Max Aub es uno de esos intelectuales internacionales que han tenido una vida de lo más interesante, intrépida y sobre todo, cultural e intelectual. Dramaturgo y narrador español, nació en París en 1903, hijo de padre alemán y madre francesa que se instalaron en Valencia en 1914. Dirigió entre 1935 y 1936 el teatro universitario "El búho" perfilándose como uno de los escritores jóvenes influido por la Revista de Occidente y José Ortega y Gasset. Republicano, cruzó la frontera en 1939 y fue internado en un campo francés. Deportado a Argelia, consiguió escapar en 1942 y se trasladó a México, donde ha publicado la parte más significativa de su obra literaria.
En este libro, podemos encontrar una serie de fragmentos, todos ellos muy diversos, pero con el denominador común de la muerte. Tenemos la edición íntegra de Crímenes Ejemplares, la sección de infanticidios y gastronomía, la de los suicidios y epitafios sin olvidarnos de los signos de ortografía.
Frases y fragmentos de muertes que harán que nos riámos de la propia muerte sin ningún tipo de verguenza o rubor. Pocos escritos hay en los que se trata este tema tan fúnebre con humor e irónia.
Totalmente recomendable este libro. Abajo os dejo una selección de las frases que más me han gustado.
· Lo maté porque era de Vinaroz.
· Soy peluquero. Es cosa que le sucede a cualquiera. Hasta me atrevo a decir que soy buen peluquero. Cada uno tiene sus manías. A mí me molestan los granos. Sucedió así: me puse a afeitar tranquilamente, enjaboné con destreza, afilé mi navaja en el asentador, la suavicé en la palma de mi mano. ¡Yo soy un buen barbero! ¡Nunca he desollado a nadie! Además aquel hombre no tenía la barba muy cerrada. Pero tenía granos. Reconozco que aquellos barritos no tenían nada de particular. Pero a mí me molestan, me ponen nervioso, me revuelven la sangre. Me llevé el primero por delante, sin mayor daño; el segundo sangró por la base. No sé qué me sucedió entonces, pero creo que fue cosa natural, agrandé la herida y luego, sin poderlo remediar, de un tajo, le cercené la cabeza.
· ¿Ustedes no han tenido nunca ganas de asesinar a un vendedor de lotería, cuando se ponen pesados, pegajosos, suplicantes? Yo lo hice en nombre de todos.
· Era tan feo el pobre, que cada vez que me lo encontraba, parecía un insulto. Todo tiene su límite.
· ¿Usted no ha matado nunca a nadie por aburrimiento, por no saber qué hacer? Es divertido.
· No lo hice adrede.
· Yo no quise darle tan fuerte.
· ¿Para qué vivir sin comer espárragos?.
· -¿A qué tanto escándalo? ¿Tanto llorar? Mírenlo: ¿cuándo le vieron tan tranquilo?