QUE UPyD NO SE CIERRA. Se acabó. Debate concluido. Punto final. Vamos a otra cosa.
La intención ahora ha de ser poner al servicio de los españoles mucho más que Un Partido Digno para recuperar su confianza y poder contribuir a superar esta terrible etapa de la política española, en la que se está poniendo de manifiesto que el problema no es el número de partidos que haya en escena sino el comportamiento de los mismos. El chalaneo con el que los cuatro principales partidos están afrontando la formación de un Gobierno para un país con graves problemas empieza a rayar la indecencia y, lamentablemente, UPyD no está en el escenario político; ha quedado excluido por muchos motivos, de los que quizás el más importante sea haber perdido la conexión con la sociedad.
Después de dos siglos presenciando cómo los dirigentes políticos utilizan la actividad pública para su interés personal, es comprensible que la ciudadanía española muestre una elevada dosis de desconfianza hacia toda la clase política hasta el punto de pensar que si un partido no ha protagonizado ningún acto de corrupción es porque no ha llegado a gobernar. Creencia injusta, sí; pero absolutamente justificada por los hechos. Al fortalecimiento de este pensamiento colectivo ha contribuido una práctica política llena de vicios y comportamientos viles en la que predomina el egoísmo, la traición, la egolatría, la vanidad, etc; de manera que la clase política ha llegado a un nivel de descrédito tal que se ha convertido en un problema para la sociedad. Una vez alcanzado este nivel de desconfianza fraguado durante siglos a base prácticas corruptas -en el más amplio sentido de la palabra-, no está justificado que se culpe a los representados de que su interés al elegir a sus representantes sea que le solucionen sus problemas y les molesten poco. Muy hábilmente, la clase política ha logrado que los individuos se desentiendan de ella y así poder continuar con sus desmanes.
Contra esa dinámica política, emprendió su batalla UPyD pero lo hizo sin amarse en primer lugar de paciencia, en segundo lugar de altas dosis de diplomacia, y en tercer lugar de mucha humildad, lo cual le llevó a sufrir el duro varapalo del que ahora se ha decidido a sobreponerse. Ejercer la actividad política con principios y valores es inicialmente ingrato, ya que se corre el riesgo de sufrir traiciones -no hay que recordar nombres- sin obtener reconocimiento social, entre otros motivos porque ningún político va a conseguir a corto plazo tener la credibilidad suficiente como para que la sociedad le conceda, ni siquiera, el beneficio de la duda. Así pues, ser Un Partido Digno sólo puede concebirse como un hecho diferencial con respecto a otras formaciones; ya que pretender que sea una seña de identidad o un referente social no está en consonancia con la idiosincrasia española fraguada a lo largo de siglos.
El reto inmediato de UPyD, por lo tanto, está en mostrarse a la sociedad española como mucho más que Un Partido Digno. Lo importante a partir de ahora tiene que ser el “mucho más”. Elaborar el discurso, simplificar los mensajes, marcar las bases del país que se quiere construir y recalcar los beneficios para la estabilidad social son puntos esenciales para la definición del proyecto que se quiera ofrecer a los españoles. El proyecto político está redactado, las energías están disponibles; no hay motivos para no pasar a la acción.