A finales de los 80, y principios de los 90, Juan Gutiérrez, uno de los protagonistas de este extraño documental, se convirtió en mediador entre el Gobierno de España y la banda terrorista ETA. Al poco tiempo de iniciar este trabajo, apareció en su vida, y en la de su mujer y su hija (esta última co-directora de la película que nos ocupa), Roberto, un hombre que decía trabajar para una agencia periodística. Rápidamente, por la escurridiza personalidad de dicho hombre, y por la complicidad que ambos formaron en torno al tema central del trabajo que realizaba Juan, se hicieron amigos inseparables.

Día y noche, Roberto acompañaba a Juan: comía junto a él o simplemente lo observaba trabajar en el salón de su casa, comportamiento que a todos parecía extrañar, excepto a Juan. Para él, Roberto era su confidente, la persona con la que mejor podía hablar, que mejor le entendía, y con quien podía compartir todas sus dudas y certezas. Nada le hacía presagiar las verdaderas intenciones de su “leal” compañero, un espía del servicio secreto, infiltrado en su vida para recabar la mayor información posible en torno al delicado tema que en aquellos años acuciaba España. Nada, hasta que desapareció un día, casi sin dejar rastro, y acusando sufrir una crisis vital.

Al día siguiente de esta huida, uno de los principales periódicos españoles, El Mundo, lanzaba la filtración de unas conversaciones que Juan Gutiérrez había realizado con el, por aquel entonces, Ministro de Interior: Jaime Mayor Oreja. Este reportaje ponía fin a la carrera como intermediario de Juan Gutiérrez. Años después, Roberto Flórez fue acusado de alta traición y sentenciado a cumplir pena de prisión. Por aquel entonces, la comunicación entre Juan y Roberto volvió a surgir, tras una larga carta que el segundo mandó al primero, en parte como disculpa, en parte como modo de explicar todo lo que pasaba y había pasado en torno a temas importantes en los que estaba metido. Pero Juan nunca sintió la necesidad de recibir un perdón, porque su sentimiento de amistad hacia Roberto seguía intacto, y así sigue una vez este sale de la cárcel y da comienzo la investigación de su hija, Ana Schulz, y el co-director Cristóbal Fernández.
Animada por la terrible curiosidad que le producía la persona de Roberto Flórez, la directora novel inicia un trabajo de investigación emocional, para hallar las respuestas de esa extraña relación. Incapaz de entender los motivos que llevan a su padre a seguir confiando en alguien que le engañó durante sus años de amistad, y que finalmente vendió parte de sus secretos, la directora y guionista se convierte en otro de los personajes centrales de la película, para ir dando forma, a través de los testimonios que consigue sacar de las conversaciones con sus padres, a esa extraña época que vivieron.

Tras una intrigante primera escena, que nos pone un poco en cautela sobre lo que vamos a ver y escuchar, la película se inicia con paso firme, aunque con poca novedad, en lo que se refiere a un documental arquetípico, donde las entrevistas y conversaciones entre padre e hija, o entre madre e hija, ocupan la mayor parte del tiempo. Las únicas interrupciones a este diálogo directo entre personajes, que nos proponen los directores, además de los diálogos con una tercera persona (Roberto), son las narraciones en off que la directora decide ir añadiendo de vez en cuando, junto a imágenes de archivo, dando su opinión acerca de lo que ve y ha visto, y también mostrándonos sus dudas (dando luz a las preguntas sin respuesta que probablemente se hacían ambos autores de esta obra). Es decir, por un lado, tenemos el documental sobre la historia de estos dos hombres y, por el otro lado, el documental sobre sus directores haciendo la película. El mecanismo, desgraciadamente, no goza de agilidad, ni de fluidez. El engranaje del documental parece ir a tirones durante gran parte de su metraje, costándole arrancar, proponiendo una y otra vez las mismas cuestiones, sin apenas avanzar. Es aquí donde uno comienza a cuestionarse qué es lo que realmente se proponían sus autores.
Claramente, la película tiene intención de investigar. Desde su primera escena, vemos a dos directores haciendo la mismas de investigadores secretos, buscando respuestas directas en sus personajes, intentando hallarlas también en vídeos, o en el recuerdo de la propia Ana Schulz. Los hallazgos son mínimos. Nada más empezar, la directora nos pone sobre la mesa el caso, y nosotros ya comprendemos la historia principal, quienes son sus personajes, incluso que es lo que se busca: ¿De dónde nace esta amistad? ¿Qué es lo que hace que aún, hoy en día, continúe? El documental parece que va a tirar por ahí. Todo comienza según lo esperado. Oímos a los personajes, nos situamos un poco más en sus vidas, en su pasado. La película interesa, sus personajes tienen fuerza (ese lúcido Juan, lleno de hallazgos en cada una de sus palabras) y el misterioso Roberto (siempre a la sombra, dejándose ver poco, sin apenas añadir nada). Te crees su amistad, a pesar de lo que te dicen, de lo que ves. Quizá sea esto lo más emocionante de la historia.

