La Muestra de Cine Europeo Ciudad de Segovia (MUCES) se va consolidando poco a poco como una de las citas españolas imprescindibles a la hora de hablar de películas producidas en el viejo continente. Sin el glamour de otras propuestas con más presupuesto, el certamen demuestra siempre un gusto exquisito a la hora de elegir las mejores obras del séptimo arte de cada temporada. La jornada del 17 de noviembre tuvo un evidente protagonista: el fascismo y el nacionalismo intolerante que parecen resurgir en Europa y el resto del mundo occidental con la proyección de The Other Side of Everything, Utoya. 22 de Julio, Lemonade y Jaulas.
The Other Side of Everything
Quizá la obra más sólida que se pudo ver ese día fue The Other Side of Everything, filme que viene avalado por el premio al mejor documental del prestigioso Festival de Ámsterdam, toda una referencia en el género. La cinta, dirigida por Mila Turajlic, recoge la vida de su madre, la ingeniera y activista Srbijanka Turajlic, a través de las propias palabras de la homenajeada. El largometraje nos muestra a una mujer que se enfrentó al comunismo; el régimen de Slobodan Milošević, el denominado carnicero de los Balcanes, y ahora sufre las represalias de un gobierno ultranacionalista que la considera como una enemiga del país. La directora plasma sin florituras los testimonios de su progenitora y los vincula a la propia casa familiar, testigo también de las diferentes etapas que ha vivido Serbia durante el último siglo. Más allá de apreciaciones cinematográficas, la película refleja lo que debe ser una persona íntegra que lucha contra las injusticias sin rendirse ante la adversidad.
Utoya. 22 de Julio
El auge de la ultraderecha en Europa también está muy presente en Utoya. 22 de julio, otra de las obras presentes en la sección oficial de la XIII edición de MUCES. El filme reconstruye los terribles sucesos ocurridos en un campamento juvenil del partido laborista noruego en 2011, cuando un francotirador mató a decenas de jóvenes como respuesta a las políticas del partido que gobernaba en ese momento. La película sigue los pasos de una muchacha que busca a su hermana menor en medio de aquella tragedia mientras intenta conservar la vida. Erik Pope, responsable de Mil veces buenas noches y La decisión del rey, nos hace participes de la angustia de la protagonista y sus compañeros utilizando de manera magistral el fuera de campo y mostrando el particular suceso a través de un único plano secuencia. El largometraje consigue su objetivo: sumergirnos en aquella terrible desgracia que duró unos interminables 72 minutos.
Lemonade
La intolerancia hacia el otro también está muy presente en Lemonade, ópera prima en solitario de la rumana Ioana Uricaru que viene apadrinada en la producción por el prestigioso Cristian Mungiu. Algo hay de la huella del autor de Los exámenes en el debut en la dirección de la cineasta. Al igual que en 4 meses, 3 semanas, 2 días nos encontramos ante una mujer que se tiene que enfrentar a una situación difícil y parecen cerrársele todos los caminos, aunque en esta ocasión sea una madre rumana que pretende lograr la green card que le permitiría residir en Estados Unidos. La cinta muestra la pesadilla americana, aquella que tienen que pasar muy inmigrantes para conseguir el permiso en el país de las barras y estrellas. Las trabas burocráticas, la percepción que muchos estadounidenses tienen sobre la criminalidad de la mayoría de los extranjeros y el retrato de una sociedad obsesionada con la apariencia de éxito individual son algunos de los asuntos que aborda un trabajo que está a punto de caer en el más rutinario telefilme, pero que logra evitarlo por el pulso que imprime su directora, el buen hacer de todo su reparto y un desenlace que nos enseña que hay que ser muy avispado y recurrir a las argucias legales para sobrevivir en uno de los paraísos del capitalismo.
Jaulas
Las desgracias de todo tipo se acumulan también en otra de las óperas primas del certamen: Jaulas, dirigida por Nicolás Pacheco. Melodrama y thriller se dan la mano en un cóctel fallido que pretende ser tragedia y se queda en exacerbado culebrón acerca de una familia marcada por el crimen y la desventura. Ni siquiera la metáfora del título acaba de ser sutil porque el propio cineasta se encarga de explicarla en una de las líneas de diálogo. Solamente un espléndido Antonio Dechent, en la piel de un divertido panadero que quiere casar a su hija a toda costa, da algo de brillo a una película que peca de tremendista y está a punto de caer en el más profundo ridículo.