Y aquí tenemos a la última serie que me he visto. Con una estética brutal y un trasfondo filosófico a la par que existencialista, tenemos a Elliot Alderson, nuestro protagonista. Elliot es un chaval muy antisocial con algún tipo de enfermedad psicótica-paranoide que trabaja como ingeniero en una compañía de ciberseguridad durante el día y por la noche es hacker. Hackea a todo el mundo, por lo que sabe todos los secretos más íntimos de los que le rodean.
Esta serie antisistema se propone acabar con el orden establecido, las bolsas de valores, las grandes multinacionales y los empresarios, es decir, todos aquellos que deciden cómo debe vivir el resto de la población.
No es una serie cuqui, es muy negra, con personajes intrigantes y colores oscuros. El diálogo interno de Elliot es un aspecto a destacar, ya que hace de narrador, aunque al ser la propia voz interior de Elliot y éste está un poco-bastante loco, nos descolocará y hará que nos perdamos en alguna ocasión.
El personaje de Elliot está muy muy bien hecho y me ha encantado ver de nuevo al rescatado Christian Slater.
Es una serie para recomendar, la idea original me encanta. No he dicho que el grupo de hackers que acabará con este corrupto sistema se llama fuck society.
El tráiler no todavía no lo tenemos en español así que tendréis que agudizar los oídos.
- Qué te decepciona tanto de la sociedad?
- Oh, no sé. Quizá que colectivamente pensamos que Steve Jobs era un gran hombre, incluso a pesar de que amasó millones a costa de niños. Quizá es la sensación de que todos nuestros héroes son falsificaciones. El mundo en sí mismo es un chiste, constantemente spameando con nuestro constante debate de chorradas camufladas de profundas o con nuestras redes sociales que imitan la intimidad.
O quizá es que nosotros votamos por esto. No con nuestras manipuladas elecciones sino con nuestras cosas, nuestra propiedad, nuestro dinero. No digo nada nuevo. Todos sabemos por qué hacemos esto; no porque 'Los Juegos del Hambre’ nos hagan felices sino porque buscamos estar adormilados. Porque duele no fingir, porque somos cobardes.