árboles!
   -Isabellina, eso no es...
   -¡Debí haber dejado que el río me arrastrara, maldita sea! -seguía gritando la muchacha, haciendo caso omiso a las palabras de Moxie.
   Ambos entraron en una profunda depresión. Ella no quiso seguir caminando, y Moxie ya no tenía fuerzas ni modos para convencerla de hacerlo. Tampoco él sabía lo que había al final del camino... Únicamente sabía cómo llegar, y que eso era lo que tenían que hacer. Su misión estaba a punto de fallar, y no hallaba forma alguna de reanudarla.
   Isabella no sólo ignoraba a Moxie, sino también a sus acompañantes, quienes pronto se rindieron con ella. Con todo, no todos habían dado el asunto por sentado. Isabella había decidido establecerse en un punto específico del bosque y construir una casita con la madera de algunos árboles. Sus acompañantes más preocupados, rondaban los alrededores de la casa pero, cuando intentaban acercarse, Isabella los largaba a punta de gritos. La muchacha tenía horribles heridas, pues ya no le preocupaba la sanación de las mismas cuando se caía; a veces, incluso, se caía y se quedaba tirada en el suelo por horas. No tenía ánimos de levantarse ni de seguir andando, y por eso se había encerrado en aquella casa.
   Moxie tampoco tenía la entrada permitida, hecho que había hecho su dolor más profundo. Sumergido en sus reflexiones, llegó a la conclusión de que si ninguno de los dos hacía algo al respecto, jamás saldrían del bosque. Y aunque ella ya no encontraba motivos para salir del mismo, Moxie sabía que tenían que hacerlo; por lo tanto, decidió hacer un último esfuerzo. Se acercó al acompañante más preocupado, y le dijo que no podían dejar a Isabella así. Moxie, en contraste a Isabella, estaba consciente de que los acompañantes que habían detenido su viaje para estar pendientes de Isabella, lo habían hecho porque no podían dejarla atrás. Por eso, le dijo al acompañante que tenían que conseguir que Isabella abandonara esa casa y continuara: también estaba afectando el viaje de otros.
   -Sinceramente, no me importa detener mi recorrido por ella. Pero si le exponemos la situación de este modo, quizás le dejemos algo en qué pensar. Está siendo mala con ella misma, pero sé que en ella aún vive la muchacha bondadosa que en algún momento descuidó su viaje por nosotros. -dijo el acompañante, con una chispa de esperanza en sus ojos.
   -Entonces, entre los dos debemos insistir más que nunca para conseguir un chance de que nos escuche -dijo Moxie, pensativo-. Ya todos le hemos dicho de todas las maneras posibles e imposibles el daño que se está haciendo; pero si le explicamos que ella no es la única víctima, creo que le hará más daño del que pueda soportar.
   -Precisamente, esa es la idea -replicó el acompañante-. No suena bien, pero sé que ella quiere seguir. No sabe cómo ni para qué, pues ya no cree que cree en cosas como encontrar la felicidad. Pero pienso que hemos hallado, por lo menos, una manera de hacerla salir de esa casa.
   -Entonces, tenemos un plan -dijo Moxie, finalmente, con ánimo en su voz.
   Moxie fue el primero en colarse por una ventana de la pequeña casa. Aprovechó que Isabella no podía percibirlo, para flotar lentamente hacia ella.
   -Hola, Isabellina, ¿cómo estás?
   -¿Qué haces aquí? Te pedí que no entraras -repuso la joven, sin rastro de emoción en sus palabras. Moxie sintió que se apagaba su luz de la tristeza, aunque no fuera real, sino sólo una emoción.
   -Sólo quería acompañarte un rato, saber cómo estás.
   Isabella no respondió. Su mirada parecía perdida, pero no largó a Moxie porque no parecía venir a hablarle del error que estaba cometiendo.
   -Has construido una linda casa, ¿sabes? Es pequeña, pero acogedora -dijo Moxie, en su segundo intento por hacer hablar a Isabella.
   -No es bonita, ni siquiera está pintada. Pero es tranquila, y por eso me gusta.
   -¿Sientes que es un hogar? -soltó Moxie sin aviso
   Isabella contestó nuevamente con un silencio, pero no hacían falta palabras para conocer la respuesta de aquella pregunta.
   -Allí afuera hay personas que te esperan y no pueden dejarte atrás -comenzó Moxie con seriedad-. Ellos tienen su propio viaje que culminar, y tú se los impides.
   -¿Eso... Es cierto? -preguntó Isabella con gesto de preocupación, y Moxie supo que había dado en el clavo.
   -Sí, y todos queremos salir de este lugar, queremos continuar hasta el final -respondió una tercera voz, que Isabella reconocía muy bien-. Pero queremos llegar a ese lugar contigo, y no pretendemos dejarte aquí. No eres feliz aquí... Nadie lo es.
   -¿Cómo sabes que afuera del bosque hay un lugar mejor? ¿Cómo sabes que nada de esto es en vano?
   -Pues no lo sé -dijo el acompañante-, simplemente no quiero quedarme estancado aquí durante toda la eternidad. Quiero conocer un lugar donde sea de día. Sé que no quieres existir en este entorno para siempre; sé que quieres encontrar un mar más allá del bosque, un mar donde te puedas sumergir y nadar por todos los océanos; sé que quieres algo mejor de lo que este lugar puede ofrecerte, Isabella; y sé que quieres que nosotros salgamos de aquí.
