Cuando Springfield es nombrado el pueblo con más gordos de todo el país, se inicia una cruzada anti-azúcar a la que solo conseguirán poner fin Homer y Bart con la inestimable ayuda del señor Burns, el conde Chócula y otros pocos valientes. El episodio contempla los dos extremos: la azucaritis del mundo, junto a los intereses económicos de las grandes azucareras, y la antiazucaritis de Marge, que se inicia al comprobar el consumo excesivo de toda la localidad. A grandes rasgos, eso es lo que nos ocurre a la mayoría: sabemos que no son sanos, que ni tan siquiera son lo que dicen ser, pero son tan rápidos de consumir, tan accesibles…
El conde Chócula, anhelante de azúcar, junto a Homer Simpson.Ayer, la web Xataka se hacía eco de una iniciativa surgida en Latinoamérica (#etiquetareal) que lucha por un etiquetado más transparente frente al consumidor y que, esta última semana, se ha visto reforzada por un meme de Nutella. En esta imagen se podía ver cómo los ingredientes de la famosa crema de cacao, no alcanzan un 25 % del producto entre las nueces y las avellanas. El resto, leche desnatada en polvo, mucho azúcar y aceite de palma.
El equipo de Xataka ha recreado la misma acción de Geoff Teehan con otras composiciones de alimentos típicos de supermercado: como el paté, la crema de champiñones o la leche de avena. Su intención es mostrar que no comemos los alimentos que creemos comer, sino derivados; que la crema de bogavante de Knorr a casi tres euros, es puro almidón con un 0,5 % del producto que le da nombre; lo mismo que las leches vegetales, los snacks de media mañana o las bebidas detox.
Si mal pensáramos, quizá se nos ocurriría que eso no parece del todo legal. Algo así como vender un Ford Fiesta por un clásico Ferrari F40 tras haber conseguido encajar una de las llantas del deportivo con sangre, sudor y lágrimas. En este caso, nos sorprenderíamos y mandaríamos a tomar viento al vendedor, quien no probaría a encasquetar una chapuza similar a un tercero. No obstante, eso es exactamente lo que está haciendo la industria alimentaria, porque puede. Porque creíamos que esas empresas con nombres tan majos como Gallina Blanca, Maggi o Dr. Oetker querían facilitarnos la vida, pero se nos olvidó pensar que eso no es lo que hacen los lobbies.
Resulta tan sencillo como leer el dorso e indignarte, ¿pero quién lo hará? ¿Quién es el valiente que conseguirá pasar de la etiqueta y llevar las manos hacia el reverso? Y de aquel pequeño grupo que lo haga, ¿quién tiene tiempo para prepararse una crema de champiñones? Claro, esta no estará tan rica como la otra, pero es un minuto, en un paquete, ensucia poco, y eso de cocinar es tan siglo veinte…
Cuando Millan-Astray entró en el salón de actos de la Universidad de Salamanca, un Unamuno con los cojones cuadrados le espetó: «Venceréis, pero no convenceréis», y salvó un pequeño reducto de España; pero (todas) estas empresas, que no son tan buenas como creíamos, y no juegan según las mismas reglas que el resto, aprendieron la lección de aquellos fascistas del treinta y seis; por eso, primero te han convencido de que eso es un caballo y no un burro, y luego te lo han vendido.