Acaba de fallecer B. B. King, un enorme músico que, a los adolescentes españoles desconocedores de la música negra, blues o jazz, nos abrió las entendederas para otros sonidos, otras melodías, otras cadencias. Nos ayudó a explorar algo más allá del rock y el pop en los tiempos hormonales de irrefrenables impulsos en guateques y discotecas. Sus punteos de guitarra en baladas tristes nos hacían sentir la pena tierna, la añoranza de lo perdido, la profundidad oscura de nuestros corazones sufrientes. También la alegría, la paz de la soledad y la belleza de una nota musical que rompe el silencio y nos comunica estados de ánimo y sentimientos. Muere un rey de la música negra, desaparece B. B. King, pero nos deja su música y el recuerdo de su simpatía.