   -Sólo me estás prometiendo fantasías -dijo Isabella, irritada-. Probablemente, no haya ni un charco afuera del bosque. Váyanse sin mí, se los pido.
   -No podemos, y no lo haremos. Nunca sabrás lo que hay del otro lado si no lo averiguas, si no lo buscas. No continúes porque es lo correcto, sino porque es lo que en tu interior deseas, y sí que lo deseas. Además -siguió el acompañante, con intensidad y profundidad en sus palabras-, ¿quieres estar en un lugar donde jamás tendrás la oportunidad de ver las caras de las personas que amas? Yo quiero salir del bosque para que la luz del día ilumine tu rostro, porque sé que es el más hermoso de todos. Y aunque eso nunca llegara a suceder, estaré en paz conmigo mismo al saber que no me rendí y lo intenté.
   En ese momento, el acompañante sintió el abrazo más cálido y lleno de emoción de todos. Así supo que sus esfuerzos habían dado frutos, y le dedicó una sonrisa a Isabella.
   -¿Nos vamos? -preguntó.
   -No se gana si no se apuesta, ¿verdad? -respondió Isabella, al fin con voz alegre- Ya no soportaba este lugar.
   Moxie era el más contento de todos, y no tardó en salir disparado de la casa para avisar a todos que partirían enseguida. Isabella y su acompañante salieron por la puerta, y ella sintió rostros que le sonreían con orgullo; entonces, supo que había tomado la decisión correcta, pues quiso con todas sus fuerzas haber sido capaz de ver aquellas sonrisas. Los acompañantes se fueron dispersando poco a poco, pero Isabella sabía que seguirían caminando junto a ella. Incluso el acompañante responsable de que Isabella hubiese vuelto a ser la misma, había reanudado su viaje; pero también fue quien menos se separó del sendero de la joven. Isabella extrañaba ver cómo Moxie iluminaba sus pasos, y le pidió disculpas por haber sido tan egoísta con él y con todos.
   -No seas tonta, yo debí haber esforzado más desde un principio. Y me esforzaré más que, pues el camino que falta es largo y muy difícil.
   -No lo será -dijo Isabella con decisión- si sigo consciente de que no estoy sola, de que iluminas mi camino, y de que tengo metas que cumplir... Quiero hacer más que sólo salir del bosque.
   -Me alegro de que lo veas así -dijo Moxie, mirando a Isabella con ternura; entonces preguntó-. ¿Quieres casarte, Isabellina? ¿Tener hijos?
   -Por supuesto que quiero hacer una familia -contestó ella con una sonrisa de oreja a oreja-. Aunque haya sido y sea un viaje lleno de dificultades, se que valdrá la pena, sobre todo, si lo realizo en compañía de las personas que llenen mi corazón, me brinden la mayor alegría, me amen y me necesiten... Y a quienes yo ame y necesite. No creo que nada se sienta mejor que salir del bosque junto a esas personas.
   -Y dime, Isabellina -continuó Moxie, después de haber escuchado una respuesta tan satisfactoria a su pregunta anterior-, ¿qué quieres ser cuando seas grande?
   -Quiero cantar, explorar otros mundos, curar personas y animales, y sumergirme en los océanos -respondió la muchacha con una enorme sonrisa-. Pero más que nada, quiero saber por qué pensamos, sentimos y nos comportamos como lo hacemos. ¡Quiero descifrarlos a todos! Y quizás consiga entender algo del desorden que soy.
   La respuesta de aquella pregunta le había agradado todavía más. Él sabía que ella era capaz de todo. Pero la curiosidad le hizo formular una pregunta más:
   -¿Por qué, desde que eres chiquita, cada vez que te pregunto por lo que quieres ser cuando crezcas, me respondes qué quieres hacer?
   -Uno es quien es, en esencia. Pero para ser alguien en la vida, tienes que hacer muchas cosas. Una persona es buena porque hace cosas buenas, o así lo veo yo. Haré todo lo que desee, considere correcto y esté a mi alcance. Entonces, te diré en qué me habré convertido.
   Moxie pensó que tenía un buen punto, y que debía defenderlo a toda costa. Se sintió muy orgulloso de haber visto crecer y madurar a Isabella, y se alegró profundamente al recordar el hecho de que tenían un largo camino por recorrer juntos. Esta vez, era Isabella quien tenía una pregunta:
   -Moxie, ¿qué eres, o quién eres?
   -Yo soy , mi pequeña Isabellina.
   Ella sintió, como tantas otras veces, que Moxie le sonreía. Le devolvió la sonrisa, pensó en sus acompañantes, y continuó con su viaje... Continúan con su viaje.
   La alarma del celular sonó tan alto como sólo ella lo saber hacer. Isabella despértó de golpe y la apagó. Tardó uno minutos en levantarse de la cama, pues sabía que había soñado algo interesante que, sin embargo, no era capaz de recordar. Finalmente, se rindió, pues sólo fue capaz de recordar algunos fragmentos poco reveladores. No obstante, hubo algo que sí recordó con claridad.
   -Para mí, Plutón sigue siendo un planeta -dijo para sí misma.

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