Más de la mitad de la gente se cree que está en la mitad más inteligente de la humanidad. Si suspendes se debe a la manía del profesorado o a fallos del sistema educativo. Si practicas deporte siempre juegas menos de lo que mereces. Cobras poco, no te valoran lo suficiente en el trabajo. Tu religión es la verdadera y tu opción política es, sin duda, la mejor para el país. Eres mejor persona que el resto de tu barrio y con más educación que tus vecinos. Si te drogas o bebes, controlas, lo dejarás cuando quieras. En general conduces, cocinas, cortes y cantas mejor que la media. Incluso para follar sabes que siempre puedes aspirar a algo mejor.
Pero tienes baja autoestima. Porque es difícil encontrarse gente que diga que tiene la autoestima alta o sana o adecuada. “Es que no me quiero lo suficiente”. ¿Es posible todo lo anterior con no quererse? Sí. El amor y la valoración van por caminos paralelos. Se cruzan en algunos puntos y para algunas personas. “No puedo querer sin admirar” pero generalmente quieres a gente que no sabes explicar muy bien las causas. El amor es ciego, caprichoso, cruel, cautivador…y humano. El problema de la autoidealización del primer párrafo es que, igual que pasa en las relaciones de pareja, el príncipe azul destiñe y la bella durmiente te deja noches sin dormir (y no de éxtasis precisamente). Esas pequeñas decepciones que tiene la vida, esos choques con la cruda realidad se convierten en dramas inabordables, en problemas insuperables cuando creía que iba a ganar el Tour y no he pasado de la primera etapa.
Quererte es, en realidad, una obligación. Un deber, un derecho. Es el inicio de cualquier relación sana que puedas establecer con otras personas. Quererte en cada uno de tus roles y tus formas. Aunque, lo siento mucho, no vayas a ser el mejor o la mejor en nada. Siempre te queda ser tu mejor versión.
Eres tu media naranja. El hombre o la mujer de tu vida.