La Primavera Árabe ha reaparecido en la plaza Tahir de El Cairo como turba de indignados que exigen colgar al exdictador Hosni Mubarak, encarcelado tras renunciar a su cargo el 11 de febrero de 2011.
¡Muerte a Mubarak!, grita la masa porque se ha condenado solamente a cadena perpetua al último líder del régimen militar laico y socialista, cuyos antecesores fueron Nasser desde 1953 hasta su muerte en 1970, y Anwar el-Sadat, que fue asesinado en 1981 por los Hermanos Musulmanes.
La revolución nacida en Túnez hace hoy año y medio cuando el vendedor callejero Mohamed Bouazizi se suicidó a lo bonzo, se contagió a Egipto, en El Cairo, veinte días después.
Pero está convirtiéndose en un movimiento vengativo bajo influencias islamistas, que desconcierta a quienes anunciaban la aparición de una sociedad moderna y humanista.
En las acampadas en Tahir abundaban los jóvenes que proponían crear una democracia avanzada, aunque entre aquellas masas ocurrían hechos que señalaban que no todo era positivo, como el asalto y la violación en masa de mujeres, una de ellas una periodista estadounidense.
Los Hermanos Musulmanes, una secta radical que se propone imponer la sharia como base de las futuras leyes, aunque lo niegue aplicando la taqiya, se encontró libre para desarrollarse después de casi seis décadas de estar controlada por los militares.
Cuyo régimen fue pasando de aliado de la URSS a amigo de Occidente, con sus dirigentes participando en la Internacional Socialista, y que de tratar de destruir a Israel y perder varias guerras, firmó una paz bastante estable.
Los Hermanos Musulmanes podrían llegar al poder en las elecciones del 16 y 17 de junio, frente a Ahmed Shafiq, exministro de Mubarak.
Gane quien gane la Primavera Árabe Egipto caminará hacia otra dictadura.
--------
SALAS