Revista Infancia

Muchos pañales y un sólo abrazo

Por Pingüicas

Muchos pañales y un sólo abrazo

Recuerdo que hace algunos meses escribí acerca de aquellos pequeños momentos que compartes con tus hijos que hacen que de repente todo tenga sentido. Ayer tuve uno de esos. Fue clarísimo.

Verán, Luca lleva varios días enfermo del estómago. Sin embargo, el estómago en sí no es tanto el problema. De lo que está sufriendo es de sus “lumpis” (o lo que es lo mismo, sus “pompis”).

Y es que como el grandulón todavía usa pañal, el pobre tiene un nivel de rozadura impresionante, lo cual quiere decir que en el momento en el que pega el grito en el cielo, tengo que dejar INMEDIATAMENTE lo que estoy haciendo (sea lo que sea) para correr a cambiarle el pañal. Y créanme que esto está sucediendo VARIAS veces durante una hora.

El acto de cambiarle el pañal se ha vuelto una verdadera batalla. Luca (con justa razón), grita y se revuelca del dolor, soltando patadas de desesperación por todos lados. Yo trato de esquivar los golpes, al mismo tiempo de que hago todo lo posible por mantenerlo quieto para poder solucionar el problema. Es horrible.

Ya se imaginarán lo caótico de mi día, con los tres niños en casa y siendo la constante cambiadera de pañales mi prioridad #1 en la vida. Digamos que no han sido de mis mejores días…

Estoy agotada.

Pero ayer sucedió algo increíble. Luca me pidió que lo cargara y en el momento en el que lo hice, me abrazo y me dijo: “Te quiero, mami…”.

Es la primera vez que lo hace en su vida. Claro, ya lo había dicho antes, pero siempre cuando se lo decía yo primero; después de todo, es un perico arremedador. Si yo le digo: “te quiero, Luca”, él dice: “te quiero, mamá”; igual que si yo le digo: “cabeza de calabaza”, él me dice: “cabeza de calabaza, tú”.

Pero el acto de ayer fue diferente. No sólo porque salió de él, ni tampoco porque venía acompañado de uno de los abrazos más tiernos que he sentido en mi vida, sino que realmente ese “te quiero, mami” venía cargado de una especie de “gracias por lo que estás haciendo por mí”.

Fue un “gracias” que viene sobrando porque no lo necesito y sin embargo, lo aprecié como Luca no se puede imaginar. Me quedé un rato ahí, sintiendo su abrazo. Fue uno de esos momentos que seguramente todavía recordaré dentro de muchos años, cuando abrace a Luca y éste sea mucho más alto que yo.

Fue uno de esos momentos ―aparentemente insignificantes― que le dan todo el sentido a la vida.

¿Qué sucedió después? Nada. Lo bajé y a los dos segundos (otra vez) le tuve que cambiar el pañal. Y ahora fue mi turno para hacerlo con todo el amor del mundo, tal como él me enseñó.

*Por cierto, si tienen dudas acerca de la fotografía: la tomó mi amiga, quien me recomendó que le pusiera Maizena, en lugar de pomada para la rozadura. Sí funcionó, pero durante la batalla, yo ―y el piso completo― quedamos cubiertos de Maizena. Perdón si la foto está un poco borrosa, pero mi amiga estaba atacada de risa. Chistosa.


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