Parece que en 815 se había roto la paz entre árabes y francos, pero momentaneamente y sin grandes consecuencias; pues Abderramán, que había vuelto a tomar el gobierno de las fronteras orientales, la solicitó de nuevo del emperador Luis y fue prorrogada por otros tres años.
Nadie gozaba más de ella que Alhakem. Desprendido de todo cuidado del gobierno, encerrado en su alcázar de Córdoba, pasando la vida en sus jardines entre mujeres esclavas, entregado de lleno a los placerfes sensuales, sin miramiento a las prácticas religiosas de los buenos muslimes, no se acordaba de que era rey sino para exigir tributos, y para satisfacer, dice la crónica, cierta sed de sangre que parece tenía, pasándose pocos días sin dar o confirmar alguna sentencia de muerte. A Alhakem se le atribuyó haber introducido en España el uso de los eunucos, de los cuales tenía mucho dentro del alcázar. Había creado y le rodeaba una guardia de cinco mil , los tres mil andaluces muzárabes, y los dos mil esclavos a los cuales asignó sueldo fijo, imponiendo para ello un nuevo derecho de entrada sobre varias mercancías. Su vida muelle y licenciosa tenía disgustados a todos los buenos musulmanes, y su despotismo irritaba al pueblo.
historiografía nacional del pensamiento liberal del siglo XIX. Impresa en Barcelona por Montaner y Simón entre 1888 y 1890.