Es realmente raro que esto ocurra, cuando lo novedoso, el lado más metacinematográfico de la obra, es ese proceso de tira y afloja que los directores tienen con su documental y, más aún, cuando los problemas aparecen en torno al personaje de Roberto. Parece ser que no le convence lo que están haciendo con la película. Además, tiene miedo de que aún lo vigilen. Durante la segunda parte del metraje, mucho más centrada en este aspecto, se nos van desvelando las múltiples realidades de lo que hemos estado viendo. Uno comienza a entender, en su totalidad, cosas que ya se olía. No todo es lo que parece, y como el escurridizo personaje de Roberto, la película también muda de piel. Uno comprende por lo que han pasado sus directores. Hacer un documental, o una ficción, siempre es estar sujeto y abierto a constantes cambios. La realidad se entromete y cambia los planes. En este caso, el problema, es que los cambios se notan tardíos, y el material escaso. Las jugadas que sus directores noveles nos proponen, o ellos mismos se proponen para poder terminar la obra, son, como poco, dudosas. O al menos por la forma que han encontrado en la sala de montaje. Parece un chicle que estiras mucho y, finalmente, vuelves a pegar para dejarlo como estaba.

La película tiene hallazgos, momentos de gran interés. El problema es que esos hallazgos quedan solapados por una obra generalmente inestable, llena de problemas en su rodaje que, aunque sus directores finalmente intentan plasmar en la película como un argumento y personaje más, no acaban si no mostrando la debilidad de parte del material del que disponen. Hacia el final, vemos de lleno esos problemas. El documental muda de piel respecto al tema que al principio nos ocupaba, y que sigue siendo lo más interesante de la película: la amistad entre Juan y Roberto.
Concluyendo, es comprensible qué los directores no pudieron hallar las respuestas que en un principio buscaban, y optan por que el documental siga su curso. El problema es que ese curso termina siendo, probablemente, más pobre de lo que había bajo la superficie real del conflicto. Y, a pesar de contener una interesante reflexión, y una escena final interesante, uno no puede dejar de pensar en ciertos planteamientos iniciales, en ciertas cuestiones. Se quedan en el aire las ganas de ver el documental que había podido ser, y no es, y eso, claramente, no es una señal que pueda considerarse del todo positiva.
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- ##check## Lo bueno
- El sentimiento de amistad de Juan hacia Roberto, que, de difícil de explicar, se convierte en bonito. El personaje de Juan, en general, que produce los momentos de mayor interés en sus intervenciones.
Cierta muestra de cómo se enfrentan los directores a sus películas, sobretodo en el cine documental. - ##times## Lo malo
- El mecanismo, algo engañoso, al que nos someten los directores hasta casi su final. La sensación de no tener rumbo fijo. Aunque es algo que podía haber aportado, la sensación final es altamente frustrante.
Las intervenciones de los protagonistas, en muchas ocasiones, dan vueltas sobre lo mismo, dando la sensación de tener que exprimir al máximo un material que no daba más de sí.
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- Ambientación 5.0
- No es un documental de potencia visual. En ocasiones, el tono de thriller que adquiere el relato nos lleva a ambientaciones más interesantes, como ese inicio de la película, o las partes de Roberto Flórez. De todos modos, una ambientación correcta, acorde a lo que se nos cuenta, pero sin nada destacable.
- Desarrollo de Personajes 5.0
- Todos los personajes tienen un desarrollo muy mínimo durante la película. Eso nos lleva a cierta sensación de repetición, de punto muerto. De todos modos, es interesante observar el desarrollo que tienen los personajes de los directores en el documental.
- Argumento / Guión 4.5
- Como en muchas películas documentales, la realidad actúa de manera frontal contra la película. En este caso, los sucesos que ocurren en torno a uno de sus personajes cambian la idea inicial del documental, que, finalmente, se las arregla para hablar de otro tema. Sin embargo, se nota demasiado tardío, y regularmente captado en la sala de montaje. Es interesante, pero uno puede tener cierta sensación de estar ante una obra incompleta.
- Banda / Sonora 5.0
- La música que aparece en determinados momentos del documental hace un trabajo simple y efectivo dentro del género en el que nos encontramos.
- Entretenimiento 4.5
- La película aguarda ciertos momentos de curiosidad, de descubrimiento de personajes e investigaciones en torno a ellos que entretienen e interesan al espectador, especialmente durante el primer tramo. En el momento en el que el documental comienza a encontrarse sin salida, el interés se torna en decepción, incluso en dudas en torno a su compromiso con el espectador.
- Montaje / Innovación técnica 4.5
- Como su título indica, el documental también muda de piel. En ello se encuentra quizá lo más interesante, pero a su vez lo más fallido de la película. Un montaje que muestra sus cartas para después enseñarnos que no son del todo verdaderas. Es un documental realizado en la sala de montaje, como casi todos, pero que, en esta ocasión, se nota demasiado. La innovación que propone desde este aspecto produce más sensación de tener que terminar el documental por necesidad, y no por ofrecernos algo que a los directores realmente les interesa.
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- Puntuación Total 5 / 10
Fuente Imágenes: Márgenes Distribución