14 ENERO, 2013 A LAS 18:07
Pasear por barrios como Malasaña es hacerlo rodeado de grafitis, algunos auténticos garabatos sin sentido, otros verdaderas obras de arte. El debate sobre si adornan o ensucian permanece latente pero nadie discute que calles como las del citado barrio nos parecerían desnudas sin ellos. Así lo debió percibir Juan Carlos cuando empezó a poblar los muros que se le ponían por delante con su mote “Muelle”. Un mote que heredó de su época en el colegio, cuando añadió a una bici un enorme muelle que utilizó como amortiguador. Aquel inocente acto aún tiene su recuerdo en las calles de Madrid.
Con el estallido de ‘La Movida’ se destaparon expresiones artísticas por doquier, unas de más gusto que otras, y ‘Muelle’ optó por seguir la suya, la que le indicaba su instinto. Empezando por los rincones de su barrio, Campamento, hasta lugares repartidos por España, su firma comenzó a hacerse cada vez más y más reconocible, hasta convertirse en un ícono.
Aquella firma subrayada por el dibujo de un muelle terminado en una flecha se reproducía de forma incontrolada. Nadie sabía cuándo y dónde iba a hacer su próxima aparición el artista. Actuando siempre bajo el amparo que le regalaba la noche, ‘Muelle’ se convirtió en el precursor de un movimiento que aún sigue vigente.Un tirabuzón de colores que dio infinitos quebraderos de cabeza.
Como la obra de cualquier otro artista, la de ‘Muelle’ también sufrió una importante evolución, paralela a su fama y reconocimiento. La firma de trazo simple fue ganando con el paso de los años colores, sombras y efectos de relieve. Una pequeña plaga surgida en las manos de una única persona que tenía todo más controlado de lo previsto, de hecho, en 1985 llegó a registrar su firma en la propiedad intelectual.
Su mito comenzó a tener un rostro visible cuando le pillaron in fraganti tratando de dejar su huella en la estatua del Oso y el Madroño, por lo que tuvo que pagar una multa de 2.500 pesetas en el año1987. Aquella fue una de las muchas batallas que perdió Muelle pero quizás, la que menos le importó. Los servicios municipales de limpieza se encargaron de diezmar una obra que todavía palpita en la ciudad. Incomprendida entonces, y protegida ahora, las firmas de ‘Muelle’ son el recuerdo perenne de una época que marcó para siempre el devenir de esta ciudad.
Su última obra importante, y de gran visibilidad, realizada en la M-30 a varios colores ya desapareció bajo los productos de limpieza y ahora una de las únicas firmas que aún vive aspira a ser declarada como Bien de Interés Cultural, de hecho, se ha formado una plataforma para ello. La podéis ver en la Calle Montera, a la altura del número 30.
‘Muelle’, profeta y precursor de los grafiteros madrileños falleció en 1995 de cáncer. Dos años antes había tomado la decisión de no pintar más ya que su mensaje estaba “agotado”. Ahora, 18 años más tarde, su firma y su obra están más vivos que nunca.
Foto del grafiti de Muelle que aún se puede ver en la Calle Montera (Fuente: Wikipedia)
Entrevista a Muelle en el Metro de Madrid: