Viernes 28 de agosto, 20:00 horas. Festival de Verano Oviedo 2015, Auditorio Príncipe Felipe: Oviedo Filarmonía, Marzio Conti (director). Obras de W. A. Mozart (1756-1791). Entrada libre.
Concierto monográfico de Mozart pudiendo escuchar su primera y última sinfonía en un recorrido diríamos que fluvial, del Salz al Danubio saltando hasta el Támesis con 24 años de distancia: la Sinfonía nº 1 en mi bemol mayor, KV 16 (1764) escrita en el barrio londinense de Chelsea con tan solo 8 años de edad pero ya con su sello inconfundible que será cual marca eterna, terrenal y universal, que se elevará hasta el universo, al planeta de luz de la Sinfonía nº 41 en do mayor, KV 551, “Júpiter” (1788), todo el firmamento sinfónico en apenas una hora de música.
Casi finalizando el festival de verano musical ovetense, la OFil volvió a llenar el auditorio ovetense para disfrutar de un único protagonista para un viaje comandado por su titular Marzio Conti totalmente volcado con su orquesta, ejerciendo de auténtico maestro de ceremonias al comenzar explicando los movimientos que no figuraban en el programa ("notas a la traducción" del ruso Mijlin) y la historia del momento que organizaba las sinfonías en tres movimientos, aplaudiendo al finalizar cada uno y animando al público a hacerlo como entonces.
Conti volvió al podio realmente con las pilas cargadas, superados malos tragos anteriores y físicamente recuperado de su espalda, como un verdadero atleta tras la experiencia futbolística del pasado domingo y detallista al máximo, optando por la colocación vienesa (violines enfrentados, cellos y violas enfrente, y tres contrabajos al fondo e izquierda, pero también en la elección de trompetas de llaves o baquetas de madera para los timbales modernos, buscando sonoridades limpias y mostrándose tan conocedor del genio de Salzburgo, dirigiendo de memoria todo el programa, como de su formación, con la que se le nota cada vez más cómodo y feliz, sacándole todo su potencial aún en esta pretemporada (el día 4 de septiembre tomará la batuta el joven mejicano Iván López-Reynoso).
La Sinfonía nº 1 en mi bemol mayor, KV 16 es deudora de las compuestas por los hijos de Bach en el llamado Preclasicismo, especialmente de Carl Philipp y Johann Christian, aún tripartita en movimientos y buscando contrastes en dinámicas que Marzio optó por no llevarlas al extremo, contrastes también en juegos tímbricos que en esta primera están limitados a la cuerda más una sección de viento reducida a oboes y trompas a dos, optando por la forma sonata bien desarrollada y de breve duración. La orquesta fluyó como el río en su nacimiento, Allegro Molto algo retenido en la velocidad como queriendo hacernos disfrutar del elemento cristalino, los motivos claros donde el genio comienza a esbozar su firma única; un radiante y sinuoso Andante que parece tomar un cauce más ancho al adquirir cuerpo orquestal dibujado claramente, sobresaliendo la variada dinámica especialmente los pianísimos (siempre rotos por algún móvil no silenciado) y con pinceladas de una madera confiada y segura más las notas tenidas de las trompas, todo bien delineadas por un Conti que deja brotar la música de este río más que arroyo antes de su desembocadura, diría que a borbotones en el Presto como cascadas en la cuerda, siempre transparente, la espuma de los bronces y sorteando los empinados meandros con mano firme al timón en discurrir por un cauce dominado de memoria donde la nave filarmónica navegó sin sobresaltos.
Magia y verdadero placer saltar al infinito universo, sin respiros, el paso de la infancia viajera con parada en Londres a la imperial Viena de madura juventud, bulliciosa como su hermana ribereña Praga, cosmopolitismo bañado por el río más musical del mundo y segundo más grande de Europa, paso al Mozart pleno que corrobora genialidad y magnitud de esta forma sinfónica por excelencia, la exploración de apenas un cuarto de siglo que es vertiginosa y llevada al máximo, la Sinfonía nº 41 en do mayor, KV 551 "Júpiter" ya de cuatro movimientos, más extensos en duración y plantilla a la que se suman parejas de fagotes y trompetas más los timbales, un río navegable por mayor caudal y longitud, necesitando una embarcación adaptada a las nuevas circunstancias, exigiendo una paleta orquestal sin perder unidad ni identidad, algo que el maestro entendió desde el inicio y nuevamente sin forzar “tempi”, sabedor y conocedor de las dificultades escondidas en el discurrir no siempre plácido de esta partitura, y optando por una singladura serena, sin sobresaltos pero marcando y mandando lo necesario, destacando los grandes claroscuros, unos silencios claros ya desde el Allegro vivace inicial, casi escénico por los paralelismos operísticos, con protagonismo compartido y bien resuelto en cada sección orquestal; el Andante cantabile discurrió entre frondosa vegetación de finos contornos, con el viento favorable y remando a favor de corriente, paisaje bien pintado por la batuta italiana sobre el lienzo orquestal; el Menuetto: Allegretto pareció más un vals vienés que una danza cortesana, opción válida con un marcado ritmo ternario donde la acentuación supone un paso a uno buscando asentar sonoridades; quedaba desembocar con el Molto allegro de genial contrapunto estudiado en los planos exactos para escuchar cada "fugato", el discurrir potente siempre en el cauce sin llegar a desbordar las márgenes, esa música que fluye sin necesidad de añadidos, mínimas señales de Conti para recordar y permitir el caudal exacto antes de su remanso y amplio final en un mar estrellado, sinfonía de paz y luz tras una regata fluvial hasta la suprema divinidad romana que da nombre al quinto planeta del sistema solar, padre de dioses y hombres casi como el propio Mozart, hombre niño en la primera sinfonía, dios humano en la última, sin necesidad de atributos como águila, rayo o cetro.
Y este viernes sólo podía regalarse Mozart, como en Salzburgo o Viena, más jolgorio y vitalidad, verdadera fiesta nupcial con la obertura de Le nozze di Figaro (1786) en similar línea sinfónica, un dominador Conti transmitiendo energía para completar y dar juego a toda plantilla con la incorporación del par de clarinetes más la segunda flauta, caudal sonoro controlado en todo momento y luz nunca cegadora en un concierto alegre además de fresco con la OFil alcanzando su momento ideal para el arranque de temporada.
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