Revista Deportes
“Jack (Nicklaus) era el mejor jugador de ajedrez. Tenía un plan. Y atacaba según el plan que trazó.Tiger (Woods) también tenía un plan. Seve nunca lo tenía: hacía que ocurrieran las cosas”. Así pensaba de Severiano Ballesteros, el veterano Nick Price (Durban, Sudáfrica), un legendario golfista, muchas veces segundo por culpa del de Santoña. Nick Price era adversario y terminó siendo un amigo leal de Severiano. Mucho más joven que él, estadounidense, y hoy en la cúspide del golf Mundial, Phil Mickelson tuvo palabras de elogio en el último Máster que conquistó. Y, en el almuerzo, Phil hizo que sirvieran paella en honor del viejo maestro. “Recuerdo que tenía nueve años y estaba viendo la televisión cuando (Seve) ganó el Master de 1980. Según caminaba por la calle del 18 con esa gran ventaja, recuerdo que pensé: quiero ser como él algún día”.
Como Seve querían ser todos los niños y los que no éramos niños. El mocetón de Santoña, aquel caddy que pisaba bolas por las noches para, cuando la luna llena estaba en lo alto, modelar sus maneras de campeón y hacer de oro y carne sus sueños. Era reacio a los consejos, incluso reacio a las palabras sabias de Ramón Sota, el primer gran profesional del golf y tío de Seve. Pero él tenía en la frente el diseño de su vida; y en la cabeza, un cable conectado al corazón; y en el corazón, un dibujo que escupía magia y que lo hizo grande.
Ballesteros caminaba con la cabeza alta y su mirada abierta chispeaba energías de campeón. Decían que era terco, que su orgullo lo enterraría en la mediocridad, que sus maneras arrogantes lo conducirían al mar, al fondo más profundo de los olvidos. Se equivocaron todos. Porque por ahí salió el hombre. Un tipo que miraba de frente y derramaba lealtad por todos lados. Un tipo serio que no iba de bromas. Un profesional, que armaba de acero el corazón e iluminaba el cerebro con las mejores ideas. El tipo irresistible. El campeón.
Así se llevó a su casa tres British, dos Masters Augusta, dos Ryders (una como jugador y otra como entrenador), un Príncipe de Asturias, y una huella en el lugar de honor del Salón de la Fama, donde están los grandes, donde la historia te dice, bien clarito, que Severiano Ballesteros es la historia.
Estas palabras la dijo Seve a Chiki Trillo, amiga y gran golfista: “Tengo una buena familia, un buen trabajo, todos tenemos salud, tengo dinero suficiente para comer… no puedo pedir más. Pero echo de menos hacer birdies y a las multitudes gritar mi nombre. Echo de menos ver el golpe,sentir el golpe, dar el golpe. Eso era lo mejor. Quiero que vuelvan a gritar por mí”.
No sabía Severiano que la gente jamás lo olvidó. Ni tan siquiera una mano tomate como el que escribe, que una vez cogió un palo, golpeó la bola y cometió pecado. Pero me sentí Severiano Ballesteros. Me sentí como él, como se hubiera sentido él. Y luego dije lo que dijeron todos: “Qué grande eres Seve, el más grande”.
FUENTE: