Ahora, que no estás tú, dejan un rastro falso las hormigas y los aviones vuelan en cursiva haciendo caso omiso a las órdenes de las torres de control.
Los equilibristas caminan en zig zag por las aceras manchadas de chicle y los pigmeos toman biodramina aquejados del mal de altura.
Los interrogantes se prolongan como la sombra de las farolas en las carreteras solitarias y las respuestas hicieron voto de silencio en señal de protesta.
Ahora que no te tengo, los relojes solo dan las horas en impar y las brújulas no encuentran el norte de cuadrícula.
Pierde músculo mi oración, los mensajes se encriptaron y mi verbo se declina tristemente.
Los diccionarios se desapalabran progresivamente y los lápices se deslizan por los recovecos del recuerdo con mi caligrafía abrupta y desconsolada sin conseguir otra cosa que no sean garabatos.
Ahora que tu sonrisa solo habita en las fotografías, los otoños son más lentos, los teatros enmudecen y las tardes llevan plus de peligrosidad para los poetas.
Se desatan devastadoras pandemias, entran en erupción los volcanes y los falsos profetas aprovechan su turno de réplica para escupir fuego por la boca en prime time como los faquires.
Ahora que ha quedado demostrado que el tiempo no todo lo cura y me he doctorado en ojeras y auroras boreales, languidecen sin remedio las sobremesas y dejaron de ser bien recibidas las visitas a la hora del té.
Los días muerden y arden en el pecho... y yo me siento virado al sepia.
Ilustraciones de Isabelle Cardinal y Mari Fouz.